Hoy como cada día, una nueva entrega de vuestros mutantes favoritos
X-MEN 5Capitulo 23Magneto caminaba con paso firme hacia las celdas instauradas en los subterráneos de su edificio principal. Cada celda había sido construida con unos requisitos especiales que pudieran contener los incipientes poderes de los presos. Pero la verdad es que para contener a Destino no hacía falta ningún calabozo especial. Aún así, la mandó llevar a la zona de alta seguridad. Sabía que muchos la codiciaban y él, que había sido el primero en encontrarla, no la iba a perder ahora.
La miró con gravedad y aires impolutos. Irene Adler era mucho mayor de lo que recordaba. Tan sólo la había visto un par de veces en compañía de Charles hacía muchos años. Nunca habían hablado, y él nunca había sabido que era una mutante.
DESTINO: Hola Erik. ¿Cómo esta Raven?
MAGNETO: Mística ya no está conmigo.
DESTINO: Chica lista.
Magneto hace una mueca.
MAGNETO: Así que tienes el don de ver el destino.
DESTINO: El don de la precognición.
MAGNETO: ¿Sabes que te busca mucha gente por sea lo que sea lo que hayas visto?
DESTINO: Sí, lo sé. Y podía haberme marchado de Genosha y haberme escondido.
MAGNETO: ¿Y porqué no lo hiciste?
DESTINO: Estaba destinado que fueras tú el que me encontrara primero.
MAGNETO: Háblame de Genosha. Será una gran ciudad. ¿Verdad?
DESTINO: ¿En serio quieres saberlo?
MAGNETO: Más que nada en este mundo (con ansia)
DESTINO: Cuando miro a Genosha sólo veo muerte, caos y destrucción.
MAGENTO: La que inflingiremos sobre los humanos.
DESTINO: No. La que infringirán sobre ti.
Magneto se queda pálido.
MAGNETO: Cuándo, cómo.
DESTINO: Mi clarividencia no ha visto más detalles, pero hagas lo que hagas para evitarlo, Magnus, ocurrirá.
Capítulo 24Scott se arrepintió de haberse quedado dormido en el sofá de la sala de profesores, la espalda le dolía y no podía encontrar absoluto silencio debido a la incesante televisión que crepitaba en la habitación de al lado.
En realidad no sabía bien que hacía allí, pero por un momento se dio cuenta de que huía de todo. No afrontaba que Ororo se hubiera ido, ella era su mano derecha, sin ella en el campo de combate él se quedaba prácticamente ciego. Por otro lado tenía miedo de enfrentarse a la dura verdad que le esperaba en su habitación, Jean sabía lo de Alcatraz, todo lo que pasó allí, y no es que la chica no tuviera una menor idea de lo que había pasado en el complejo, sino que le habían hecho repetir la experiencia. Temía que se volviera a convertir en oscura, temía volver a perderla.
Oyó un crujido tras la puerta, el pomo se giró, pero nadie la abrió. Pensó que era Jean, que había bajado a buscarlo. Pero fuera quien fuera no entró en la sala. Scott se levantó y agarró el pomo, esperó un segundo, como si su sentido común le dijera que no la abriera, y por fin lo hizo. Pero lo que se encontró tras ella no eran los ojos cálidos de Jean, ni de nada parecido a lo que hubiera visto nunca antes, y eso que había visto cosas extrañas, pero aquellos eran los ojos de la muerte.
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Jean se despertó en medio de la noche. Aún con los ojos cerrados oyó un leve suspiro en la habitación. Se giró para mirar a Scott, pero él no estaba allí. Palpó su lado de la cama y conservaba ligeramente la calidez que un cuerpo allí acostado le debía haber pegado, pero la cama no estaba desecha, y el pijama de Scott seguía doblado sobre la silla, como si nunca hubiera llegado a acostarse.
Supo en ese momento que algo no iba bien.
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Apocalipsis había arrastrado a Scott hasta la Sala del Peligro. Al X-Man, la eternidad que suponía bajar a la zona subterránea de la escuela le pereció un segundo debido a lo terriblemente mareado que se sentía. Era como si el monstruo emanase un aura que lo atontaba y le hacía sentirse vulnerable.
Cuando llegaron a la Sala, Apocalipsis lo arrojó contra el panel de mandos y Scott se resintió del golpe, y cayó al suelo. En vez de intentar protegerse o contraatacar al posible plan que seguramente Scott ya tendría en mente, Apocalipsis se limitó a quedarse de pie, riéndose a carcajadas, una risa que le heló la sangre a Cíclope. Aún en el suelo, busco en su sien el botón que liberaba una letal y carmesí ráfaga.
APOCALIPSIS: ¿De verdad crees que tus insignificantes rayos pueden hacerme algo?
CICLOPE: No tientes a la suerte.
APOCALIPSIS: Pero Cíclope, ¿no comprendes niño? ¿Lo gran jinete que podrías ser?
CICLOPE: Ni en tus mejores sueños.
APOCALIPSIS: Entonces no tienes elección.
CICLOPE: ¿Qué?
APOCALIPSIS: Si no te unes a mi, ella morirá.
CICLOPE: No lo hará. No si yo puedo impedirlo.
APOCALIPSIS: Ahí está el problema, es que tú no puedes impedirlo. Nadie puede.
CICLOPE: ¿De que hablas?
APOCALIPSIS: Según Destino, el Fénix Oscuro volverá a alzarse una segunda vez.
CICLOPE: No. No es posible.
Scott, de rodillas, estaba apunto de derrumbarse completamente en el suelo. Seguía con la mano en el botón del visor, pero por algo que se escapaba a su lógica, no era capaz de apretarlo. Necesitaba oír más, necesitaba saber como salvar a Jean.
APOCALIPSIS: Pero yo puedo ayudarte, hijo. (Le pone una mano en el hombro)
CICLOPE: ¡Aparta!
APOCALIPSIS: No seas orgulloso. Uníos los dos a mi, y con el poder que yo le de a tu vástago, podremos aplacar al Fénix Oscuro.
CICLOPE: Tú sólo quieres matar a mi hijo.
APOCALIPSIS: Para qué matarlo, si puedo hacerlo uno de los míos. Es la única forma de salvarlos, de salvaros los tres.
CICLOPE: (Negando con la cabeza) Yo soy un X-Men. Nunca lo permitiremos.
APOCALIPSIS: Summers, si no puedes contra el enemigo, únete a él.
Scott suelta la mano del visor y cae hacia delante, apoyando las palmas contra el suelo, evitando así caerse del todo y mantenerse un momento más de rodillas y con dignidad, jadea confuso. Después niega fuerte con la cabeza, permitiendo que broten lagrimas de sus ojos.
¿La condenaba a ella por salvaguardar el sueño de Xavier?
APOCALIPSIS: Entonces, cobarde, mátala a ella antes de que nos mate a todos nosotros.
Se va y deja a Scott tendido en el suelo, presa del pánico.