DESMONTANDO EL PRÍNCIPE VALIENTE
Una aproximación al año 1937
Eran tantas las ganas que tenía de hincar el diente a esta obra, que el primer tomo ha caído en un suspiro y no he podido esperar hasta mañana para leerlo (con el consiguiente mosqueo de la señora por leer hasta las tantas, pero en fin).
En primer lugar me ha gustado. Me ha gustado mucho.
El dibujo me parece exquisito. Una maravilla naturalista de la cual adivino ecos lejanos en el trabajo de Neal Adams, amén de otros muchos dibujantes tocados por el talento, que tuvieron a buen seguro a Foster como gurú. Nada que reprochar; un dibujo excelso, de corte renacentista, hasta el punto de que se asemeja a muchos grabados de la época. La narrativa visual es sublime, el trazo, las figuras, las perspectivas...todo. Un trabajo que a ojos de un profano -al menos en dibujo siempre me lo consideraré- raya a un nivel de la más alta estirpe de dibujantes de casta y genio.
Chapeau. Seguimos con el guión. Ingenioso, bien hilvanado, con figuras retóricas bien escogidas y numerosos juegos de palabra, la narración de Foster bebe de los clásicos, y antecede muchas obras de fantasía posteriores a su Príncipe Valiente. Resulta increíblemente eficaz y agradable, grandilocuente y pomposa, pero acorde al tema de los personajes, y que no sorprende a quien ya ha estudiado los antiguos cantares de gesta, desde los primitivos textos mal conservados del Cantar de Roncesvalles, a
La Chason de Roland de la
Langue d`oc, llegando al célebre Rodrigo Díaz de Vivar y sus conocidas andanzas. Creo que en esto radica buena parte del encanto del guión y la pluma de Foster, ya que está claramente iluminado por los textos medievales de la época, abarcando no solo la edad media, sino también los antiguos textos latinos del viaje del héroe, y por supuesto, los clásicos griegos en lo que respecta a Odiseo.
En fin, que el hombre hizo sus deberes, y eso se nota. Me parece un digno valedor de las estructuras clásicas, y de una forma de narrar que está prácticamente perdida, y por la que yo particularmente siento una gran admiración.
Noto en su prosa además algún reflejo de la obra de Talbot Mundy (William Lancaster), que se adelantó a Foster un par de años en estas historias de reyes desterrados, y conquistadores exiliados, con su Tros de Samotracia, publicado por primera vez en 1934. Este a su vez influyó y fue influido por Robert E. Howard, así que supongo que todo queda en casa. Entre los dos escritores, me cuesta dilucidar cual de los dos coetáneos debe más a quien, aunque sin duda el gato al agua en fama y calidad se lo llevó Howard.
Imagino también que la influencia de los escritores ingleses de la edad media fue también importante en su trabajo, destacando a Thomas Malory (obviamente) aunque lamento decir que no estoy tan familiarizado con la literatura inglesa del medievo, y tendría que rebuscar para poder añadir algo. Así de memoria, es todo lo que puedo decir. Bueno, metería a Tolkien en el paquete, por tener junta a toda la generación, que menudos Lawrence, Swift y Huxley son. Desde luego los británicos cuando se ponen, salen en cuadrillas. Pero divago.
Una vez analizadas torpemente las influencias artísticas, literarias y pictóricas, así como algunos deudores de su trabajo, tocaría empezar a evaluar lo que representa esta obra para el mundo del cómic en sí.
En primer lugar, con toda mi torpeza y desconocimiento,
me atrevería a decir que El Principe Valiente, al menos hasta 1937, no es un cómic. Al menos no es lo que yo entiendo por un cómic, ni por narrativa visual. Pero claro, entonces esto apenas existía, y estábamos en los albores del medio.
Si digo esta perogrullada, y aparente insensatez, es porque esta obra infringe algo que para mí es ineludible en la realización del noveno arte: La fusión de dibujo y guión.En la obra de Foster no existe, y en un análisis primario, tendría que aventurarme cual estudioso de pacotilla, por decir que esto es
literatura ilustrada. No hay simbiosis, no hay complementación. Simplemente un -maravilloso- trasvase visual y escrito.
Las imágenes muestran lo mismo que describe la prosa. La prosa narra lo mismo que muestran las imágenes. No hay espacio para que una influya en la otra, y diría que en ningún momento invaden los terrenos del otro. Son dos capas de narrativa que nunca llegan a tocarse, y que avanzan de forma paralela y exacta. Hay alguna pequeña concesión a lo pictórico, pero nada real, nada sustancioso. Apenas algún detalle del tipo de "como dice el cartel", o alguna prolongación de la narrativa. Pero básicamente, Hal Foster incumple todo lo que hoy supuestamente no debería hacer un autor de cómic. Aunque claro, dile tú a Mendel que trabajara con átomos...
Bueno, que ser pionero cuenta, para lo bueno y para lo malo, y la evolución está ahí. No se limita por supuesto a este aspecto.
