Los Cuatro Fantásticos: Omnigold 9: Cuando los Titanes Chocan (1976-1979) Reseña en la web de Universo Marvel:
https://www.universomarvel.com/resenas-los-cuatro-fantasticos-omnigold-9-cuando-los-titanes-chocan-1976-1979/De nuevo, estamos ante un nuevo volumen de la colección inaugural del Universo Marvel como tal, el noveno ya.
Dejábamos el anterior tomo en plena etapa guionizada por Roy Thomas, la segunda etapa de Thomas en los Cuatro Fantásticos, en realidad. Una muy buena etapa, en especial gracias a dos apasionantes sagas cósmicas. También cabe recordar que, justo al cerrar el comentado octavo tomo, el cuerpo de Ben Grimm regresa a su realidad rocosa tras un periodo de tiempo en el que volvía a ser de carne y hueso.
La parte inicial de este nuevo recopilatorio pone fin a la estancia de Thomas en los Cuatro Fantásticos, y lo hace, a mi parecer, con nota.
El primero de los números consiste en una de las clásicas historietas setenteras, en clave de humor, en las que los autores se divierten autoparodiándose. Con decir que el Hombre Imposible se presenta en la redacción de Marvel a exigir sus propias historietas, ya nos podemos imaginar el tono que sigue la narración. Diversión asegurada.
No se queda aquí la incursión en el género humorístico, porque el número que sigue es igual de cachondo.
En realidad, corresponde al inicio de una larga saga en la que reina el buen humor, pero este primer número es especialmente paródico.
Una saga que empieza guionizando Roy Thomas pero que termina un transitorio Bill Mantlo, aunque este último cuenta con la ayuda puntual de otros tres hombres de la casa en la tarea argumental, concretamente de Len Wein, Jim Shooter y Archie Goodwin.
En lo que respecta al apartado gráfico, se lo reparten entre George Pérez, Ron Wilson y Sal Buscema, mientras que el entintada corre a cargo de Joe Sinnott en casi todos los números. Da gusto comprobar cómo los trazos de Sinnott convierten en oro todo lo que tocan. Con que los tres dibujantes a lápiz completen un buen trabajo narrativo, como es el caso, es suficiente, porque de todo lo demás se encarga Joe Sinnott.
Volviendo a la jocosa trama del número inicial, estamos hablando de que a los Cuatro Terribles (bueno, en realidad los tres de siempre) no se les ocurre otra cosa que poner un anuncio en el periódico para hacer un cásting de selección del cuarto miembro del grupo, ¡Convocando a los candidatos en el cuartel de los Cuatro Fantásticos!
A partir de aquí, el despiporre.
El trio de villanos formado, recordemos, por el Mago, el Hombre de Arena y el Trampero, logran inmovilizar a los Cuatro Fantásticos con el único objetivo de convertirlos en espectadores privilegiados del surrealista cásting. Así que pronto se forma una larga cola, en el edificio Baxter, de tipos disfrazados de lo más ridículo que van mostrando sus "habilidades".
Entre los candidatos serios, varios nombres a destacar. En primer lugar, Tornado Tejano, de quien pronto volveremos a hablar. Luego están dos mujeres bien conocidas de la Marvel de esos años, que no se presentan al cásting precisamente con intención de unirse al trío de villanos. Se trata de Thundra, de sobras conocida por los lectores de los Cuatro Fantásticos, y de Tigra. Dos mujeres que aportan mucho juego en su relación con la Cosa, siempre en el plano humorístico.
Uno de los sketches más graciosos resulta del rechazo de los Terribles a que una mujer ocupe el cuarto puesto, tras las fallidas experiencias de Medusa y Thundra. Pero si no quieres arroz, aquí tienes dos tazas, porque se les presenta la propia Thundra y luego Tigra, para desesperación del Mago y sus dos socios. Una escena que también se puede entender como un bofetón al machismo, teniendo en cuenta el creciente feminismo en la sociedad en esos años.
Pero la mayor sorpresa nos la llevamos cuando conocemos al participante que acaba por obtener el puesto de Cuarto Terrible. Un ser monstruoso apodado el Bruto, que los lectores de Warlock recordarán por ser el alter ego del Reed Richards de la Contra-Tierra.
Los Tres Terribles, que ya han sido suficientemente puestos en ridículo, pronto desaparecen de escena, quedándose el Reed Richards contraterrestre como villano vertebral.
Hasta el momento, estamos ante un guion tan loco como entretenido. Un pequeño disparate, pero con toda la intención, pues Thomas saben muy bien dónde está en cada momento.
De la diversión y el humor pasamos directamente a lo emocionante cuando el Reed Richards malévolo logra hacerse pasar por el auténtico.
