Miercoles, 21 de marzo, día mundial de la poesía. Qué mejor momento para reseñar este comic que hoy.
He léido
El Puerto prohibido, de Teresa Radice y Stefano Turconi.
El Puerto Prohibido rezuma poesía desde su presentación. Más que un comic parece un libro, de esos de antaño, de encuadernación robusta y ancho lomo curvo. Hay poesía en su dibujo, puro blanco y negro sin aditivos de color, puro lápiz, nada de entintados. Da la impresión según pasas las páginas, de que vas a emborronarlo todo con solo rozar el papel.
Hay aventuras, galeones, horizontes sin fin y mares libres e ilimitados. Hay misterio, fantasmas, amor y abordajes. Es el romanticismo de la aventura, de marineros curtidos, valerosos y leales. De cuando llevar un pendiente en la oreja tenía un significado y no era por estética y postureo. De cuando las rendiciones de los capitanes de barco tras la batalla tenían un protocolo y el honor de entregar la espada. En definitiva, de cuando el mar se derramaba en los barcos y arrasaba hasta conseguir su pecio.
Y comienzas la lectura y te sumerges en ese lápiz que te hace viajar sobre olas infinitas de una forma mágica y persistente. Sientes la angustia del marinero por la falta de viento, el amor rechazado que obliga al enamorado a rellenar el vaso vacío o las astillas violentas que te sobrevuelan amenazantes en el fuego cruzado de los cañones.
Sientes el olor a mar, a salitre y a piel quemada por el sol.
¿Y los textos? Pura poesía. "
Centinela, ¿cuánto le queda a la noche?". Sus descripciones siempre te dejan un poso de lirismo. si recogen un náufrago nos escribe que "es un niño sin pasado, escupido por el mar, pescado por un navío de la Armada". Describir un cielo estrellado, limpio y hermoso se hace sencillo: "Estrellas que solo en el cielo y en la mar, hallan espacio para ser". Bonito, ¿verdad?. Incluso algo tan nimio como el malestar de los marinos ante la falta de viento a favor y la escasez de provisiones se tiñe de belleza: "La tripulación murmura. Su malhumor me llega entre los secos crujidos de los tablones".
Y al final te enamoras de ese pelo rojo de la portada, de su belleza y romance, del perfume de su cuello que huele a poesía inglesa, de esos personajes tan bien construidos, tan profundos y llenos de historias y misterios por descubrir. Y todo desde la paciencia delicada y desbordante del amor sincero, de las cartas a corazón abierto, de los puntos suspensivos cuando sobran las palabras.