De Cieloalto por Diego Agrimbau
Aunque la fiesta ya había quedado atrás, Matilde no se detuvo. Y con cada paso hacia el oeste, mi cuerpo envejecía un poco más hasta que llegamos al final de mi vida. Apenas si podía respirar.
- Javier, cuando yo sea una anciana, como tú ahora, arrugada, fea y moribunda, ¿me seguirás queriendo?
Le dije que sí, que la querría siempre, sin dejar de creer, ni por un instante, que le estaba mintiendo.