Balas Perdidas #7: ¡Libertad!
Título original: Freedom!
Fecha de publicación: Noviembre de 1995
Ambientación: Septiembre a noviembre de 1982, casa de los Applejack
Protagonistas: Virginia Applejack
Otros: Tom (su padre)
Resumen:
Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.
Reflexión personalDebí dejar la metáfora de la cerilla que usé en el #4 para este momento. Porque eso es Tom, y ni todo el amor de las dos manitas de Virginia pueden cobijarlo del viento.
Y así, con el cohete del universo desquiciado de Amy Racecar aterrizamos de golpe en lo más íntimo y doloroso. Y el dolor no es la muerte de su padre, que queda claro desde el comienzo (y en números anteriores) sino que Lapham, tan hijo puta como siempre, te hace vivir todo su deterioro desde el primer momento.
Aquí no hay muerte dulce, con familia reunida alrededor de la cama y un último aliento en paz. No. Aquí lo que hay es la vida tal cuál, o mejor dicho, muerte en su forma más sucia, dura e inmisericorde. Virginia (y con ella el lector) asiste a la demolición de ese hombretón que partía la leña de un solo golpe y que la abrazaba diciendo “todo irá bien” en una viñeta para recordar. Ese padre de brazos cálidos se va deshaciendo hasta volverse frágil, enclenque, oculto tras la puerta de un dormitorio que se cierra. No sé si para ahorrar a la niña el espectáculo, o a nosostros mismos.
Lo único que le queda a Virginia es un atisbo de lo que está perdiendo, que es todo. ¡Todo! Así que se encierra en su cuarto fumando, llorando y escribiendo con rabia. Su refugio no son las, eso ya lo sabe, imposibles vacaciones prometidas, sino el papel en blanco, el folio donde plantará la semilla de
Amy Racecar, porque cuando no puedes hacer otra cosa salvo mirar como se aleja la ambulancia, cuando el mundo real se vuelve tan insoportable, inventas otro nuevo para sobrevivir.