He leído
Indestructible Hulk Nº 30 - 40.
Retomo la lectura de la serie tras mi
anterior comentario.
Por fin puedo hincarle el diente a la etapa de Gerry Duggan y ha merecido mucho la pena esperar para poder saborearla de una tacada. Bajo mi punto de vista, la mejor etapa del Goliat Esmeralda en la última década. No disfrutaba tanto del personaje desde Planet Hulk aunque, salvando las distancias, creo que esta es aún mejor, porque utiliza los elementos más cotidianos de Hulk para dar vida a una historia interesante, trepidante y muy divertida. Además, nada de incongruencias, ni bailes de dibujantes, ni patadas innecesarias a la continuidad. El guionista ha realizado un gran trabajo y me ha dejado con ganas de más. Una lástima que las Secret Wars rompan el ritmo, creo que el autor tenía cuerda para rato.
Tampoco puedo obviar el gran trabajo de Mark Bagley. Nunca pensé que diría esto de él, pero me ha parecido que llega a niveles espectaculares, mejorando mucho su estilo habitual. Casi parece que hubiese llegado a la colección en el momento adecuado de su carrera profesional. Aún mantiene el defecto de no saber dibujar pies, algo que con Hulk no le ocurre, pero salvo momentos puntuales, me ha parecido ver uno de sus mejores trabajos de los últimos años. Esto provoca una solidez en el tándem creativo que tiene como resultado una magnífica etapa a todos los niveles; un tebeo de superhéroes que nos hace recordar porque aún seguimos en la brecha después de tanto tiempo.
No pretendo buscar aspectos negativos en el trabajo de Duggan, pero hay que reconocer que esta etapa hunde sus raíces de manera evidente en uno de los momentos cumbre de la trayectoria del monstruo gamma. Obviamente, me refiero al largo periodo en el que el destino de Bruce estuvo guiado por el inigualable Peter David. Principalmente, tenemos reminiscencias de la época en la que Hulk se hacía llamar el Doctor, aunque ahora le añade el predominante color esmeralda al nombre, y vivía en el Panteón con la idea de hacer el mundo un lugar mejor. La premisa de ahora radica en algo muy similar, pero circunscribiéndonos al entorno que ha surgido en los últimos años alrededor de Hulk, formando casi una franquicia. En definitiva, bajo la excusa de eliminar la contaminación gamma de muchos de los habitantes del Universo Marvel, tenemos una limpieza de mucho de los conceptos que nacieron bajo el domino de Jeph Loeb. Y es que, más allá de lo interesante y entretenido que resulte el modo de hacerlo, esto no es más que una manera de limpiar el tablero de juego, dejando al menor número de monstruos gamma sueltos por el universo de la Casa de las Ideas, en un intento de conectar con el pasado en el que solo había un Hulk y una Hulka. No se puede negar que se ha hecho con mucho estilo, orquestando una trama sumamente interesante que rescata conceptos de Peter David, entre los que tenemos la posibilidad de ver como nuestro Hulk acaba convirtiéndose en el Maestro, su versión maléfica de un futuro distópico que parece que regresa con motivo del evento que está cocinando Hickman. El único problema que yo le veo a esta idea es que Hulk solo busca a los que en otra época fueron sus amigos o secundarios de la serie. Si bien es cierto que aparece el líder, incluso desentierra a un viejo conocido, no va en busca de aquellos que realmente suponen un peligro para la humanidad, al menos actualmente. En ese punto, el tema cojea un poco, aunque es algo sobre lo que el propio personaje reflexiona y de alguna manera nos hace partícipe de aquello que nosotros mismos podemos sospechar, pero que realmente no sabemos si se producirá en el futuro o no. Desde luego, se han dejado abiertos muchos caminos interesantes que se pueden explorar. Habrá que ver como queda el Universo Marvel tras el choque de los mundos y si en ese nuevo escenario tienen cabida este tipo de cuestiones que quedan en el aire.
Aparte de la erradicación de la radiación gamma, Doc Verde tiene una dura pugna de poder con su álter ego, temas personales que solucionar con la familia Ross, una mente científica en su mayor apogeo y una némesis, que parece un sosias de Hal 9000, pero con sus pautas cerebrales. Además, todo esto conducido a un ritmo frenético, con toneladas de acción y explosiones, un elemento que no puede faltar en la colección del Goliat Esmeralda, guiños al pasado, la resolución de temas pendientes como el intento de asesinato de Banner, y la creación de otros que han quedado en el aire, provocando que alberguemos un atisbo de esperanza para que este equipo creativo regrese tras el paréntesis del evento y continúe allá donde lo dejó. Si no fuese el caso, algo que creo que aún está en el aire, por lo menos nos queda esa escena final, en la que al menos, por un pequeño espacio de tiempo, nuestro protagonista a conocido la paz y la felicidad de forma interna como externa, consiguiendo exorcizar todos sus demonios. Seguro que el kung fu ha tenido algo que ver en eso, porque dudo que trabajar con Masacre tenga esos efectos secundarios. La respuesta, posiblemente, esté en el verde.