Leído The New Teen Titans #1-8 y DC Comics Presents #26 de Marv Wolfman y George Perez.
Era un clásico que tenía pendiente, como tantos otros. Este me apetecía particularmente, dada mi afición a los mutantes de Claremont y al hecho de que Los Nuevos Titanes han sido comparados no pocas veces con ellos. La puntilla fue el descubrimiento del crossover entre La Patrulla-X y Los Nuevos Titanes. No podía esperar más a no ya leer, sino poseer este clásico en algún lugar destacado de mi comicteca (destacaría mucho porque tengo pocos cómics
). De modo que me lancé por las recientes reediciones de DC en TPB, que pienso continuar bolsillo mediante.
Lo primero que hay que decir es que mis impresiones tras la lectura de los ocho primeros números de Los Nuevos Titantes de Wolfman-Pérez están a la altura de su enorme reputación. Como ya me imaginaba, el parecido entre mutantes y titanes no ha sido tan acentuado, pero es verdad que se perciben motivos comunes, básicamente que tener superpoderes no es incompatible con una existencia difícil, aunque se podrían mencionar otros parecidos, lo que voy a ir haciendo a medida que avance en esta reseña.
Para la presentación del grupo, se utilizó la cabecera de DC Comics Presents, añadiendo a los antiguos Titanes (Kid Flash, Robin, Changeling y Wonder Girl) unos nuevos, cada cuál portador de enigmas que se van desgranando poco a poco a medida que avanzan las historias. Es el caso de Raven, Cyborg y Starfire. Esto sí que me parece que supone un fuerte punto en común con la Segunda Génesis mutante, ya que se procede a una especie de ensamblaje entre nuevos y antiguos miembros, por más que Claremont solo usase al principio de Cíclope y, un poquito más tarde, a Jean Grey. Dejando ahora de lado los enigmas concernientes a los nuevos personajes, lo cierto es que el origen del grupo es, en sí mismo, un misterio. Cuando se presenta al grupo en DC Comics Presents #26, el lector se sume en la confusión, personificada a través de Robin, que de buenas a primeras se ve formando parte de un grupo con personas que ni siquiera conocía, todo ello representado a través de experiencias de despersonalización, como si tuviera algún tipo de trastorno mental que le hiciera ver visiones. Cuando uno acaba DC Comics Present #26, las cosas no están nada claras; sin embargo, la confusión tiene la virtud de producir intriga e incita a seguir leyendo.
Los siguientes números, ya de la serie regular, irán desvelando misterio tras misterio con un estilo que llamaría "de capas de cebolla" (no sé si esto tiene otro nombre técnico en narrativa). Cada una de estas capas funciona como un anzuelo para el lector, que no puede evitar devorar número tras número a la búsqueda de explicaciones. Es paradójico, porque como he dicho antes, la lectura de estos primeros números confunde y a la vez engancha, hasta que la claridad se va haciendo poco a poco en nuestra mente y agradecemos la espera con la que Wolfman va encajando trocitos del puzzle. Desde este punto de vista, creo que los siete primeros números (del octavo hablaremos luego) forman una especie de historia autoconclusiva, en la que vemos dos grandes tramas argumentales: la primera es la historia que está detrás de la formación del grupo, de la que Raven es protagonista; la segunda está formada por un grupo de historias más pequeñitas que cuentan los orígenes de los personajes nuevos: Cyborg, Raven y Starfire, como mencioné antes. Empezando por estas últimas, debo decir que me han encantado los orígenes de cada uno de los personajes.
El de Cyborg es mucho más mundano que el de las otras dos titanes (¿titanas?
), y está centrado en la relación de Victor Stone con su padre,
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El desarrollo de Victor Stone me ha parecido de los más interesantes, sobre todo en el octavo número, donde se ve cómo va aceptando poco a poco su nuevo aspecto pese a sufrir el rechazo de mucha gente (impagable la escena del béisbol con los niños, uno de los momentos bonitos de esta primera etapa). Hay mucho más allá del típico borde en el tratamiento de Cyborg
Por otra parte tenemos a Starfire, cuya historia nos saca de la trama principal para discurrir por una especie de épica cósmica. En este punto, los magníficos dibujos de Perez me han recordado mucho a la imaginería cósmica de la Patrulla-X con Dave Cockrum, o a la que puede verse en los 4F gracias al talento de Kirby.
