Dema se caga en todo ello, alentado por Marvel, y al parecer, profundamente arrepentido de la mitología admirativa con la que había imbuido el suicidio filosófico de Kraven.
DeMatteis es neutro en ese punto de "La última cacería de Kraven".
El narrador ni admira, ni condena.
Una ambigüedad que dota de más interés a la obra.
En el "El Alma del Cazador", en cambio, no solo es que condene, es que el único motivo de existencia de esta obra es condenar lo anterior.
Cuidado con la elección de palabras, Essex. Se empieza decir que "La última cacería de Kraven" admira el suicidio y se acaba atando a DeMatteis a un palo en la plaza del pueblo y quemándolo vivo, por puto brujo.
No entremos en su juego.
Dicho esto, a mí una obra artística de tintes cristianos, incluso en su faceta menos populista (de hecho, la preferiría en su faceta
ratzingeriana-filosófica; densa e incómoda) podría interesarme muchísimo, creo que el punto de partida sería genial.
Pero no esta "El alma del cazador".
Contiene tanta reflexión religiosa de calado como una sopa de letras con el nombre de los Doce Apóstoles.
Cobardona, timorata, conservadora... se puede salvar de la quema el aspecto formal, DeMatteis siempre ofrece unos mínimos, es un gran prosista, aunque con unos ataques
fiodorescos que a veces es mejor tenerlo lejos. Mike también cumple.
Pero a nivel de fondo, es decir, todo lo que pretende, una pamplina.