Aquí, Thomas juega a acumular distintas tramas alrededor de la principal, con resultados más que satisfactorios.
Para empezar, al cuarteto protagonista se han sumado Thundra, Tigra y el Hombre Imposible, formando un circo de lo más extravagante.
Pero pronto empieza el cúmulo de ramificaciones, cuando un Reed Richards (el auténtico) que ha perdido sus poderes elásticos, queda atrapado en la Zona Negativa. Allí se encuentra, como no, con Annihilus, pero un Annihilus que viene con intenciones muy diferentes a las que acostumbra. Pero eso no es todo, porque el Pensador Loco y uno de sus androides entran también en escena en ese mismo hilo.
Por si fuera poco, Agatha Harkness aparece por sorpresa para luego desaparecer junto a Franklin Richards. Y, finalmente, la Cosa se enfrenta a un potente robot que no se sabe de dónde ha salido.
Un cóctel explosivo de muchas cosas que, a la postre, funciona. Algún cabo suelto hay, como lo concerniente al robot, pero el ritmo frenético y lo emocionante de la saga, pasan muy por encima de los desajustes.
Hasta el emotivo sacrificio final, que puede parecer precipitado, creo que funciona.
Etapa Len Wein.Wein pasa a ser el nuevo guionista estable de los Cuatro Fantásticos, colección que se suma a la larga lista de obras guionizadas por el neoyorquino por esos tiempos.
La suerte de Len es poder contar con un equipo gráfico formado por George Pérez y Joe Sinnott durante casi toda su etapa.
Lo primero que hace el flamante nuevo guionista es retomar el hilo relativo a la desaparición de Agatha Harkness y el pequeño Franklin.
El cuarteto se desplaza a Whisper Hill, la mansión de los Harkness, donde se enfrentan a una especie de cíborg llamado el Eliminador. Batalla un tanto prescindible que los lleva hasta Nueva Salem. Mientras Reed se inventa unos brazos mecánicos extensibles para simular sus poderes perdidos. También prescindibles, francamente.
El pueblo de Nueva Salem resulta ser una suerte de secta de forofos de la brujería, liderados por el brujo Nicholas Scratch. Precisamente, el pueblo es el lugar de origen de Agatha Harkness. Una Harkness que ha sido condenada por alta traición por mezclarse con ciudadanos "normales".
A destacar el enfrentamiento de los Cuatro Fantásticos con un escuadrón de seres sobrenaturales de lo más pintoresco, los Siete de Salem, y poco más.
Bueno, sí, también el gran trabajo de Pérez y Sinnott. Porque lo que es el guion de Wein no da para mucho.
El turno ahora es para dos viejos villanos, el Hombre Molécula y Klaw, que asaltan el Edificio Baxter y logran derrotar al cuarteto protagonista y al Hombre Imposible, que parece haberse quedado en la colección de forma permanente.
El Hombre Molécula logra instalarse transitoriamente en el cuerpo de Reed, cosa que desencadena en la separación de los Cuatro Fantásticos al final de la historia.
Esta vez sí, un arco bastante entretenido, incluyendo diseños espectaculares de Pérez, como ese edificio andante.
La nueva realidad del cuarteto resulta el momento propicio para insertar un fill-in, seguramente por aquello de los plazos de entrega, realizado por Marv Wolfman y Sal Buscema. Un número en el que los autores hacen un repaso a toda la trayectoria de los Cuatro Fantásticos hasta el momento.
No es la primera vez que vemos a los Cuatro Fantásticos romper como grupo, pero sí la primera ocasión en la que se llega tan lejos. Hasta un punto en que cada uno de sus miembros emprende su propio camino laboral y cotidiano, y resuelve los conflictos y amenazas alejado de sus antiguos compañeros.
De esta forma, lo que nos encontramos son una serie de aventuras en forma de spin-off, pero bajo el paraguas del título de los Cuatro Fantásticos.
Y eso que Wein juega al despiste con un primer conflicto en el propio edificio Baxter, en el que Reed necesita la ayuda de sus compañeros. Pero no, la separación es definitiva. El conflicto, por cierto, lo provoca el Saqueador (hermano malvado de Ka-Zar, para más señas), que intenta robar la sofisticada maquinaria y armamento del cuartel haciéndose pasar por un agente de SHIELD.
El primer Fantástico en encontrarse en dificultades es la Antorcha Humana, que busca refugio en su pasión por las carreras automovilísticas. Y su oponente no es otro que Tornado Tejano, que ya conocemos del cásting de los Cuatro Terribles del inicio del presente tomo. Johnny, con la ayuda de su amigo Wyatt Wingfoot, hacen frente al supertipo sin que la cosa pase a mayores, pero nos queda la intriga del misterioso personaje para quien trabaja el tejano.