Finalmente, tenemos la historia de Raven, sin duda el personaje más misterioso, y sus recurrentes desapariciones en el calor de la batalla. Esto a veces me ha parecido cómico por recordarme a Gandalf el Gris, que siempre tenía algo que hacer
Hay mucho que decir de este personaje, que me ha fascinado desde el primer momento, y que encuentro que guarda parecido con Doctor Extraño: las formas astrales (aquí llamadas "soul-self") y los viajes dimensionales, cuando no a la propia mente, de la titán, hablan por sí mismos de este paralelismo entre Raven y Extraño. La representación al dibujo de todas estas escenas que llevan al personaje al borde de la locura son otra muestra del dibujo genial de Perez y son bien reminiscentes de esos viajes psicodélicos del mejor Ditko.
En este caso, los orígenes del personaje acaban siendo el motivo por el que Raven decide formar un equipo adecuado para desafiar una nueva amenaza para La Tierra: el poderoso Trigon,
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. En un ejercicio de coherencia, Raven decide acudir antes a la Primera Divisón de La Liga de la Justicia para frenar al destructor de dimensiones, pero su petición de ayuda es rechazada al advertir oscuridad en el alma de la titán (titánide, titánida, titana, titania, titanesa...) Por eso se ve abocada a la única solución posible: la creación de un grupo de superhéroes de nuevo cuño.
Mediante una serie de juegos mentales, acaba convocando al grupo perfecto, a la cabeza del cuál coloca a un Robin con dotes de liderazgo que se encuentra en plena fase de emancipación de su mentor, Bruce Wayne, con el que no parece estar en buenos términos últimamente. Este es otro punto en el que destaca Wolfman, y es su habilidad para desarrollar una serie coral con mucha maestría, dejando que cada personaje sea único en lo que dice y hace, a la vez que necesaria su presencia por diferentes motivos que solo pueden atribuirse a cada personaje. Cada uno de ellos tiene un punto característico muy marcado, desde el "bufón", personificado en Changeling, al "borde", encarnado por Cyborg. Sin embargo, en tan solo ocho números ya parecemos conocer desde hace tiempo a cada uno de ellos, lo que habla a favor de la capacidad de Wolfman para crear "personajes tridimensionales", algo en lo que nuestro querido Claremont era también un verdadero experto.
No voy a contar los pormenores de la lucha con Trigon, pero me parece admirable cómo cada uno de los diferentes enemigos que aparecen (The Fearsome Five o Deathstroke) acaban conectados en alguna medida con el gran villano principal, de formas que nunca hubiera imaginado. Wolfman va trenzando los diferentes cabos de la historia como una especie de demiurgo, sabiendo en cada momento qué hace y hacia dónde va. Por esto precisamente, estas siete primeras historias se prestan mucho a una segunda lectura que ate cabos con más claridad, una vez tenemos el misterio resuelto. En otro orden de cosas, un detalle que me parece de época y me hace mucha gracia, es "el síndrome de los héroes inconscientes" que los villanos deciden dejar sin rematar porque siempre tienen algo más importante que hacer o "su muerte me procura poco placer", "mejor los esclavizaré para que me sirvan"
Este tipo de anécdotas proliferan en los Nuevos Titanes, quizá demasiado, pero como digo no es nada que no hayamos visto una y mil veces en los cómics desde los 60 como tarde.
El número octavo pliega un poco velas, nos ofrece un momento de respiro al estilo "One Day In The Life Of..." en el que vemos cómo encaja cada personaje en su nueva situación y, a veces, en su nuevo mundo. Personalmente encuentro deliciosos este tipo de números de descanso, y sí que me recuerdan mucho a La Patrulla-X. Los disfruto cual guarro en charca, la verdad.
Siguiendo con los parecidos con La Patrulla, otra cosa que podría quizá plantearse en cuanto a similitudes es la prosa de Wolfman, bastante recargada. Es verdad que se parece bastante a Claremont en la manera de plantear dilemas morales y cursos de acción posibles, pero cuando uno ha leído otras cosas de Wolfman, como puede ser (en mi caso, al menos) La Tumba de Drácula, se ve que Wolfman recuerda a Wolfman: sí, tiene una prosa un tanto pomposa (he aprendido cienes de palabras en inglés para hablar como un cortesano
), pero sin tanta afectación como la que es marca de la casa en Chris Claremont. Además, y al hilo de rememorar la Tumba, me han encantado esas referencias satánicas en los argumentos concernientes a Raven, que abre temáticas ocultistas bastante oscuras y que transmiten bastante mal rollo. En cuanto al tono, y puestos a seguir con la comparación patrullosa, también es cierto que los titanes de Wolfman son un poquito más adolescentes que los mutantes, y eso que los tenemos ya creciditos en edad universitaria.
En fin, qué pesado soy. Solo puedo decir que no veo el momento de hincarle el diente al segundo TPB yanqui. Lástima no tener tanta pasta como Changeling