Manolof, espera a que papá Claremont entre de verdad en el juego, tomando las riendas y cogiéndole el tono a la serie. Para mí, su primer número bueno, bueno de verdad es el 98, que tiene un final brutal. Toda esa saga con Steven Lang está de puta madre. No tendrás que esperar mucho, en el número 2 del coleccionable empieza. Cuando ya llega Byrne (sobre todo, ahí tendrás los mejores cómics patrullosos de todos los tiempos, diría) y las posteriores etapas con Cockrum de nuevo, Smith, Romita, Silvestri... son memorabilísimas, con algún número algo más bajo, pero con una calidad media brutal. Si estos ya no te convencen, definitivamente eres un nostálgico redomado, porque le dan 100 millones de vuelta a la Patrulla clásica donde Kirby y Lee no dieron el nivel (estoy leyendo ahora sus 4F y ¡menuda diferencia!) y donde Thomas hizo lo que pudo, mejor que lo anterior (no era difícil), pero ninguna maravilla, a excepción de lo que hizo al final con Neal Adams.
En cuanto al coleccionable, está claro que la calidad es la que es. El papel es regulero, pero la realidad es que esos cómics en su día se editaron en un papel aún peor. Yo prefiero más fidelidad al original y muchas veces nos plantan un papel satinado que cambia totalmente la percepción del color. Está claro que, puestos a elegir, nos quedamos con los Omnigold, pero la diferencia de precio es brutalísima. Con lo que vale un Omni prácticamente te pillas el coleccionable (y sin prácticamente, un compañero de este foro lo vende por 30 euros, es decir, 10 menos que un Omnigold). Está claro que para salir a ese precio tan asequible recortaron en la calidades. Es un formato de batalla, pero, insisto, se publicaron en su día en formato de batalla. Prefiero la reproducción del coleccionable a cualquier recoloreado de estos que hacen ahora. Pero esto siempre es cuestión de gustos.
Y, por acabar, el Giant Size es lo que es. Yo le tengo mucho cariño y me encanta, pero está claro que la manera de reclutar a los componentes en dos segundos no funciona ni a tiros. Como idea comercial y para relanzar al grupo, está perfecta, pero no tiene consistencia ninguna. Es después cuando Claremont va a ir arreglando eso, dándole tridimensionalidad a los personajes, ahondando en su personalidad y su pasado, haciéndonos comprender por qué están ahí. Hablas de Lobezno. Ya verás el personaje que construye Claremont junto a Byrne o Miller. Sigue siendo una delicia leer al Lobezno de esa época.
