He leído
Shang-Chi: Un sencillo resultado de haber vivido.
Retomo la lectura de la serie tras mi
anterior comentario.
Con este tomo llegamos a la conclusión de la serie clásica protagonizada por Shang-Chi, donde podemos observar por un lado el magnífico trabajo de Gene Day poco antes de morir, mientras que por otro tenemos el agónico final de la cabecera tras la marcha de Doug Moench de Marvel por desavenencias con el editor Jim Shooter. La verdad es que es una auténtica pena que una serie que ha mantenido una altísima calidad a lo largo de 10 largos años llegase a su final de esa forma. Aunque también hay que admitir que tiene un desenlace más o menos cerrado, en lugar de un parón abrupto como tuvieron otras colecciones clásicas. Y es que en los últimos compases de la serie, Moench dejó a un lado los argumentos de largo recorrido para centrarse en historias más o menos contenidas. El guionista, en mi opinión, firma aquí uno de sus mejores trabajos, pero es que también tuvo mucha suerte con los dibujantes que participaron en el proyecto. Gen Day, por ejemplo, nos hace recordar a la etapa dorada con Gulacy, no solo por la calidad del dibujo, sino por su arriesgada narrativa y sus composiciones de páginas, recordando al trabajo de algunos grandes artistas como Steranko o Neal Adams. Desgraciadamente, a la temprana edad de 31 años, el artista fallecía por un ataque al corazón, interrumpiendo una carrera que a buen seguro podría haber alcanzado unas mayores cotas de calidad, sobre todo en esa evolución constante que mostraban sus páginas.
A pesar de que ya había leído muchos números de la serie, gracias a estos recopilatorios he podido disfrutar de una lectura cronológica y completa de una colección que descubrí en mi infancia, dejándome marcado. Lo que ne un principio parecía no ser más que el fruto de una moda pasajera como las artes marciales ha demostrado ser algo mucho más interesante y profundo, gracias a los guiones de Moench, totalmente volcado en su trabajo. Si bien es cierto que en puntos muy concretos parecía que el rumbo estaba perdido, la solidez de equipos artísticos como el de Mike Zeck y Gen Day, o el propio Day en solitario, proporcionaron guionista y dibujante se fusionaran en una exploración a la filosofía oriental en su esencia, utilizando elementos de refuerzo como el espionaje y el propio drama humano. El conflicto de un hijo con su padre ha pivotado hasta sus últimas entregas, consiguiendo que un mediocre Alan Zelenetz cierre el círculo de una forma más o menos honrosa, sin que se prolongue la agonía más de lo necesario.
Sinceramente, poco más puedo agregar a todo lo que he ido exponiendo en mis diferentes comentarios, además del estupendo trabajo que realizó
Taneeler Tivan en su día. Yo no tenía muchas esperanzas de ver recuperado este material, por lo que ha sido una auténtica gozada haberlo podido disfrutar. Quizá me hubiese gustado mejor una edición un poco más económica, o unos encuadernados sólidos. Ahora me fijo que empiezan a salirse unas pompas en la portada de este tomo. En fin, que Panini tiene mucho que mejorar en la calidad de sus ediciones, sobre todo a los precios que están sus productos, cada vez más caros e inaccesibles para el lector medio. No obstante, también es una pequeña bendición poder leer esta serie sin recurrir a formatos digitales. Si en algún momento hubo dudas sobre esta colección y su calidad, más allá de la mítica etapa de Moench y Gulacy, he podido constatar que sus más de 120 números merecen mucho la pena. Una lectura adulta, inteligente y con diferentes capas que te lleva a la reflexión existencial en muchos momentos. Un tebeo que no renuncia a la acción, mostrando la mejor faceta del
thriller de espionaje en el que se convierte, apoyado por la magnífica ambientación que ofrece el trabajo de grandes dibujantes, que prácticamente se consagraron aquí. En definitiva, una lectura muy recomendable y un clásico imperecedero que soporta perfectamente el paso del tiempo. Hemos llegado al final del camino, en un viaje de conocimiento y crecimiento del espíritu; sin duda, el resultado de haber vivido...