Criminal, Tomo 6: El último de los inocentes
Hemos tenido que esperar hasta la última historia de Criminal, hasta su más reciente entrega, para encontrar la que es sin duda la mejor de todas las historias que Brubaker nos ha contado hasta ahora. Una historia tan verosímil, tan magníficamente narrada, que parece que pudiera habernos ocurrido a cualquiera de nosotros.
Un canto al alma humana, a la psique más profunda del hombre. Una historia de la vida, la muerte, y todo lo que hay en medio. Una historia que merece la pena vivir.
Bienvenidos a la vida de Riley Richards. El chico normal, el norteamericano medio. Chico guapo, simpático y vital, con todo el mundo por delante, una cuenta de ahorros con más ceros que un código binario, una mujer despampanante y la vida que todo pez gordo soñaría con llevar. La vida de Riley, es todo lo que no son el resto de vidas en Criminal. Una vida normal, con la posibilidad de no acabar sentado sobre un charco de tu propia sangre.
Pero Riley no es feliz. Y no lo es por muchas razones. Su mujer 10 se pasa las noches metida en los pantalones de otro, su suegro lo trata como si fuese escoria, el contrato prematrimonial lo amenaza con dejarlo sin nada el día que Felix le de la patada, su vida no le satisface y se siente completamente perdido. No, Riley no es feliz en absoluto, y cada día que pasa está más lejos de serlo.
Lo que hará para recuperar su vida, será ir rompiendo sistemáticamente todos los nexos de unión con su actual estado de frustración, haciendo todo lo que sea necesario para ello. No nos dejemos engañar; Riley es el personaje más egoísta que ha pasado por estas páginas. Lo mejor de todo, lo decididamente encantador y absorbente del personaje, es su absoluta tranquilidad, su normalidad, la frialdad con la que desgrana cada pensamiento lógico y terrible, uno detrás de otro.
Sí señor; Riley Richards es lo que llamaríamos un sociopata de primer orden. Una persona que adolece de una falta de empatía casi patológica por el dolor de los demás. Este es el verdadero asesino moderno. El pulp se hace a un lado para dejar sitio a la visión más escalofriante y cotidiana del monstruo del siglo XXI. Caen los artificios, el glamour de tono gris y los ambientes melancólicos y lacónicos de los detectives de gabardina oscura y las chicas de cintura estrecha. Aquí, con Riley, Brubaker nos presenta su visión del sueño americano, el camino hacia el éxito, alejado de todos esos charcos de meado e inmundicia que tuvieron que aguantar tipos como Tracy Lawlees, Teeg, Leo o Gnarly. Riley está limpio de todo eso. La violencia apenas tiene sitio en su vida, y sus acciones, están dictadas desde la más pura lógica y eficacia.
Claro, que nada es tan sencillo. Ni siquiera juzgar a una persona. Seguro que estáis aquí oyéndome alabar al monstruo que es Riley Richards, y pensando de hecho que es la reencarnación de Ted Bundy con el bigote de Adolf Hitler. Y ni muchos menos. Porque Riley también fue un chico de lo más normal. Un buen chaval, joven, enamorado y entusiasta. Algo que no dejará de recordarnos Brubaker a lo largo del cómic, con múltiples viñetas, al estilo de los cómics románticos de
Archie, ilustrados magníficamente por un genial Sean Phillips. Un auténtico acierto, como lo fuera el uso del brillante detective Frank Kafka en el cuarto tomo.
Y así, entre amor y horror, tenemos el retrato perfecto del gran perdedor. Del personaje anodino, que ni siquiera tiene el colorido mundo del hampa para justificar su desidia, el completo despropósito que es su vida. No. El gran perdedor, el perfecto perdedor, es un ser triste y aburrido, hastiado, sin nada que lo distinga o que lo haga especial, que además, en un momento de su adolescencia, pensó que iba a comerse el mundo, y que años después, se da cuenta no solo de que ha metido la pata hasta el fondo y que haría cualquier cosa por cambiar de vida, sino que ha sido el mundo el que se lo ha comido a él.
Eso es lo que nos cuenta Incógnito, Wanted, El club de la lucha, o cualquier obra que roce el narcisismo masculino para evidenciar las carencias existenciales que sufre el hombre -curiosamente, la figura de la mujer nunca es tratada de la misma manera- de hoy día. Es una pieza de arte, el nuevo neorrealismo mundial. La batalla espiritual por unas vidas que no nos hemos ganado y con las que no sabemos que hacer.
Y Riley ha decidido que está harto de tragar mierda, y que no va a aguantar ni un minuto más.
Una de las mejores historias de género que he leído en mucho tiempo, con un equilibrio perfecto, y una trama tan sencilla y efectiva, tan bien acompasada y calculada, como un maldito reloj suizo. Todo encaja en "El último de los inocentes". Nada sobra, todo nos lleva a un mismo final. Y es un final, con el que te aseguro, aplaudirás hasta que te sangren las manos.
Porque en el fondo, en lo más oscuro y repugnante de nuestro ser, en las alcantarillas de nuestra conciencia, todos somos un poco como Riley Richards.
El único inconveniente, es que parece que la edición de la serie sufre un extraño mal mediante el cual, a mejor es la historia peor son los extras, y en este sexto tomo no encontraremos nada de nada.
Pero la historia es tan condenadamente buena, que mira, lo mismo da.
CRIMINAL, o el clásico americano moderno. Una serie que nadie debería perderse.
Yo ya he hecho mi parte, ahora os toca a vosotros hacer la vuestra.
Cagando leches a comprarla.