Creo que se refiere a meter a un puñado de zombis, hombres lobo y vampiros sin más
Yo también comparto esa opinión, aunque por lo demás la historia está bien
La de
Mingo también me ha gustado. Espero a ver cómo sigue
Gracias por las críticas,
Vazquez y
DarkPhoenix. Aquí van los siguientes capítulos...
Capítulo XXXI
Yuichi contempló cómo Akabane se retorcía. No entendía por qué Matsui había atacado tan de repente, y no le gustaba. En realidad, había muchas cosas que no le gustaban de Matsui, y sabía que no podría seguir conteniendo su fuerte odio hacia él.
Entonces, con un gesto rápido, Akabane se llevó la mano al pecho, se quitó la daga y la arrojó al suelo con violencia. Isobe, Matsui y Yuichi se quedaron mirándolo sorprendidos.
-Un pequeño detalle que se me había olvidado comentar… Hace 20 años, Tankado me mató. Hice un trato con mi señor y le fui fiel todos estos años. Como recompensa, me cedió Hiroshima.
Isobe y Yuichi desenfundaron sus respectivas katanas. Isobe se preguntó extrañado si su nueva katana serviría contra Akabane.
Capítulo XXXII
Himeno llegó a la sala en la que había conocido a Akabane. Éste, en aquellos momentos, parecía a punto de arremeter contra Isobe, Matsui y Yuichi. Himeno sonrió para sus adentros y preparó su katana, dispuesto a colaborar en el ataque.
La Cortahierbas centelleaba en mano de Isobe. Himeno la miró con recelo. Atacaría primero a Isobe, y que Akabane se ocupara de los otros dos.
Entonces un demonio cayó del techo. Himeno retrocedió. Pocas cosas podían sorprenderle. Aquella había sido una, pero había aprendido a no gritar aún con semejante sobresalto. Kosei se lo había enseñado.
Himeno sintió unos pensamientos extraños. Comprendió que el demonio se estaba metiendo en su mente. Era algo que nunca le habían hecho, y no le gustaba. Su concentración de ninja le permitiría acabar el contacto en cualquier momento, pensó, y se confió. Sin embargo, el demonio pareció sentirlo.
“Has fracasado, humano.” Himeno no sintió aquellos pensamientos en su mente, sino un extraño caos de ideas que le llevó a comprender aquello. Comprendió que la mente del demonio no era como la suya, ordenada y bien amueblada, sino completamente caótica, pero astuta a la vez.
“¿Por qué?”
“No has protegido a Akabane. Se te advirtió que si no lo hacías morirías.”
Himeno comprendió en aquel momento cómo Akabane había podido recibir noticias de Sugimori tan pronto. Todos los siervos de Takahashi usaban la telepatía para comunicarse entre sí. Había una red telepática creada por demonios.
“Akabane no ha sufrido daños, demonio.”
“El hombre llamado Matsui le ha clavado una daga en el corazón. Mi señor considera que eso es sufrir daños, y morirás por ello.”
Capítulo XXXIII
Akabane embistió directamente contra Matsui al tiempo que desenfundaba una katana. La katana pasó rozando el cuello de Matsui, que se tiró hacia atrás. Entonces Yuichi atacó a Akabane. Akabane paró la katana de Yuichi con la suya y empujó, ejerciendo presión al tiempo que deslizaba la katana para quitarle la suya a Yuichi.
La katana de Yuichi salió volando por los aires y Akabane se preparó para rematar a Yuichi, pero Isobe interpuso su misteriosa katana. La espada de Akabane se partió por la mitad limpiamente. Entonces Isobe giró y le arrancó la cabeza de cuajo a Akabane.
Capítulo XXXIV
De alguna manera, Himeno sintió cómo la mente del demonio se deslizaba y contactaba con la de alguien. Fuera Takahashi, Sugimori, un ninja u otro demonio, a Himeno no le gustó. Sabía lo que significaba aquello, y no estaba dispuesto a permitirlo. Atacaría al demonio en aquel momento.
Sin embargo, el efecto también se produjo al revés, y el demonio supo que Himeno iba a atacar. Se quedó inmóvil para hacer una finta, pero Himeno supo que la haría.
Era una batalla imposible de ganar, en la que cada rival sabía lo que iba a hacer el otro antes de que lo hiciera. Cada uno sentía la mente del otro en la suya propia, una sensación extraña para Himeno, pero no para el demonio, como tener la cabeza dividida en dos y sentir ambas cosas a la vez, ver tu rostro y el de tu rival, sentir sus ideas, sus pensamientos. Planear sus movimientos, sus fintas, sus ataques y sus estrategias. Una batalla imposible de ganar en la que ninguno de los dos se molestó en moverse, sino que se quedó quieto mirando fijamente al otro.
