¿Hay alguien ahí? Si no recuerdo mal, con esta misma pregunta, Iñaki Gabilondo inició algún programa de Año Nuevo en la Cadena SER.
¿Hay alguien ahí que se acuerde de los Titanes? Por mi parte, no me queda otro remedio que entonar el
mea culpa: no he escrito en este hilo desde el 15 de julio de 2011.
Pondría la mano en el fuego y no me quemaría al pensar que hay muchos aficionados al género de los superhéroes que tienen muy claro el momento en que DC Comics empezó a molar. Ese momento empezaría a finales de 1980, en los estertores de la década de los setenta, cuando DC empezó a marvelizarse. Incluso, podría decirse que todo fue gracias a la propia Marvel. Jim Shooter ascendió al cargo de Editor en Jefe de la Casa de las Ideas a principios de 1978. Fuese o no fuese directamente por las disputas que éste mantuvo con algunos de los guionistas y editores de la Marvel de los años setenta, el caso es que los Conway, Thomas, Wein y Wolfman acabaron en, o regresaron a, DC Comics. George Pérez, también. Aunque, en su caso, el mayor disgusto que tuvo con Shooter se produjo años más tarde, de la mano del frustrado crossover ochentero entre la Liga de la Justicia y Los Vengadores. Pero estoy divagando...
El caso es que, para muchos, DC empezó a molar cuando se marvelizó, un proceso, la
marvelización, que se dio durante la década de los ochenta.
Qué más da que antes de todo eso, mucho antes, fuesen las editoriales que, con el tiempo, acabarían constituyendo DC las que pusieran a la venta el primer superhéroe del cómic, Superman, y, un poco más tarde, a Batman. Ambos se convirtieron en dos de los patrones básicos del nuevo género. Que más da que, en esa misma época, también pusiera en los kioscos a la mayor superheroína de la historia: Wonder Woman. O al primer supergrupo de la historia: la Sociedad de la Justicia de América. O fuese la catalizadora de la resurrección del género, tras unos años de capa caída (superhéroes de capa caída, buen chiste), gracias a un nuevo Flash, entre otros personajes. O la publicación de muchísimas historias que, a pesar de sus defectos o carencias, eran la quintaesencia de la imaginación. En realidad, no es que haya leído muchas de esas historias, pero si Grant Morrison las reivindica estamos ante un caso parecido al agua: algo tendrá cuando la bendicen... O la Patrulla Condenada: ¿hubo serie, y grupo, más extraño en la Silver Age? Morrison sabe. O la Legión de Superhéroes, que tiene a Carlos Pacheco enamorado. O la década de los setenta que, de la mano de DC, nos trajo el Batman de Englehart y Rogers, el Manhunter de Goodwin y Simonson, Green Lantern/Green Arrow de O'Neil y Adams, el Cuarto Mundo de Jack Kirby...
Qué más da. En el fondo, y en cierta manera, es verdad que DC Comics moló mucho en los 80.
En julio de 1980, se puso a la venta DC Comics Presents 26 (con fecha de portada de octubre). En su interior, había tres historias, pero la que nos interesa es la segunda. En 15 páginas, Marv Wolfman, George Pérez y Dick Giordano presentaron los New Teen Titans, la nueva formación de un viejo grupo sesentero del universo DC: los Teen Titans, los Jóvenes Titanes. Al mes siguiente, apareció el primer número de la nueva serie regular dedicada al grupo.
Hacia 1982, siendo John Byrne el pasado de La Imposible Patrulla-X, se decía que la serie de los Titanes era la mejor Patrulla-X del momento. Pero Claremont supo demostrar quien hacía la mejor Patrulla-X posible y, de paso, cruzó la vida de sus criaturas con la de los Titanes, junto al matrimonio Simonson. Pero vuelvo a divagar...
Wolfman invitó a Pérez a pasarse a DC para relanzar a los Teen Titans. Pérez aceptó, pero con la idea de encargarse, en el momento en que fuese posible, de La Liga de la Justicia de América. Quiso la amante de Thanos que pudiera realizar su propósito: Dick Dillin, dibujante de la JLA durante los últimos 12 años, murió en marzo de 1980; su último número fue el 183, y Pérez empezó a dibujarla a partir del 184.