El siguiente turno es para la Cosa, en un arco donde se producen algunos cambios a nivel creativo. Un Len Wein ya a medio gas, a punto de abandonar Marvel, comparte la labor argumental con Keith Pollard mientras que Bill Mantlo pasa a escribir los diálogos. La parte gráfica queda también en manos de Keith Pollard y el entintado sigue siendo de Joe Sinnott, si bien Dave Hunt entinta uno de los números. Y volvemos a lo mismo, el embellecido de Sinnott logra que apenas notemos diferencia de calidad en el dibujo de Pollard respecto al de Pérez.
Volviendo al contenido, el arco nos trae el regreso de Darkoth, el demonio púrpura ya aparecido anteriormente en esta colección. Darkoth es un hombre atormentado, atrapado en una piel de demonio por obra y gracia del Doctor Muerte, que en esta ocasión sufre la esclavitud de Diablo, otro de los clásicos villanos de los 4F. El arco gira precisamente alrededor de la figura de Darkoth, de quien se desvela su verdadera identidad. Una línea argumental bastante entretenida, en definitiva, que supone un buen cierre para la corta, pero más que correcta, etapa guionizada por Len Wein.
Nos queda conocer la suerte que corren Sue, que busca su futuro en Hollywood, y Reed, que encuentra trabajo en una corporación supuestamente dependiente del gobierno. Pero eso ya queda para el nuevo y flamante guionista.
Etapa Marv Wolfman.Tras la repentina salida de Len Wein, Wolfman toma el relevo dando continuidad a lo iniciado por su antecesor.
En el capítulo gráfico, Keith Pollard es ya el dibujante estable, mayoritariamente acompañado por Joe Sinnott a las tintas, por fortuna.
El turno para la aventura solista de los ya ex-miembros del cuarteto corresponde ahora a la Chica Invisible, cuyo futuro parece hallarse como estrella de la gran pantalla.
Un arco en el que se nota un cambio de tono en la labor escrita. Mientras lo de Wein era pura acción y entretenimiento, Wolfman se inclina por darle algo más de profundidad a la historia.
Sue recala casualmente en la productora de cine propiedad de Namor que, para nuestra sorpresa, todavía sigue en manos del atlante. Lo del Namor magnate de Hollywood es una idea bastante inconcebible de los inicios de la colección de los Cuatro Fantásticos, que Wolfman decide aquí recuperar.
La cuestión es que Sue se encuentra con un Namor afligido tras haber renunciado a ser monarca de Atlantis, por la vana razón de que no soporta que los suyos lo traten de divinidad.
A partir de ahí, ambos deben hacer frente a los Sabuesos de Atlantis, unos poderosos androides enviados por su reino, de los que nada sabíamos hasta ahora.
Un argumento, incluida la pataleta egoísta de Namor, un poco infantil, en lo que parece más una excusa para un nuevo capítulo en la compleja relación entre Namor y Sue. Y, de paso, acabar insinuando que Sue siente algo por el monarca atlante. Quién sabe si con vistas a darle juego al asunto en el futuro.
Muy diferente es la monumental saga que nos encontramos a continuación. Una saga que lleva consigo el triunfal regreso del Doctor Muerte y el reencuentro del cuarteto protagonista, y que culmina a lo grande en conmemoración del número 200 de la colección.
Wolfman pone toda la carne en el asador construyendo una compleja trama que acaba siendo una montaña rusa de emociones.
Y eso que en un principio resulta engañosa, cuando nos encontramos con un conjunto de ideas que parecen inconexas o fuera de sitio, pero finalmente todo tiene su encaje y sentido.
Me refiero a ingredientes como son la escultura encargada por el Doctor Muerte a Alicia, la forma en la que Reed recupera sus poderes elásticos, el inesperado hijo de Muerte que Wolfman se saca de la manga o la desconocida ley de abdicación del trono de Latveria de la que el villano hace uso. Todo ello tiene su función en la trama y dispone de una explicación razonada, en algunos casos brillante, como en el de la recuperación de los poderes de Reed.
El único pero, quizás esté en esa parte inicial con el Hombre Invencible y el cameo de Psicoman (sí, el villano procedente del mundo subatómico que carga con un descomunal mando a distancia, aparecido en el anual 5). Una secuencia demasiado aparatosa para lo poco que acaba representando.
Pero, desde aquí hasta su conclusión, la saga es una fiesta. Incluso la intervención del Fantasma Rojo, aunque no afecte al hilo principal, me parece un buen añadido como plato a banda.
