No hace mucho tiempo, para ver ciertas películas en España, tenías que descargarte o encargar por ahí versiones extranjeras, porque las españolas tenían todavía versiones de la dictadura, con escenas cortadas, doblajes inventados y manipulaciones por doquier. Hablo de películas de Wilder, El ladrón de bicicletas, Fedora, La noche de la iguana y muchas, muchas más...
Encontrar las versiones patrias era mucho más sencillo y barato (las ponían hasta en la tele), pero sí querías ver una versión sin adulterar del original, algo que fuera fiel a la idea del autor, tenías que buscar, moverte o rascarte un poco el bolsillo. Si te interesaba el cine o esa película en particular. Si eras un espectador casual, sin problema.
Así ha pasado con muchas cosas.
Digo esto porque parece mentira que haya que explicar que el factor económico no está relacionado con la calidad del producto. Que es algo vinculado dentro de una sociedad consumista (tanto cuesta, tanto vale), pero que no forma parte de las características intrínsecas de una obra. El libro que te prestó gratis tu tío de 1984 no es mejor que el que has pagado en una librería por 10€. Seguramente sean el mismo.
Por ello, una cosa son los modelos de vida de cada persona (hay quien saca pecho de que tiene mucho dinero, hay quien saca pecho de que compra gangas cual cuñado y siempre lo saca más barato, lo que sea), que en realidad no interesan a nadie, y otra, la calidad del producto en sí. Normalmente no es difícil de entender que hay ciertos estándares, unos mínimos y máximos dentro de los cuales se puede circular sin problemas. De lo contrario un día acabaremos diciendo que hemos leído un tomo sin tapas, sin portadas, cosido a grapazos, en alemán que no hablamos, pero que nos ha salido por 30 céntimos y ya hemos leído Born Again. Lo mismo si pensamos que no vamos a disfrutar un tebeo como no vaya en tapa dura, cuero, arena o cualquier otra chorrada que no afecte al interior.
Pero reírse del que se ha gastado 100€ en un Merlot en un buen restaurante mientras tú bebes calimocho en el parque, me parece tan ridículo como la inversa (y no entiendo de vinos). Cada uno sabrá en qué quiere gastarse el dinero, si le merece la pena o no. Sin más.
Luego por supuesto habrá ediciones muy buenas por muy poco dinero, y ediciones muy malas que cuestan mucho dinero.
Lo normal. Hay de todo, sin excepciones.
Pero creo que esto tampoco se trata de hacer una apología populista de que todos deberíamos ir en coches de segunda mano de hace 40 años con elevalunas de tirar de muñeca porque lo demás es tirar el dinero como imbéciles, ni que solo se pueda viajar en limusina porque si no, no disfrutas el viaje, pobretón.
No todo es cuestión de dinero, ni de comprar barato (o caro).