PUNISHER MAX 3: Frank
Como me gusta repetirme, pero no más de lo necesario, empezaré directamente con el análisis, entendiendo que estáis familiarizados con el dilema existencial que tengo respecto a Jason Aaron y con lo que significa el Punisher de Ennis para mí.
Este es decididamente el peor tomo de los actualmente escritos por el guionista Jason Aaron en esta serie; Punisher Max. No es porqué la historia sea mala, los diálogos no funcionen o la acción decaiga. Nada de eso. Es más, estoy seguro de que los que venían disfrutando de esta colección seguirán haciéndolo con este tercer tomo. Encontrarán desde luego una trama interesante y un escenario, el de la cárcel, que siempre ha dado mucho juego a este personaje. Por eso es obligado señalar que sus defectos no vienen por ahí.
El problema de este Punisher es que Jason Aaron no comprende al personaje. No lo entiende más que superficialmente, haciendo una copia inexacta -y equivocada- del personaje que es Frank Castle, tanto del clásico -el auténtico, nada de un loco matando porqué sí- como de la maravillosa interpretación de Garth Ennis. Y el problema de cuando se intenta trabajar con algo que no se comprende realmente, es que a veces se traicionan los principios básicos de la obra.
No es sin embargo la primera vez que tengo esta sensación respecto a este guionista, como algunos ya me habréis escuchado decir más de una vez. A pesar de su acertada caracterización, diría que muchas veces ni conoce ni representa a los personajes que caen en sus manos. Quizás sea así, o bien que quiera personalizarlos y ofrezca su versión particular sobre los mismos. De cualquier modo, en varias ocasiones los hace actuar como no actuarían, los hace decir lo que no dirían, y muestra en sus pensamiento ideologías más bien dispares. Pero centrémonos.
En este Punisher Max, en principio, podría parecer que Aaron ha calado al personaje. Mucho lenguaje inapropiado, un Frank más duro que el granito, violencia a borbotones con cero remordimientos, y los lápices de Steve Dillon, que ayudan a mantener la estética visual asociada al personaje.
Pero eso es solo la superficie. En su desarrollo psicológico, en su planteamiento personal, al profundizar en las motivaciones del personaje, Jason Aaron no encuentra la tecla. Es más, destroza lo anteriormente visto, y traiciona la síntesis del personaje, añadiendo "luces" a las partes oscuras de la historia. Contando específicamente lo que nadie había concretado, quizás por una buena razón.
Las ideas de Jason Aaron sobre un Frank Castle que no valora a su familia son absurdas y degeneran totalmente al personaje. Por mucha guerra del vietnam, por mucho demonio, por mucho desmembramiento que haya impartido. Ese no fue el mensaje que pudimos ver de la mano de Garth Ennis en su magnífico "Nacimiento". En ningún momento. Sin embargo, es la visión que Aaron ofrece del personaje en el presente tomo.
Aquel joven Frank Castle que vuelve a los brazos de su familia, está compungido y apenado, porque sabe que algún día, ese diablo que se ha traído consigo, los exigirá como pago. Sabe que su felicidad no durará, y eso lo hace sufrir. Busca una salida a ese infierno, una única oportunidad de esperanza, de salvación. Y esa salvación son su mujer y sus hijos.
Frank Castle quiere a su familia. Es un tipo serio, duro, frío, pero no insensible. El personaje nunca ha sido esa mezcolanza de zombie esculpido en hielo que Jason Aaron nos presenta aquí. Ni siquiera el personaje con décadas a sus espaldas, endurecido, de vuelta de todo, desapegado y solitario que vemos en la última etapa de Ennis actúa de esta forma, mucho menos el joven Frank.
Hay aquí muchos detalles, en este Frank Castle que nos presenta el guionista, que resultan inadecuadas, por artificiosas y oportunistas, ya que no demuestran en ningún aspecto el verdadero carácter de la persona que se ha retratado en varias ocasiones, desde Potts, hasta Bendis o el mismo Ennis.
