X-MEN 5
Capítulo 47
Logan volvió a abalanzarse sobre él. Sabía que esta vez no cometería ningún error, que lo mataría.
CICLOPE: ¡Logan, para!
No sabía porqué, pero Logan se detuvo y lo miró. ¿A caso iba Cíclope a rendirse?
LOGAN: ¿Qué pasa?
Cíclope se retorció de dolor, y Logan pensó que era porque ya lo había herido lo suficiente, pero Scott no se llevaba las manos a las heridas, sino a la cabeza, donde Lobezno no le había tocado.
CICLOPE: Ohhhh… ¡Jean!
Logan se quedó inmóvil.
LOGAN: ¿Jean?
CICLOPE: ¿Que estamos haciendo, Logan? ¿Quién nos manipula?
Logan se miró las manos, sus garras llenas de sangre, sangre de su compañero, de su líder.
CICLOPE: Jean me llama. Tenemos que ir. Nuestros X-Men están muriendo. Tenemos que ir.
LOGAN: Apocalipsis… ha estado aquí, puedo olerlo.
Logan dirigió la mirada hacia arriba y miró a la persona que los observaba, la Reina Blanca.
LOGAN: Emma, Emma Frost. Fuiste un X-Men.
EMMA: Te equivocas.
CICLOPE: Emma…
Cíclope la miró de rodillas y le imploró.
CICLOPE: Emma, ayúdanos a salir de aquí. Ayúdanos a salvar a los mutantes.
EMMA: ¿En serio crees que me voy a manchar las manos por esos insectos?
LOGAN: Emma son tus niños los que mueren ahí fuera. Una vez me dijiste que son el futuro, si no hacemos nada matamos el mañana.
Emma dudó. Miró a Cíclope y se decidió.
EMMA: Por aquí, rápido.
Logan agarró a Cíclope y tiró de él. Sus heridas ya estaban casi curadas y levantó a su casi desmayado compañero como si nada. Emma se reunió con ellos a la entrada de las escaleras y se pasó un brazo de Scott sobre el hombro para ayudar a Logan a soportar su peso.
CICLOPE: Sabía que no nos abandonarías, Emma.
Dijo apenas sin fuerzas.
EMMA: Tenéis suerte de que haya invertido parte de mi fortuna personal en esta maldita ciudad.
Scott sonrió sin fuerzas.
Salieron a la calle y vieron el caos. Había un Centinela tumbado en mitad de la avenida, manos de personas sobresalían por debajo de él, gente atrapada, tal vez muerta. Vieron a Bobby pasar rápido en su tobogán y al otro extremo de la avenida a Júbilo atacando a unos cyborgs. Varios mutantes más se habían añadido a los X-Men en la defensa de la ciudad y usaban sus poderes para atacar a los cyborgs.
Coloso aguantaba el peso de un brazo del Centinela caído mientras gente salía de debajo. Entre tanto, Kitty se introducía por el robot para buscar supervivientes.
EMMA: Oh, por Dios. Que hordas de asesinos. Mirad lo que han hecho con el edificio de Magneto.
Miraron al final de la avenida, pero el edificio ya había desaparecido casi por completo. Sobre los escombros del hangar se mantenía, por poco tiempo, intacto un pequeño Jet. La cara de Scott se iluminó.
CICLOPE: Allí.
LOGAN: Vamos.
Oyeron la voz de Bobby dando órdenes a Kitty.
BOBBY: ¡Tiene que estar! ¡Búscala, maldita sea!
LOGAN: ¡Drake!
Bobby se detuvo al oír esa voz familiar, eran Logan, Scott y Emma Frost.
LOGAN: ¿Qué ocurre?
BOBBY: ¡Logan! Es Pícara, está atrapada bajo ese Centinela.
A Logan se le heló la sangre. Se detuvo.
CICLOPE: Logan… tenemos que encontrarla, podría seguir con vida.
LOGAN: No, tú tienes que seguir, yo me quedaré.
Scott lo miró agradecido.
CICLOPE: Te debo una, amigo.
LOGAN: Devuélveme el favor ayudando a Jean.
Scott asintió con una sonrisa. Logan corrió hacia donde estaban Coloso y Kitty.
Emma y Cíclope siguieron adelante. Algo explotó sobre ellos y peligrosos fragmentos de edificios volaron hacia ellos, entonces Emma se convirtió en diamante y protegió con su cuerpo a Scott.
Él la observó un segundo. Era fría y orgullosa, pero sabía que bajo esa coraza aparentemente impenetrable había un buen corazón y se alegró por ella. Casi habían llegado al avión, casi había llegado para responder a las súplicas de Jean.
Mientras, Coloso y Lobezno hicieron acopio de fuerzas y consiguieron levantar del todo el brazo del Centinela. Por fin la vieron, estaba debajo de un mutante enorme que aplastaba sus pulmones y todo su ser. Estaba inmóvil, fría, Coloso puso su mano sobre su cara, buscando un recodo de calor, pero no sólo no lo encontró, sino que tampoco sintió que le succionara los poderes, como solía hacer. Logan soltó un aullido de dolor, tan primario e instintivo como el del lobo que una vez había sido.