Terminado el cuarto tomo de Shang-Chi, afortunadamente se ha superado el pequeño bache del tercer tomo, con un equipo artístico fijo y solvente (Zeck-Day) y un Moench al que se le ve muy suelto moviendo a sus personajes en medio de complejos "juegos de engaño y muerte".
La verdad es que es una gozada encontrarse de pronto con una serie clásica de Marvel de más de 100 números con este nivel y que me resulta totalmente nueva, y con personajes tan memorables como Leiko, Tarr o Reston, de los que no sabía nada.
De la edición, siguen siendo un gran extra los correos, tanto por encontrar nombres de aficionados que luego serían alguien en el mundo del cómic, como el guionista Kurt Busiek, la editora Cat Yronwode o el dibujante Hilary Barta, como por lo interesante del contenido de algunas de las cartas, que van más allá de las típicas alabanzas y analizan con inteligencia el contenido del cómic (lo compara uno con los tweets que salen ahora en las grapas de Campeones o Defensores, y se te cae el alma a los pies).