Pasajes como en el que detalla como masacra alegremente a varios charlies ante la mirada incrédula de todo el pelotón, desvirtúan por completo lo visto en "Nacimiento". Ese afán de justicia, esa ira mal contenida, esa frialdad y sutileza con la que emerge el primer aviso del castigador al sancionar de forma extrema a uno de sus hombres. Nada tiene que ver ese despertar acerado y frío, con el relato artificial y de pasada que ejerce aquí Aaron. Y son como este, otro, todos pequeños detalles, pero detalles al fin y al cabo, que son lo que matizan un personaje y construyen una historia.
Nos encontramos luego, a modo de flashback, el paso de Frank por uno de sus primeros empleos tras la guerra, en un matadero. Obviando la poca verosimilitud que encierra el hecho de que los jefes peguen a sus empleados o les hagan chupar mierda (¿? Es pasarse un poco esta caricatura de los niñatos poderosos que hace lo que le da la gana como si los 70 fueran el medievo y no existieran ni los sindicatos ni nada meramente humano que mueva al civismo en una empresa; infantil, pueril y muy falso), la conducta de Frank al respecto es, de nuevo, exagerada. Falseada si se prefiere.
Tenemos por último la relación con Furia, como un punto más a favor de la sin razón de lanzar al personaje de Nick Furia a masacrar mafiosos para ganarse el favor de Frank (¿? Otro que ha quedado genial retratado
), algo que no veo claro, ni necesario, para la historia en ningún momento. No tanto por el hecho en sí, como por la forma en la que está llevado a cabo.
Y acabaríamos por fin en las escenas familiares de la familia Castle. Uno de los grandes errores de este tomo, algo que es un problema cuando especialmente la historia descansa sobre este hecho. Resulta cuanto menos curioso pensar, que si en 60 números al anterior guionista regular, no le dio por ahondar demasiado en el día a día de la familia, sería por algo. Y casi parece imposible no calcular, que si Garth Ennis no reparó en estos hechos, es porque no le convenía, ni a él ni a la historia, que se profundizara mucho en ellos, por no desdibujar al personaje, ni romper la mitología del mismo.
En estas escenas, no reconozco la actitud de María, su gran amor. No entiendo a sus hijos. Se lleva sin embargo la palma, la actitud deliberadamente autista de Frank respecto a su casa (una actuación que casi le habría valido para interpretar "Al rojo vivo") que resulta más impostada y absurda que otra cosa.
Con estas observaciones, adonde quiero llegar, es a que no tiene sentido retratar un Frank Castle que no siente apego alguno por su familia. Que no los conoce, que no los quiere, que está mejor sin ellos. Eso no es Frank Castle. Un Castigador que se forjó en la guerra, que ya era un asesino y que no necesitaba excusa alguna, no es más que un psicópata. No tiene un
leit motiv válido, porque se entiendo que no siente la perdida de su familia, no es un hecho definitorio para él. Le da igual. De hecho, el mismo quería que desaparecieran de su vida. Esto no solo tergiversa y malinterpreta el Punisher de Ennis, del que bebe este remedo de Aaron a manos llenas -con escenas sacadas íntegramente del imaginario de este autor- sino que contradice completamente la versión clásica del personaje.
Un Spiderman que no comprende mediante la perdida que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, no es Spiderman. Valga la analogía para Punisher y para cualquier personaje bien definido.
Y así es como he salido profundamente decepcionado de este tercer tomo, en el que no encontramos coherencia ni un desarrollo lógico a lo que se nos ha presentado en las pasada décadas. Pero no importa. Como dije al principio, muchos no repararan en esto. Leerán con avidez este tercer tomo, disfrutarán de una buena historia, y saldrán encantados con él. Porque en la superficie, este cómic funciona. En la superficie, parece Frank. Pero no lo es, y aunque la diferencia no está a flor de piel, es tan profunda que llega al hueso.
Una lástima, porque no lo estaba haciendo nada mal. Pero este personaje no es el que aparece reflejado en la portada. Es otro, entretenido, con cierta coherencia interna, pero mucho, mucho más aburrido y vulgar que el viejo Frank.
Cuando un personaje aguanta tantos años en primera linea, cabe pensar, que es porque sus cimientos están firmemente afianzados, que esos cimientos, son los que hacen que funcione. Alguien debería explicar a los guionistas que no han comprendido este concepto, que remover esos cimientos, jugar con ellos sin conocerlos, no puede dar nada bueno, o al menos, nada mejor que el original.
Rucka, te espero con ganas