He leído el CES integral de Veneno, con la etapa de Daniel Way. Nos movemos en las coordenadas de esto que se llamó Marvel Tsunami, en los primeros años de la década de 2000. Sin duda fueron años interesantes, como mínimo, en los que aparecían nuevas colecciones o bien nuevos enfoques para héroes tradicionales. En este caso tenemos dieciocho números de la colección de Veneno en los que realmente el propio Veneno acapara muy poco protagonismo. El título de la cabecera, o incluso la presencia de la faceta simbionte, sirven de mera excusa para llevar a cabo una historia de macro-conspiraciones bíbilicas que bien podría haber aparecido en cualquier otra colección tipo Image. Casi que los invitados de relumbrón que desfilan por la colección (Spiderman, Los 4F, Lobezno o Nick Furia) tienen más importancia que el propio Eddie Brock. Es una curiosa historia sin grandes protagonistas definidos, en todo caso el común denominador bien pudiera ser lo que yo llamaría una falsa protagonista, la agente Robertson del ejército de los EE.UU. con la que supongo que debería haber empatizado en estos 18 números y sin embargo no lo he logrado lo más mínimo.
El estilo narrativo de Daniel Way es sumamente confuso. La historia es muy simple, y su trama también: viejos poderes más viejos que el hombre usando circunstancialmente a la Tierra como base de operaciones o campo de batalla. Sin embargo, creo que Way confunde innecesariamente al lector. Hay que leer con cierto barullo y confusión antes de poder comprender realmente la historia. Es solo al final cuando se nos desvela el gran plan y todas sus circunstancias. No estoy en contra de dar las explicaciones al final, pero solo cuando ello tiene algún propósito narrativo. En este caso, creo que hacer esperar tanto al lector para, hacia el final, tener a los protagonistas explicando muy detalladamente con grandes globos de texto, todo lo que -lógicamente- no podíamos entender antes, resulta contraproducente y harto frustrante. No diría que no me ha gustado el cómic, pero sí que no creo que vuelva a leerlo una segunda vez.
Si tuviera que describirlo con dos o tres palabras diría que es abstruso sin necesidad. O que es artificiosamente complicado de entender para ser una cosa tan simple, si vale eso.
En cuanto a los "nuevos" dibujantes, es interesante ver los comienzos de Skottie Young. Pero, de nuevo, y en paralelo a lo que ocurre con la narración, en ocasiones ese dibujo que imita a Humberto Ramos hace poco nítida la visualización de las escenas. Dentro de que este estilo de dibujo tienda a la exageración, son triplemente exageradas algunas composiciones de los simbiontes. Vamos, que a veces no se distingue un carajo en las viñetas y hay que extremar la retina para ver qué es lo que está pasando.
Un cómic pasable, curioso como mucho, pero me temo que olvidable.