LOS NUEVOS TITANES DE MARV WOLFMAN Y GEORGE PEREZ
Uno de los conceptos más explotado por DC es el de los sidekicks. Desde tiempos inmemoriales, las primeras espadas del Universo DC contaban con un compañero inseparable con el que compartir sus aventuras. Generalmente, se trataba de una versión infantil de sí mismos con idénticos poderes y habilidades. En la Silver Age fue uno de los rasgos más distintivos de la Distinguida Competencia, y el momento en el que nacerían algunos de los miembros que, a la postre, acabarían protagonizando esta colección.
En la década de los setenta, mientras Marvel producía tebeos de superhéroes, cuya principal cualidad residía en la humanidad de sus protagonistas, DC daba un giro importante a la forma de desarrollar a sus personajes. Comenzando por un cambio estético importante, como el caso de Green Arrow, por obra y gracia de Neal Adams, que también tendría mucho que ver en la renovación de uno de los grandes iconos de la editorial, Batman. Además de la inclusión de autores que aterrizaban tras sus exitosos trabajos en Marvel, con nombres como Steve Englehart, Gerry Conway o el propio Jack Kirby, uno de los padres del Universo Marvel que todos conocemos.
En 1980, Marv Wolfman y Len Wein tienen en mente un proyecto que, en mi opinión, sería decisivo en esta “marvelización” del Universo DC. Ambos autores venían precedidos por su éxito en Marvel. Wolfman escribió una etapa en The Amazing Spider-Man, junto a Keith Pollard, donde daría vida a Felicia Hardy, más conocida como la Gata Negra. Realizó etapas muy interesantes en Fantastic Four y en Daredevil, que quizá quedaron eclipsadas por preceder a autores de la talla de John Byrne o Frank Miller en estado de gracia. Pero si hay un trabajo en Marvel por el que será recordado ese es Tomb of Dracula. En esta serie revitalizó el mito de los vampiros integrándolo en el Universo Marvel, utilizando la famosa creación de Bram Stoker para convertirla en un personaje más del universo de ficción de la Casa de las Ideas. Además, cabría destacar la creación de Blade, el cazador de vampiros por antonomasia de la editorial, el cual llego a protagonizar con éxito tres películas interpretadas por Wesley Snipes. A pesar de todo, tras una disputa con Jim Shooter, el Editor en Jefe de Marvel en aquella época, emigró a DC buscando tierras más fértiles. Y ya lo creo que las encontró…
Len Wein tuvo la difícil papeleta de ser el sucesor de Roy Thomas en muchos de los títulos que Marvel publicaba durante la década de los setenta. Desde la serie protagonizada por nuestro amistoso vecino arácnido, pasando por Thor, Los 4 Fantásticos y los Defensores. Incluso dirigió los pasos del Hermano Vudú, pero su labor más destacable, y recordada, es haber sido el impulsor de la Nueva Patrulla-X junto a Dave Cockrum. Un trabajo eclipsado por la posterior labor del tándem formado por Chris Claremont y John Byrne al frente de los desafortunados mutantes, en lo que a ventas se refiere, hasta la llegada del autor.
Ambos guionistas aprovechan la llegada de un joven dibujante para que sea el autor encargado de dar vida a su proyecto. Se trata, nada más y nada menos que de George Pérez. Nacido en Nueva York, y de ascendencia puertorriqueña, Pérez quería entrar en DC para dibujar a la Liga de la Justicia, sin embargo, Wolfman y Wein le convencen para que, tras una breve temporada en la serie, la deje y se convierta en el coautor de Los Nuevos Titanes. Editor, guionista y dibujante acababan unidos para el proyecto en ciernes.
En DC Comics Presents #26, tenemos la prueba de fuego para ver si el público está receptivo a la recuperación de un grupo que tuvo su momento de gloria a mediados de los sesenta. Durante 53 números, Bob Haney y Nick Cardy, principalmente, dieron vida a un grupo formado por Wondergirl, Robin, Aqualad y Kid Flash, al que posteriormente se uniría Speedy, el pupilo de Oliver Queen, más conocido como Green Arrow. Así, se intentaba dar protagonismo a los sidekicks más importantes del Universo DC. Dicha serie adolece de todos los tópicos de los cómics que publicada la editorial en la época, aunque, pese a su inocencia, resulta una lectura entretenida. No obstante, Wolfman tenía una idea revolucionaria, por lo que al título original del grupo, Jóvenes Titanes, se le añadiría el epítome de Nuevos, dando un mayor énfasis al nuevo enfoque que pretendía dar a la serie y sus protagonistas.
Mostrando ciertas similitudes con los adolescentes mutantes de Marvel, Wolfman plantea diferentes cambios en muchos aspectos de la serie. El primero reside en crear una formación donde se alternen personajes conocidos con otros de nuevo cuño. De esa forma, tenemos a Wonder Girl, Kid Flash y Robin, junto a Raven y Cyborg, dos nuevos integrantes que debutaban en el Universo DC en el mencionado DC Comics Presents #26. Ambos serían desarrollados ampliamente en la colección, de tal forma que serían el eje central de algunas de las primeras aventuras del grupo. Otra característica importante de estos nuevos superhéroes reside en un carácter ligado a su tormentosa situación personal. Jóvenes cuya vida es un drama frustrante, por lo que necesitaran el continuo apoyo de sus compañeros. Otra de las nuevas incorporaciones será Starfire, la que añade el toque cósmico y, por qué no, exótico a esta formación.