Capítulo XXXV
El demonio estudió la mente de su rival. Una mente perfectamente amueblada. No como la de un demonio ni la de un humano normal, sino una mente entrenada y preparada para actuar.
Muy preparada para actuar. El demonio sintió cómo su rival planeaba ataques bajos, fintas, estocadas, cortes, patadas... Y cómo estudiaba la reacción del demonio ante cada idea, en busca de una reacción que le pasara desapercibida.
El demonio percibía cómo su rival planeaba si atacando por instinto no se sentiría su ataque. Pero es imposible atacar por instinto si quieres atacar por instinto, incluso para una mente tan amueblada y entrenada como la de Himeno.
Himeno sabía que no podía atacar por instinto sin más. Su mente estaba demasiado entrenada como para atacar por instinto, ya que planeaba cada ataque. El demonio lo sabía, y Himeno sabía que el demonio lo sabía. Era una batalla que se libraba en la mente, en la que cada rival pensaba lo que pensaba el otro, sin poder evitarlo, sin poder interrumpir la conexión mental.
Entonces Himeno decidió acabar con aquello. Sabía que fallaría, pero era la única forma de llevar la batalla al elemento que dominaba. Además, lo había preparado de forma que pudiera hacer una finta para contrarrestar el contraataque del demonio.
Realizó un corte horizontal con su katana, que el demonio esquivó fácilmente. Entonces fue cuando Himeno consiguió por fin reaccionar por instinto, algo imposible de hacer en un ninja experto, y lanzó su katana, cortándole la cabeza al demonio.
Después se sentó en el suelo, agotado tras el día de viaje, la batalla anterior y el subir la colina corriendo sin detenerse un solo momento. Había tenido suerte de que, cuando era más joven, sus actos fueran por instinto, al contrario que los de Sugimori. Aquella batalla había sido una prueba muy dura, pero sabía que habría más.
Capítulo XXXVI
Akabane se tambaleó. Su cabeza rodaba por el liso suelo. Entonces una forma empezó a surgir de su cuello. Fue extendiéndose, revelando una masa rojiza en medio de la cual brillaban dos astutos ojos, que tenían por pupilas dos finas rayas. Entonces, la nueva cabeza de Akabane abrió la boca, revelando unos enormes colmillos. La volvió a cerrar. Sus fosas nasales, sin ninguna nariz que las cubriera, tomaban aire y lo soltaban.
Entonces sus uñas se extendieron y se abultaron hasta convertirse en unas poderosas garras. Gracias a ellas comenzó a arrancarse jirones de ropa y de piel, revelando poco a poco su verdadero aspecto. Extendió unas fuertes alas membranosas, destrozando toda su vieja espalda, y rugió de nuevo.
-Demonio-murmuró Isobe.
Efectivamente, cuando Tankado mató a Akabane, el misterioso señor sintió la rabia y el odio palpitantes en su corazón. De forma que le resucitó, pero para resucitarle había hecho falta convertirle en un demonio. Akabane no había renunciado a su humanidad, ya que al contrario que el resto de los demonios, él no había nacido como tal; y su señor, a cambio de muchos años de servicio, le devolvió su piel y su cuerpo.
Matsui fue el primero en atacar, ya que era el mejor de los yojimbos y estaba preparado para todo tipo de giros inesperados. Se movió con agilidad lanzando unas dagas directas al corazón del demonio. Akabane se cubrió con las alas y rugió de dolor cuando las dagas le penetraron en la piel. Matsui saltó hacia él y le hizo un fino corte en el brazo, sobre todo para comprobar su velocidad y su capacidad de reacción.
El demonio reaccionó muy rápido y lanzó un poderoso zarpazo, pero Matsui ya estaba demasiado lejos, y además se había asegurado de cortar el músculo para disminuir su fuerza y, por tanto, su velocidad. Isobe y Yuichi atacaron entonces, los dos a la vez. El demonio agitó sus alas y se impulsó hacia atrás, mitad saltando mitad volando.
Matsui lanzó la daga que tenía en la mano para distraer al demonio mientras se acercaba Isobe. Akabane desvió la daga de un zarpazo con el brazo sano, pero Isobe ya se había acercado lo bastante como para hacerle un tajo en el torso con su misteriosa espada. El demonio rugió de dolor de nuevo, y Yuichi atacó.
Akabane le golpeó con un ala, lanzándolo contra la pared y provocando un crujido sordo, pero Yuichi consiguió seccionarle un cartílago de la misma. Esta vez Akabane rugió de dolor más que nunca. El dolor era insoportable, y suficiente como para distraerle mientras Isobe le cortara la cabeza. Aquella vez fue la definitiva, y Akabane cayó al suelo muerto.
Aunque igual es un poco largo, no podía cortarlo antes de que acabaran las dos batallas