He leído
El Green Lantern Nº 8.
El tándem formado por Grant Morrison continúa en una etapa que sigue trabajando en un concepto tan inusual hoy en día como es la historia autoconclusiva mensual. He hecho referencia en otras ocasiones, pero muy pocas series de la actualidad son conscientes de que deben ofrecer un historia en cada una de las entregas, aunque forme parte de una saga, o aunque en un futuro se piense recopilar en un tomo. Morrison está empeñado en recordarnos otros tiempos en los que la grapa mensual tenía su cometido y su importancia, algo que llama mucho la atención en los tiempos actuales, sobre todo con la extrema subida que ha experimentado el formato en los últimos meses y la que se espera para principios de año. Curiosidades de la vida, nunca fue más acertada que ahora esta apología de la grapa como producto de consumo básico para los cómics.
La historia de esta entrega, "Yonquis espaciales", es, sin lugar a dudas, todo un homenaje a uno de los grandes clásicos de DC. Morrison ha demostrado ya en varias obras su cariño por el pasado de la editorial, y aquí vuelve a demostrarlo una vez más. El escocés realiza un interesante homenaje a la etapa realizada durante los años setenta por Denny O'Neil y Neal Adams. Toda la trama está salpicada de guiños y detalles a una saga que en su día marcó a los lectores, y a sus propios autores. Green Lantern y Green Arrow se unen de nuevo para hacer frente al tráfico de una droga que parece contener un importante anestésico, ya que
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Desde luego, no se puede decir que el argumento no tenga el sello de Morrison, que se mueve muy bien por el tono psicodélico de la historia, que parece homenajear también algunos aspectos propios de los setenta. Dentro de las curiosidades, cabe destacar de nuevo los guiños a la antigua tradición que hacía que ambos personajes colaboraran con cierta regularidad, recordando incluso ciertos artilugios anacrónicos que utilizaba Ollie, que puede que muchos lectores ni siquiera conozcan o recuerden.
Más allá de la referencia en sí misma, lo que más me llama la atención es que Morrison, no utiliza la burla como herramienta para desprestigiar otra época y su forma de construir las historias o hacer evolucionar a los personajes, sino más bien todo lo contrario. Es como el que evoca una sonrisa pensando lo inocente que era en su juventud. Eso es lo que transmite Morrison, y eso es por lo que posiblemente sea uno de los mejores guionistas que tiene actualmente DC en sus oficinas. No hace falta resetear constantemente la continuidad y los personajes. Tampoco es necesario colar referencias a hechos pasados hace mucho tiempo en casilleros a pie de viñeta. Solo hay que usar las herramientas de la narrativa actual, desarrollar una idea, y contar una historia, sin que para ello haya que pervertir la esencia de los personajes, ni transformar a iconos con década de evolución en algo que se amolde a la historia que el guionista de turno quiere contar. Morrison no hace nada de eso, sino que une de la mano a todas las generaciones, cuenta historia que la pueden leer veteranos y noveles, pero no tiene la necesidad de pervertir o transformar a los personajes. Para mí ese es el gran valor del autor dentro de la DC actual y que viene haciéndolo desde su etapa en Batman, por lo menos. Más allá del metalenguaje, o de otros aspectos que hacen que Morrison sea un guionista con mucho talento. Independientemente de eso, está su forma de tratar a los personajes y abordar sus historias, algo que denota mucho cariño por una editorial y su historia, seguramente más que los editores que la dirigen.
A parte del considerable guiño que supone todo este número, Morrison sigue la senda de la ciencia ficción claramente, buscando siempre la amenaza a nivel galáctico, combinando esos villanos a pie de calle con los siempre invasores alienígenas. Además, tenemos la presencia de dos héroes de la Dimensión Cero, que sirven para complementar este psicodélico guion en muchos aspectos. Para terminar, destacar una vez más la labor del camaleónico Liam Sharp, que en esta ocasión deja su estilo habitual para transformarse en Neal Adams. Adams solo hay uno, pero mimetiza muy bien su estilo, sobre todo algunos aspectos de la narrativa, y ese aspecto grueso del entintado de sus lápices que le confería el entintado de Dick Giordano. De todas formas, se acerca mucho más al Neal Adams actual. Al que hemos podido ver en Batman Odisea, por ejemplo. Sharp busca un poco ese estilo de trazo grueso, pienso que para confundir al lector y que piense que esto es un trabajo del Neal Adams actual, hasta que no ves los créditos situados casi a la mitad de la historia. Es algo hecho aposta, lo que le da aun más valor al trabajo de Sharp, que en esta serie está por las nubes en todos y cada uno de los números. Un nuevo episodio de una de las mejores series del momento. Morrison, queremos más...