En esta polémica, creo que no podemos funcionar sin contexto. El mundo del cómic, de la cultura y de todo en general, busca eso que se ha llamado la diversidad. Eso quiere decir que, en mundos como el del cómic, copado por hombres blancos heterosexuales tanto artística como editorialmente, hay, nos guste o no, un nicho para mujeres, como lo hay para negros o para escribir a personajes musulmanes, o lo que quieras. Hay efectivamente, muchos ejemplos de esto.
La cuota, si queréis, sí. Puedes estar a favor, o en contra. El caso es que no se hace por gusto. Se hace por justicia social pero también por dinero, buscando abrir nuevos nichos de mercado.
En ese contexto, hacerte pasar por una mujer es, como mínimo, delicado. Sea como Carmen Mola, sea como Helena Anillo, sea como Akira Yoshida. Porque es posible que entonces los de siempre "ganen" un espacio destinado a proveer de diversidad la cultura. No es lo mismo la situación contraria, en la que las mujeres se hacían pasar por hombres para poder estudiar en la Universidad o publicar libros. Era eso o no podías publicar. Hacerte pasar por Akira Yoshida en Japón no tiene ninguna relevancia, pero cuando lo haces en Marvel para que te contraten buscando representar correctamente, qué te digo yo, la cultura y la "mirada" japonesa, la cosa empieza a ser éticamente turbia, sobre todo, y esto es muy importante, cuando se es consciente de ese contexto.
¿Esto quiere decir que si soy un tío blanco blablabla solo puedo firmar con seudónimos tipo Pepito Pérez o de lo contrario estoy usurpando espacios de diversidad? Entiendo que pueda ser complicado, pero también que no "poder" tirarse el moco con un nombre exótico tampoco e sun coste tan alto que no pueda asumirse en pro de otros beneficios sociales ¿no? Digo yo.
Respondo a la aparente paradoja que estoy viendo en redes sociales, que, a mi modesto entender, no se sostiene mucho: si ser mujer te lo pone más difícil por no tener los privilegios de un hombre blanco cisjordano, ¿por qué le iba a beneficiar al tal Gerard entonces hacerse pasar por mujer? ¿no debería perjudicarle? -preguntarían algunos sofistas-. Ese es el primer punto de partida para llevarte al "chiringuito", es decir, para insinuar, como segunda parte inexorable de la argumentación, que tal vez resulta que son las mujeres las que tienen privilegios.
O sea, todo esto al final es para argumentar dos posturas posibles: o las mujeres tienen un chiringuito privilegiado, o al Helena ese habría que darle una medalla por feminista, o alternativamente decir que es tonto por no utilizar sus privilegios machorros. En cualquier caso, las quejas no tendrían ningún sentido.
Y esto, queridos, a mí me parece que no es así.
Imaginemos una situación en la que:
-Hay 100.000 mendas blancos que han escrito una novela gráfica
-Hay 1.000 mujeres blancas que han escrito una novela gráfica
Una editorial está interesada, por ejemplo, en publicar novelas gráficas que traten el tema de la vida de las mujeres en África. Y decide que prefiere contar con una voz autorizada, más que nada, por la propia experiencia de ser mujer.
¿Quién lo tiene más difícil, el hombre o la mujer? En este caso, el hombre. La editorial podría decidir que, después de todo, no acaba de dar con el enfoque que quiere y puede decidir decantarse por un manuscrito de un hombre blanco uropeo. Incluso aunque fuese así, los hombres compiten con 99.999 más, mientras que las mujeres tienen menos competencia en ese nicho.
El problema está en no ver más allá de ahí. Es decir, en no preguntarte por qué no hay 100.000 mujeres que escriben novelas gráficas. De hecho, mi ejemplo sirve a modo de muñeca rusa: si entre las 1.000 mujeres, hay 20 africanas, es muy posible que la editorial quiera contar con una de las 20 mujeres africanas por ser una voz autorizada, más que nada, por la propia experiencia de ser mujer y además africana. En este caso, las mujeres blancas lo tendrían más difícil que la mujer africana.
Los hombres blancos y las mujeres blancas tendrían que contentarse con dedicarse novelas gráficas que están fuera de ese nicho. Que no me parece, por cierto, el fin del mundo, dado que normalmente la gente no suele dedicarse a escribir novelas gráficas sobre mujeres africanas y vende más, que te digo yo, el Capitán América.
Es decir, este silogismo de la paradoja del privilegio no se sostiene y por eso, en el presente contexto la conducta del Enanillo me parece censurable. Si hay un subsidio para la contratación de mujeres mayores de 45 años paradas ¿estaría bien que yo me hiciera pasar por mujer, siendo un hombre treintañero, por ejemplo, porque de lo contrario me sería más difícil conseguir un contrato, ya que compito con más gente?
Si hay una plaza para personas con discapacidad -o como quiera que se diga ahora, perdón por la ignorancia, en su caso- ¿podría fingir ser una persona con discapacidad porque así lo tendría más fácil?
De verdad ¿qué clase de argumento es este? ¿Son las plazas para personas con discapacidad un chiringuito ahora?
Evidentemente, el Enanillo ha ganado un mojón. Porque el mundo del cómic patrio ya te deja un mojón en ganancias. Lo que no quita que sea sintomático que a la reunión de Renfe fueran sobre todo pichas, una de ellas de polizón. Quiero decir, esto no se puede vender como una cosa inocente de alguien que un día se levanta fresquete por la mañana y decide usar un nombre de mujer.
Podría ocurrir que Gerard no lo hiciera con mala intención, y luego el problema le explotara en la cara. Podría ser que sí lo hiciera con la intención de acaparar la atención del sector emergente del cómic que quiere dar más espacio a las mujeres. Nunca lo sabremos. Lo que sí tengo claro es que, como mínimo, en un caso como ese, deberías decir algo más que dar la respuesta de "no tengo flequillo ni soy azul". Porque esa respuesta es la principal prueba de que no has entendido nada y de que precisamente tus privilegios son los que te impiden tener empatía.
Pienso.