El único miembro del cuarteto que quedaba en vivir su propia aventura en solitario era Reed, y en eso está precisamente Wolfman. Aunque está vez los otros tres Fantásticos también formen parte del reparto, es Míster Fantástico quien se lleva la mayor parte de la gloria. Reed asalta el castillo de Latveria con la ayuda de la resistencia comandada por Zorba, legítimo heredero del trono del pequeño país. Y, finalmente, se enfrenta a Muerte en un brutal combate cuerpo a cuerpo al límite de sus fuerzas. Un Reed Richards heroico, más violento que nunca, que pega un golpe de puño sobre la mesa tras los difíciles momentos pasados como causante de la ruptura de los Cuatro Fantásticos.
Pero no nos olvidemos de la otra gran estrella de la saga, que no es otra que el propio Doctor Muerte. Porque creo que Muerte brilla aquí como en sus mejores tiempos, mostrando su cara más despótica y maquiavélica.
Un regalo para las carreras de Míster Fantástico y del Doctor Muerte por parte de un gran Marv Wolfman que consuma una excelente saga.
Tras la dimensión de la saga de Latveria todo lo que sigue sólo puede quedar minimizado, pero no por ello debe ser subestimado.
Los Cuatro Fantásticos, de nuevo convertidos en una familia, se enfrentan ahora al mismísimo edificio Baxter. La computadora humana conocida como Quasimodo es quien está realmente detrás de todo ello, mientras que Iron Man es la estrella invitada que presta ayuda al cuarteto. Acción sin tregua en un entretenido arco que, además, se beneficia de la participación de John Buscema en uno de los dos números.
El último número de la serie mensual, incluido en el presente tomo, es uno de esos relatos autoconclusivos modestos en su planteamiento, pero capaces de dejar huella por su trasfondo dramático.
Willie Evans, un niño ingresado en coma afectado por los rayos cósmicos, ostenta un poder mental capaz de crear versiones de pesadilla de los 4F. Desde mi punto de vista, un número cautivador.
En el plano anecdótico, aquí Johnny hace un comentario machista acerca de la hipotética futura esposa de su sobrino Franklin. Desde luego, el cómic de superhéroes ha evolucionado mucho, y para bien, desde los inicios del UM en los primeros 60, pero con este comentario Wolfman certifica que todavía queda camino por delante.
Este tomo que estoy analizando cierra con dos anuales, insertados aquí de forma contigua. Este hecho ya nos da una idea de la nula incidencia de ambos especiales en la serie mensual.
El anual número 12 está guionizado por el propio Marv Wolfman, mientras que el dibujo a lápiz se lo reparten entre Bob Hall y Keith Pollard. Se trata de una historia dividida en dos mitades, cada una de ellas con su propio antagonista. Los Cuatro Fantásticos se enfrentan primero a Thraxon, un Inhumano traidor a los suyos, para más tarde irrumpir el villano que movía los hilos de Thraxon, que no es otro que la Esfinge, un gigante de inmenso poder que Wolfman se trae de las páginas de Nova.
Poco que resaltar en una historia en que los Inhumanos comparten protagonismo con los Cuatro Fantásticos en su batalla contra la Esfinge. Puro trámite para cumplir con el expediente y olvidarnos de él al poco de haberlo leído.
El anual que cierra el tomo, el 13, por lo menos es algo más entretenido.
Bill Mantlo y Sal Buscema nos cuentan una historia cuyo guion daría perfectamente para Marvel Two-in-One. Una historia que busca ser simpática y tierna, usando para su fin a un Hombre Topo un tanto irreconocible. Al viejo villano le da por secuestrar a marginados de la sociedad para ofrecerles un mundo donde sentirse valorados y estimados. Un mundo que no es otro que sus dominios subterráneos. Una bobada, siendo francos, que finaliza con una cuestionable estampa del Hombre Topo.
Conclusión.La serie de los Cuatro Fantásticos sigue a un nivel envidiable, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde su debut, con otro tomo recomendable.
Tanto la parte final de la etapa Thomas como la de Marv Wolfman, en especial la monumental saga de Latveria, valen por sí solas este volumen. La de Len Wein, por su parte, está por debajo pero no es mala etapa.
En cuanto al apartado gráfico, creo que por una vez sería justo reconocer a un entintador, Joe Sinnott, como la estrella de esta etapa. Siendo rigurosos no sería tanto, puesto que el dibujante a lápiz es siempre quien se ocupa del trabajo narrativo al completo, pero lo de Sinnott merece todos los elogios. Sus acabados proporcionan una uniformidad casi total a los lápices que entinta, ya sean obra de George Pérez, Ron Wilson, Sal Buscema, Keith Pollard o John Buscema, por lo que el resultado final es magnífico, en cualquier caso.