He leído
Yo, asesino de Antonio Altarriba y Keko.
No hace falta estar loco (ni mentir, para así nombrar la trilogía) para ser un asesino. No es cosa de un trastornado, un demente ávido de violencia o simplemente un enfermo que alimenta su agresividad a base de una química cerebral descompensada. Aquí, ya lo deja bien clarito el título, el "
YO" lo es todo. Ese "yo" que culpabiliza sin atenuantes, sin neorotransmisores involucrados. El mal en mí. Cercano, visible. Palpable.
Más aún si es la imagen del propio
Altarriba quien preside las viñetas en el personaje de
Enrique, un profesor de Historia del Arte en la Universidad del país Vasco, que combina sus clases, amoríos y rivalidades con colegas de profesión, con su turbio "hobby" de matar. Porque para él, matar no es un crimen. Es una arte. Siempre variable, siempre innovador, con un modus operandi cambiante y novedoso. "No soy un asesino en serie" nos dirá en medio de un truculento asesinato, "soy un asesino en exclusividad".
El artista que ilustra este comic es
Keko, utilizando un blanco y negro, recio, oscurísimo, sin asomo de grises. Con personajes reconocibles desde la primera aparición y con el color rojo cuando quiere "resaltar" algo importante, no sólo la sangre. Me ha costado entrar en este tipo de dibujo, pero a mitad de obra, me he dado cuenta de que no vería estilo más acertado para "Yo, asesino" que el impuesto por
Keko.
Y ahí estamos, sometidos a una mente privilegiada y sin atisbos de remordimiento, que vive su vida como cualquiera de nosotros, hasta que algo trastoca sus planes. Y es entonces cuando se hace mucho más interesante la propuesta, más siniestra si cabe, porque todos parecen culpables a ojos del lector, o más bien, de mí (Yo, paranoico) lo que hace mucho más apetecible saber el desenlace. Un final por cierto, que no a todos gustará, pero que, y como bien dice ese conocido cantautor sin ya apenas voz, "Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido..."
La edición de
Norma es robusta, de las que duran para toda la vida, aunque hay que tener precaución con el negro de la portada, que pide funda protectora como el comer. Tapas duras de verdad, con páginas de cortesía al principio y final de la obra, y un papel con una buena textura y grosor, que esos negros tan rotundos necesitaban un papel contundente que permita una lectura sin contratiempos cuando los blancos de una página coinciden con negros por la otra parte.
Este es el primer libro de la llamada
"trilogía del egoísta" o "trilogía del yo" que cuenta con otras dos obras, "Yo, Loco" y "Yo, mentiroso". ¿Es recomendable? Sí, por supuesto. ¿Le va a gustar a todo el que lo lea? No, también lo doy por supuesto, más siendo como es, una obra muy personal, con un tema ciertamente escabroso, y en el que hay que sumergirse sin ideas preconcebidas y teniendo muy claro que "arte" no tiene por qué ser un equivalente a "belleza".