El dibujante no confiaba mucho en el éxito del grupo de adolescentes; su trayectoria editorial no aportaba mucha confianza. Curiosamente, New Teen Titans gustó. Por su parte, Pérez se sintió muy involucrado con su nueva serie, creativamente hablando, y terminó por abandonar la colección de la Liga, tras apenas diez números no consecutivos. Cuántas vueltas da la vida; en ocasiones, vueltas de campana.
Len Wein, editor de la serie, y Wolfman decidieron, acertadamente, construir un nuevo grupo de Titanes mezcla de viejas glorias y personajes de nuevo cuño. Por una parte, mantuvieron a tres de los fundadores: los sidekicks de dos de los mayores héroes del universo DC y un personaje relacionado con la mayor de las superheroínas del Multiverso multiversal. Dick Grayson, el primer Robin, asociado a Batman desde 1940. Wally West, Kid Flash, vinculado al segundo Flash desde 1959. Y Donna Troy, Wonder Girl, aparecida por primera vez en 1965. Los otros dos fundadores (el segundo de ellos, de forma retroactiva) quedaron fuera de la nueva formación. Aqualad, aparecido en 1960, requería de la presencia de agua, y a Wolfman no le apetecía ambientar sus historias obligatoriamente cerca del mar, o que siempre hubiera una piscina en la viñeta siguiente. Speedy, el segundo gran sidekick del universo DC, nacido en 1941, era... Bueno, era nuevamente víctima de la maldición de los arqueros DC, nunca invitados en la fundación de un grupo. Pero eso es una historia para otro momento...
Del resto de los viejos miembros del grupo, algunos interesantes, otros ciertamente bizarros, sólo se recuperó a Beast Boy, aparecido por primera vez en 1965, pero con un nuevo nombre: Changeling. Destinado a ser el gracioso del grupo, y contrapunto de uno de los nuevos personajes, vinculaba la nueva serie a ese grupo tan extraño: la Patrulla Condenada.
Hasta aquí, las deudas con el pasado. Por su parte, las nuevas adquisiciones del grupo posibilitaban plantear historias enmarcadas en tres temáticas fundamentales para el género de los superhéroes: llevar a los Titanes fuera de la Tierra, gracias a Starfire, la princesa Koriand'r, una alienígena procedente de Tamaran; mucha tecnología, de la mano de Victor Stone, Cyborg; y una pizca de magia, de la mano de Raven. Lo cósmico, lo tecnológico y lo mágico quedaban definitivamente vinculados a los Jóvenes Titanes, que ya habían heredado del pasado lo más detectivesco, lo científico, lo mitológico y las gracietas.
Pasaron los años. El grupo conoció nuevos miembros (una traidora, el hijo de unos de los principales archienemigos del grupo, algún miembro setentero del grupo que regresó, y uno de los adolescentes más repelentes del universo DC, entre otros). También adquirió una nueva cabecera en 1984 y, poco después, George Pérez la abandonó. En esos momentos, llegó el paroxismo de la marvelización gracias a Crisis en Tierras Infinitas, realizada por los propios Wolfman y Pérez. Entonces, el dibujante se fue a pastos más frescos, Wonder Woman, que pudo controlar casi desde su reinicio.
Siguieron pasando los años. Corría 1988 cuando este equipo creativo de lujo volvió a encontrarse en la serie de los Titanes, coincidiendo con un cambio en la cabecera que pasó a llamarse New Titans. Y es que la mayoría de personajes ya no eran tan, tan teens. Contemporáneamente, empezó a fraguarse una historia que debía publicarse en formato novela gráfica. Circunstancias, más o menos explicadas por los autores, imposibilitaron que fuese terminada en su momento. Pero Pérez sí dibujó unas 70 páginas. En años posteriores, se reemprendió el proyecto sólo para volver a aplazarse de nuevo. Finalmente, en septiembre de 2011 se puso a la venta New Teen Titans: Games. Y ECC tuvo a bien publicarla en el mismo momento en que empezaba su singladura en las librerías: enero de 2012. La editorial respetó el formato y le puso el título de
Nuevos Titanes: Juegos, eliminando (en mi opinión, acertadamente) el adjetivo Jóvenes. En el prólogo y el epílogo de la novela gráfica, Wolfman y Pérez explican las circunstancias del nacimiento, parálisis y alumbramiento final de la historia.
