(Seguiré destilando mis fobias
).
En Millar y en el editor, que posiblemente ninguno haya leído esos números, porque como sí no iba a cambiar tanto de pensamiento Reed.
La edad también influye. Y los tíos imaginarios...
O bien, simplemente, porque el guionista modernillo de turno, que se cree muchísimo mejor de lo que en realidad es, necesita contar su gran historia, esa historia que provocará que el universo Marvel nunca vuelva a ser el mismo. Porque es un revolucionario, y muy guay, y mola. El tío usa L'Oréal: porque él lo vale.
Por todo ello, ¿qué más da que, para contar esa gran historia, el guionista tenga que usar personajes de ficción creados hace décadas y que tienen una personalidad definida? Lo importante es la historia. Ya meterá a los personajes en los papeles que mejor crea oportuno, aunque sea a puñetazo limpio. Lo importante es la historia. Ese guionista alcanzará la suficiente fama como para crear sus propios personajes y contar ahí sus historias.
Parece que le tengo algo de manía a Millar, ¿verdad?
Bueno... La verdad es que la gente que está muy contenta de haberse conocido suelen provocarme ciertas reacciones...
¿Estoy negando que Millar sea un buen guionista? No, ni mucho menos. De hecho, su miniserie Jenny Sparks: La historia jamás contada de The Authority me gustó muchísimo. Muchísimo. Un sugerente viaje a través de la historia del siglo XX que recomiendo a todos aquéllos que todavía no lo hayan leído.
Y leí en diversas ocasiones su The Ultimates, junto a Bryan Hitch. En general, me gustaron bastante. Aunque su Steve Rogers me saca de quicio hasta extremos insospechados. Por razones obvias, me quedo con la visión de Englehart: Steve es un viejo demócrata de la época del New Deal.