Por último, tenemos a un personaje rescatado de la serie Doom Patrol, Beast Boy, que en un acto de maduración cambia su nombre por Changeling. Y es que si hay algo que es una constante en esta serie es la maduración de los protagonistas. Aquí, los sidekids dejan de ser meros acompañantes, para convertirse en auténticos protagonistas. Este es un detalle verdaderamente importante de la serie, ya que tanto Dick Grayson como Donna Troy serán los protagonistas de una emancipación en toda regla a lo largo de la serie. Una evolución que los lleva a convertirse en auténticos héroes independientes, los cuales dejan atrás ese legado inalcanzable que supone el concepto del que nacieron. Ellos son los primeros en dar un paso que nadie se atrevió a dar, aunque lo hicieron de la mano de Wolfman, todo hay que decirlo.
A todo esto, debemos sumarle la creación de un nuevo cuartel general, protagonista de alguna que otra historia, la inclusión de secundarios que enriquecían las tramas y un ejemplo perfecto de lo que debe ser una serie protagonizada por un grupo de superhéroes adolescentes. Una auténtica delicia para los aficionados al género.
Si habéis conseguido llegar hasta aquí, seguramente querréis saber que os puede ofrecer esta serie. Mi impresión siempre ha sido que estamos ante una serie al nivel de la Patrulla-X de Claremont, pero en el universo de enfrente. Personajes muy bien desarrollados que evolucionan de manera constante y, además, se relacionan entre ellos. Esto quizá pueda parecer algo baladí, pero os puedo asegurar que en una serie coral como ésta no lo es. Ese nivel de profundización en los personajes, o ese tratamiento de adolescencia en unos superhéroes solo se podían encontrar en aquella época en la naciente franquicia mutante. Por otro lado, la elaboración de tramas y subtramas de largo recorrido, generalmente ligada al desarrollo de los personajes menos conocidos, con momentos que rozan la genialidad, aumentan la calidad de la obra sustancialmente. Esto, aunque muchos querrán negarlo, fue la forma de introducir una fórmula de entender el género similar a la de Marvel, la cual cosechó tanto éxito que colocó a la serie en los primeros puestos de las listas de ventas. Incluso desbancó a La Legión de Superhéroes, otra de las grandes sensaciones de la época. Quizá las ventas no sean sinónimo de calidad, pero en esta ocasión van cogidas de la mano, os lo puedo asegurar.
Para completar este cuadro, tenemos a un George Pérez en plenas facultades. A pesar de su juventud, pone encima de la mesa todas sus aptitudes narrativas y su pasión por el barroco. Quizá está un peldaño por debajo de otros trabajos que ya hemos comentado aquí, pero está entre sus tres mejores trabajos, por encima de su etapa en Los Vengadores o en la Liga de la Justicia. Además, contribuye en algunos argumentos y en la creación de varios personajes, dando sus primeros pasos en labores fuera de la mesa de dibujo. Sin duda, estamos ante una aportación del autor muy importante, ligada al éxito que cosechó la serie. Y es que visualmente es toda una maravilla. Tras su marcha, sería sustituido por José Luís García López y Eduardo Barreto que, aunque no sería lo mismo, mantendrían el nivel gráfico de la serie muy arriba.
Si Crisis en Tierras Infinitas es un aditivo para sumergirse en un nuevo universo, Los Nuevos Titanes se convierte en aquella serie que cualquier marvelita debe leer para descubrir que DC también tiene ese componente humano que acuñara Stan Lee a sus Imaginautas. De nuevo, la línea Clásicos DC me introdujo, aún más, en un universo que poco a poco me fue atrapando. Y a pesar de que los de la editorial española se empeñaron en subir el precio de los tomos, y reducir las páginas, llegando a publicar cada entrega de forma errática, yo seguía comprando religiosamente la colección. La sensación de idiota redomado no me la quitaba hasta llegar a mi casa y leer el tomo, para disfrutar de una lectura que me hacía olvidar el timo que estaba sufriendo.
Como toda etapa larga, al final se acaba desinflando, pero hasta la saga el Contrato de Judas, la serie tiene un alto nivel. Después sigue siendo muy entretenida, a mí me sigue gustando mucho, pero es el momento de bajar la serie del altar y codearla con otras más mundanas y menos sobresalientes.
Sin duda, Los Nuevos Titanes es una serie que marca un antes y un después en el Universo DC. Una forma de demostrar que los grandes tebeos no tienen fronteras editoriales. Pero sobre todo, que ningún concepto, por añejo y anticuado que resulte, supone un lastre cuando las ideas son buenas. Por lo tanto, recibid sin ningún temor a estos Jóvenes, a la par que nuevos, Titanes para presenciar la evolución en estado puro, la diversión está asegurada.