En su momento, empecé a leer la historia con sumo gusto. La prosa de Wolfman, los dibujos de Pérez, aquellos personajes a los que quiero muchísimo, en una historia cuya introducción se alargaba de una forma maravillosa, situando y ambientando a viejos y nuevos lectores, me embriagaron. El problema llegó en el momento en que, metidos ya en faena, muere un viejo personaje de la serie. No, no era ningún miembro del grupo. Pero mis biorritmos no están para leer ciertas cosas y decidí abandonar la lectura.
Hace un par de semanas, ordenando cómics, la novela gráfica apareció debajo de una pila de grapas y tomos. ¿Por qué no terminé de leerla en su momento? Ah, sí, el estómago, que lo tengo delicado. Pero,
¡què putes! Hay que leerla, sí o sí. Estamos hablando del guionista que, con permiso de Claremont, mejor supo retratar un grupo de jovenes superhéroes en la década de los 80; que consiguió hacer evolucionar al eterno sidekick; que mejor supo retratar duras relaciones entre padres e hijos; que narró como (casi) nadie la vida de un puñado de personajes más allá de las típicas aventuras, y que sufriésemos con sus desventuras; que, en definitiva, nos enamorásemos de una colección de personas de papel. Y estamos hablando de uno de mis dibujantes mainstream preferidos: George Pérez.
Volví a leer el prólogo de Wolfman y decidí dejar la relectura del epílogo de Pérez para el final. De nuevo, la sensación de que la historia goza de una larga introducción. Conseguír traspasar el momento de la muerte de aquel personaje. Ciertamente, un personaje de ficción de sus características y su forma de ser no puede tener una muerte más significativa en función de, precisamente, su personalidad.
Dick, Donna, Kory, Vic, Gar, Raven, Joey y Danny siguen siendo ellos mismos. Ni más, ni menos. Dick, resolutivo. Donna, responsable. Kory, impulsiva. Vic, serio. Gar, graciosillo. Raven, misteriosa. Joey, encantador. Y Danny, insoportable. Pero la historia sirve, en última instancia, para rematar viejas rencillas. Por desgracia y, en mi opinión incomprensiblemente, la historia ha quedado fuera de continuidad... fuera de la continuidad de un universo, de momento, clausurado. Me gustaría tener más frescas las historias ochenteras para ser capaz de ubicarla cronológicamente, tomando como referencia el personaje difunto, la intervención de King Faraday, y ese final tan espectacular. Así, podría extenderme más en algunos aspectos de la historia, pero también sería entrar en spoilers concretos. Por otra parte, me gusta especialmente que, en las dos últimas páginas, aparezcan Garth, Roy, Wally y Lilith. Y que todo termine con una broma y con una nueva quedada, del estilo de aquélla de la miniserie Tales of the New Teen Titans de 1982.
Como notas negativas, la historia es, en algunos momentos, algo confusa. Y alguno de los diseños de los villanos es de dudosa calidad, y Pérez me perdone. Pero, en ningún momento he tenido la impresión de que algo fallase debido al tiempo transcurrido entre la realización de las 70 primeras páginas y la del resto, hasta las 120 extraordinarias páginas de las que consta esta bella historia. Una historia que ha conseguido transportarme a mis 18 años, cuando descubrí el grupo, de la mano del vol. 2 de Zinco. Pero también a mis, ya muy pasados, 30 años, cuando conseguí, con bastante esfuerzo, tiempo y no menos dinero, completar mi colección del vol. 1 de la misma editorial.
Sirvan mis palabras como un sentidísimo homenaje a los Nuevos Titanes, a Marv Wolfman y a George Pérez.
¡Larga vida a los Titanes!
Un saludo,
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