
Muy pronto aparecerá el cómic destinado a todos aquellos que quieran contemplar en primera fila la travesía del desierto de dos autores y su editora en una serie que había visto cómo finalizaba una etapa gloriosa. En ella, habían definido el cánon que regiría, a partir de entonces, el más grande de los géneros del cómic
mainstream estadounidense. Se nos fue el autor preferido de Raimon Fonseca, ése cuyo enorme ego era incapaz de convivir con un guionista cuya visión de la serie y los personajes difería de la suya en algunos aspectos. Para sustituirle, regresó el dibujante que, seis años atrás, había puesto las bases de la renovada serie.
Una travesía del desierto muy, muy, muy interesante; por momentos, titubeante, irregular; en ocasiones, deudora de las historias anteriores, con sus venganzas y su repetición de esquemas; salpicada (

) de conexiones con las otras series que, en esos mismos momentos, escribía el guionista, y que necesitaban de un empujón para que sus ventas mejorasen. Un guionista que ya se había convertido en una de las piezas clave del universo Marvel, y que terminaría convirtiéndose en el motor del mejor de los entretenimientos posibles para unas generaciones de lectores que, muy posiblemente, no se imaginaban lo apasionante que acabaría siendo esa década recién estrenada, la mejor de las vividas por el cómic de superhéroes.
Una sombra oscurece el presente de los miembros del grupo, una pérdida irreparable. Y no me refiero a la marcha del dibujante. Los personajes deben reubicarse. El amante de la difunta tiene una promesa que cumplir. Amigos y enemigos expresarán su pesar por la pérdida. Viejas y nuevas amenazas se ciernen sobre el grupo, que terminará regresando a ciertos escenarios ya conocidos: un mundo de espada y brujería y un paraíso natural enclavado en medio de un continente helado. Un héroe maduro descubrirá su paternidad. Dos mujeres sentirán celos. Una chica sentirá simpatía por un ser solitario y poco agraciado físicamente, simpatía que había negado hasta ese momento a uno de sus compañeros de grupo. La nueva líder del grupo se enfrentará al mayor de sus fracasos. El más peligroso de todos sus oponentes pondrá en jaque al mundo entero. Otros intentarán vengarse. La mansión albergará nuevos residentes. Una niña necesitará que le narren un bello cuento de hadas. El beso final que el amante de la difunta da a la narradora es el mismo beso que todos le daríamos a tan encantadora cuentacuentos. Y, por fin, vuelven las viejas creaciones del dibujante. Y con ellas llega una revelación, una aventura espacial, un imperio estelar en peligro, una nueva y muy peligrosa especie alienígena y, de nuevo, una pareja de amantes que ve como sus irrenunciables compromisos niegan la posibilidad de poder estar juntos para siempre. El guionista juega con la muerte y con la muerta; un juego con el que deleitará a sus lectores, hasta la desesperación, durante algunos años.
Pero, dentro del conjunto de las historias incluidas en el tomo, destacan aquellas que narran la redefinición de dos personajes: un hombre y una mujer.
"El sueño era bueno. Es bueno. Pero el soñador se ha corrompido". Un crisol del que terminó emergiendo un hombre nuevo, destinado a unas labores que nunca habría imaginado desempeñar.
"Soy, existo, aquí y ahora. Tengo un presente y un futuro, una vida para saborear al máximo, el mismo don que todos los niños reciben al nacer. Si a ellos les vale, para mí es más que suficiente." Borrón (literal), y cuenta nueva, de los que terminó emergiendo una mujer nueva, destinada a surcar las corrientes del espacio.
¿Hace falta decir más?

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Un saludo,

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