Otro a tener muy en cuenta sería la composición de página. Ya, de nuevo es pedir a Galileo que le caiga a él la manzana. Es adelantarse a su tiempo. Pero realmente, a ojos de hoy -no del lector moderno, sino del lector de cómic que haya seguido la evolución del medio en general durante unas cuantas décadas- la composición de página resulta rígida y bastante burda. De nuevo, me retrotrae a los grabados medievales que acompañan la página escrita. Que las viñetas vayan numeradas en ocasiones (un detalle que siempre he odiado, como las temidas flechas de los narradores visuales más torpes), es solo el elemento más superfluo y fácil de resaltar. De cualquier forma, y teniendo en cuenta su publicación original y formato, tampoco voy a pedirle excentricidades a este respecto.
Llegamos ya al meollo del asunto; el marco histórico, y el peso del tebeo dentro del medio.
A partir de aquí me vais a perdonar, pero voy a tirar de bibliografía.
Dice Alvaro Pons:
"Incluso el propio Foster entendía el cómic como un medio menor y prefería buscar el prestigio de la ilustración y la pintura"Parece, querido
Ignacio, que no eran solo los autores de supers los que trabajaban en el medio con la cara oculta entre las manos y avergonzados del mismo. Ahora quizás tenga algo más de sentido lo que venía diciendo sobre gente como Kirby o incluso Sienkiewicz, u otros muchos dibujantes que preferían el mundo de la publicidad y la ilustración, trabajaran en el género que trabajaran. De hecho, aunque le supongo una gran fama y admiración en años posteriores, tenemos el dato al parecer irrefutable -mi presidente me dice que Pons es canela fina y un maestro. Yo concuerdo- de que incluso los más afamados autores han renegado del medio y deseaban dedicarse a otra cosa. Al menos hasta bien entrados los 40, en lo que a esta cita se refiere. Quizás en los 50 la cosa variara, aunque teniendo en cuenta la ley Wertham (que de nuevo, no era solo un tema de supers, sino que afectaba a todo tipo de cómics, desde fantasía a terror), me parece a mí que no, y que la popularidad de los cómics, por lo que nos cuentan todos los estudios de la época, bajó mucho más en esa maldita década. Solo nos quedan los 60 como último clavo ardiendo antes de los temidos 70 y 80...Pero ese es otro tema.
Dice también el señor Pons:
"Dejar de mirar al público infantil era casi una herejía, y el paso de un cómic a una consideración plenamente adulta, un suicidio"Dice acertadamente Pons -y leído lo leído coincido- que El príncipe valiente era, pues, un cómic adulto...disfrazado dentro de uno adolescente. Es decir, el catalogado por algunos "primer cómic adulto" era un cómic de calado juvenil, que iba barruntando entre emocionantes luchas y grandes batallas épicas, un trasfondo algo mayor...pero ligado indiscutiblemente a su formato infantil o juvenil. Ojo, no lo veo mal, ya digo que las grandes gestas prerromanicas no eran muy diferentes a esto en base -tenemos también la idealización del guerrero, y la suspensión natural de la verosimilitud como en la mascara de ganso que se crea Val-, pero sí que me hacen descartar esta obra, en pleno -es o sí o no- como un cómic para adultos. Realmente no lo es, a pesar de que sea plenamente difrutable por los mismos. Pero de nuevo, se me hace más sencillo imaginar a un muchacho de 15 años dando saltos en la calle ante las aventuras de su héroe, que ver a un señor de 50 esperando el autobús enfrascado y absorto en las tiras del héroe batallador.
Diría que este tipo de obras, todas las que atañen la fantasía épica, entusiasman a tres tipos de público:
-El juvenil
-El friki
-El académico
El académico, cuidado, es solo un friki que lo disimula mejor. De hecho, que filólogos como Tolkien fueran tan frikis, ya da una idea de los pasos que sigue un lector a lo largo de su vida si llega al final del camino.
En fin, no me quiero alargar, que no son horas.
Solo deciros, a los que me habéis recomendado esta lectura, que mil gracias, y que la he disfrutado mucho. Si está en mi mano y mi bolsillo trataré de seguirla.
Y en cuanto al debate que teníamos aquí montado unos cuantos, solo decir, que he recurrido a las herramientas propuestas, y con Pons y Foster en cada mano, solo encuentro elementos que me reafirmen en lo que tan mal defendí pero sigo creyendo a pies juntillas:
El camino del cómic ha sido arduo, y su reconocimiento y prestigio por parte del público universal, también. De momento, por las revistas y tiras del primer tercio de siglo (20-30-40), ya veo que no, que allí no hubo resurgir absoluto y unánime del medio. Los 50 los descarto al menos en América. Me quedan, universalmente y de forma internacional, los 60, para parar el reloj de esa evolución moderna que yo fecho en los últimos 70/primeros 80.
Pero como en todo lo escrito aquí; me puedo equivocar.
Perdonad el tocho, enhorabuena si habéis llegado hasta aquí, y disculpad los posibles errores, que entre las horas y parir esto de seguidillo, habrá que ver como ha quedado.
Besos y abrazos.
