He releído el quinto Omnigold de Capitán América: La saga del imperio secreto.
Me ha gustado un poco más que la primera vez que lo leí, ocasión en la que las expectativas me jugaron una mala pasada.
Eso no obstante, sigo encontrándolo bastante por debajo del nivel que se le atribuye. Juegan en su contra unas tramas que no consiguen camuflar del todo su simpleza de opereta, unos personajes ostensiblemente empeorados (empezando por un Capi brusco y unilateral, siguiendo por unos planísimos Nick Furia y Sharon Carter y terminando por el destrozo supremo al Halcón) y, por supuesto, el monstruoso dibujo de Frank Robbins.
A su favor, la importancia que reviste para el personaje, sus destellos socipolíticos (como la conclusión del arco que le da nombre), un buen ritmo que se agradece y un entretenimiento moderado pero accesible.
Curiosamente mi número favorito del tomo no es de Englehart (aunque sí, por desgracia, de Robbins). Me refiero, por supuesto, al #192, que cierra el Omnigold y nos deja una historia la mar de entretenida y dinámica con el Capi, Fausto y un avión en el aire.
Un tomo recomendable para los seguidores del Capi, aunque por debajo de los mejores de la línea y de la calidad que se le suele atribuir.