Motorista Fantasma: Marvel Limited Edition 4: El Demonio Interior (1979-1980) Reseña en la web de Universo Marvel:https://www.universomarvel.com/resenas-motorista-fantasma-marvel-limited-edition-4-el-demonio-interior-1979-1980/Cuarto tomo recopilatorio de la colección clásica del Motorista Fantasma.
Tras la buena, aunque breve, etapa guionizada por Roger McKenzie, esta nueva entrega trae consigo un nuevo guionista estable en la figura de Michael Fleisher. Un autor que se había prodigado muy poco en el Universo Marvel, que realiza aquí su trabajo más extenso para la editorial. Fleisher guioniza la totalidad de los números incluidos en este tomo y continuará en el siguiente.
En el apartado gráfico, en cambio, no hay cambios. Sigue y seguirá en manos de Don Perlin, que dibuja también la totalidad del tomo con la única excepción de dos números a cargo de Carmine Infantino.
La colección del Motorista Fantasma podríamos decir que es la representación marveliana del oeste americano. El escenario en el que vive sus aventuras el superhéroe llameante es una de las propiedades distintivas del título y Michael Fleisher viene precisamente a potenciar esa particularidad como nunca hasta ahora.
Johnny Blaze es, más que nunca, un lobo solitario que vagabundea por las regiones del suroeste y las grandes llanuras de los EEUU. La América de los paisajes rocosos, las carreteras solitarias y las tierras indígenas, y ocasionalmente alguna gran ciudad. Una especie de justiciero fuera de la ley en la Norteamérica más desértica que es víctima de una maldición que le impulsa a la huida permanente. Para entendernos, algo parecido a la serie televisiva de Hulk, que precisamente data de justo antes que el contenido de este volumen.
En la primera mitad del tomo ni siquiera nos encontramos con adversarios que se acerquen al concepto de supervillano. En una larga serie de episodios, lo único sobrenatural que advertimos es el propio Motorista Fantasma.
A grandes rasgos, podemos asegurar que los guiones están fundamentados en una sinopsis común. El protagonista, que es un individuo errático que esconde un horrible secreto, se presenta en un lugar determinado, conoce a una chica, surge el amor a los dos minutos, aparecen los malhechores de turno, el protagonista los neutraliza y se ve obligado a largarse del lugar tras descubrirse su secreto.
Ya el primer número incluido es una buena muestra de todo ello. Ya de entrada sorprende ver a un Johnny Blaze chulesco en sus formas y también convertido en un donjuán. El caso es que Blaze conquista a la chica a la primera para luego tener que huir cuando ella descubre horrorizada su alter ego llameante.
A continuación, el Motorista Fantasma se propone vengar a unos motoristas acrobáticos asesinados en un sabotaje en su propio circo. De entrada, salta a la vista lo inconcebible que resulta ejecutar el número que pretende batir el récord de coches saltados por un motorista, en el interior de una carpa de circo. En cualquier caso, una anécdota en lo que no deja de ser un guion bastante disperso.
No mucho mejor es el arco argumental de la Secta de la Muerte. Otra historia del motorista como justiciero del oeste, al rescate de la chica de turno y huida final hacia otros lares.
Diría que lo más interesante de todos estos números es el trabajo narrativo de Don Perlin. Si bien estéticamente es un dibujante muy mediocre, Perlin nos ofrece un viaje por los paisajes de la América más montañosa y árida, escenarios que ya de por sí resultan enigmáticos.
El siguiente turno es para un científico que ha inventado una armadura nuclear con el fin de castigar a los políticos que no creyeron en sus tesis. Una historia en la que Fleisher pretende crear conciencia antinuclear pero que acaba convertida en una crítica política bastante chusquera.
A continuación, la temática motorizada pasa por la Fórmula 1, en una trama en la que el guionista pone algo más de jugo cuando Blaze queda amnésico accidentalmente. Lo interesante está cuando se transforma en su alter ego infernal puesto que el Motorista Fantasma sí que es consciente de todos sus recuerdos. Se podría entender como un intento por parte de Fleisher de separar ambas identidades en dos personajes mentalmente independientes, sobre todo viendo como ha estado potenciando el lado más aterrador del cabeza llameante en estos últimos episodios. En cualquier caso, la nueva realidad amnésica es tan fugaz que no pasa de este arco.
Sin embargo, la siguiente línea argumental insiste en esta misma idea cuando el oponente de turno logra separar a Blaze y a su alter ego en dos cuerpos. Se trata del primer arco argumental que cuenta con un adversario supoderpoderoso, un mago ataviado como Merlín llamado Azaziah que aparece de la nada. Su intención es revitalizarse absorbiendo la entidad diabólica del Motorista Fantasma con el fin de ejercer la tiranía. Argumentos bastante pobres en una historia de dos números transitoriamente dibujados por Carmine Infantino, a excepción de unas pocas páginas a cargo de Tom Sutton.
La idea del circo con motorista acrobático regresa en otra historia a la que tampoco le faltan ideas inconsistentes. Un motorista fantasma (entiéndase la acepción en el sentido de fanfarrón) llamado Flagg Fargo reta a Johnny Blaze a una prueba para resolver cuál de ellos es el mejor. Nuestra sorpresa viene cuando a Johnny se le cae el mundo encima por una simple derrota por la mínima. La absurda situación deriva en el escarnio de los matones del pueblo hacia un deprimido Johnny Blaze que se tira a la bebida por su condición de segundón. En fin.
En los tres últimos números incluidos, la colección entra ya de lleno en terreno fantástico y sobrenatural.
El Motorista Fantasma se enfrenta, en primera instancia, a unos gigantescos murciélagos controlados por un chiflado a través de un cristal místico. Un relato de terror y caza de brujas en la América profunda. Por lo menos es algo diferente.
Bastante más entretenida es la aventura que ocupa los dos últimos números del tomo. El cabeza llameante se encuentra de cara con el espíritu del dios comanche Manitou, que embarca a Blaze en un viaje en el tiempo. De este modo, nuestro protagonista se despierta en los tiempos del salvaje oeste donde conoce al Jinete Nocturno, un justiciero fantasmal al que ayuda a detener a un forajido de la época conocido como Tarántula. Esta vez sí, una buena aventura que sobresale por encima del resto de episodios del tomo.
Se da la circunstancia de que el Jinete Nocturno fue el primer personaje nacido con el nombre Ghost Rider, allá a mediados de los 60, en una colección de corta duración englobada dentro de la división de westerns de la editorial. Con el nacimiento y éxito del Motorista Fantasma no hubo más remedio que cambiar el nombre del Ghost Rider original por el de Night Rider. En esta misma colección que nos ocupa, el personaje del Jinete Nocturno quedará integrado en la actualidad Marvel, pero bajo una nueva identidad. En el próximo volumen lo veremos.
Conclusión.La colección del Motorista Fantasma sigue sin levantar cabeza en este cuarto tomo.
No estamos ante un material de calidad, quizás a excepción de la última historia incluida, pero puedo llegar a compartir que este tipo de aventuras sean dignas de pasar un rato relativamente entretenido si nos limitamos a los dos únicos puntos fuertes que posee la colección, el personaje protagonista y el escenario en el que se desarrollan sus correrías.