He leído
Coleccionable Ultimate Nº 83. Ultimate Comics. The Ultimates Nº 9: Dos ciudades, dos mundos.
Retomo la lectura de esta serie tras mi
anterior comentario.
Si en el anterior recopilatorio hablaba de apatía y un tono especialmente soso a la hora de abordar las tramas de una serie con tintes políticos y gubernamentales, a la vez que se presenta una potente crisis bélica con una serie de elementos propios de un
thriller veraniego, en este repetimos el esquema, pero añadimos a la ecuación el aburrimiento. Afortunadamente parece que Hickman se va de la colección, aunque colabora antes en últimos números de esta entrega con Sam Humphries, porque a mí su periplo por el título me ha dejado especialmente indiferente. Esa forma de trazar sus argumentos en diferentes localizaciones y con un grupo dividido solo ha conseguido marearme, en lugar de transmitir emoción y tensión a las situaciones que se van sucediendo. Ni en solitario, ni apoyado por su sustituto, el guionista consigue que me importe lo más mínimo el futuro de los protagonistas de la historia, algo que por lo menos debería haber logrado cuando
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No hay transmisión de emociones, es una historia preñada de épica y con una compleja trama urdida en diferentes frentes, presentando un escenario que debería ser vibrante, pero no lo es. Sin embargo, tenemos una historia sosa, en algunos momento incluso aburrida y tediosa, en la que se le da varias vueltas al mismo tema y se introducen algunas elementos como el ataque a SHIELD y a los Ultimates por parte del gobierno, que entiendo porque se produce, pero ni me parece convincente la forma en la que se hace, ni está bien desarrollado. El guión está dirigido a los deseos del escritor, prácticamente obligado y con muchas fisuras, con tal de presentar ese escenario poco favorable para los protagonistas en el que los enemigos se multiplican y todo está en su contra con escaso tiempo para salvar la situación. Un
thriller cinematográfico de libro, pero que está lejos de aportar ese divertimento que se le espera, sobre todo con esa densidad que ofrece la lectura, llevándote al tedio en muchas ocasiones. Tenía ganas de pasar un rato entretenido y ha sido un pequeño martirio llegar al final. Creo que si la siguiente saga no mejora, me bajo de la colección.
En el apartado gráfico tenemos un poco de todo. Comenzamos con Esad Ribic, que mí personalmente me gusta mucho; seguimos con Luke Ross, con un estilo diferente, pero que encaja bien en esta línea y no está nada mal. Como suele ser habitual últimamente, aunque nunca entenderé bien por qué, Ross necesita el apoyo en ciertos momentos de varios dibujante, sobre todo de Butch Guice, estando presentes también Ron Garney y Leonard Kirk, entre otros. La verdad es que hay que reconocer que no se resiente gráficamente el cómic, a presar de la cantidad de manos que intervienen, lo cual es prácticamente un milagro. De todas formas, no es precisamente el dibujo lo que realmente falla en esta línea argumental, sino un guión que apunta muy alto, pero para mí no termina nunca de despegar.