Todo arranca de un momento concreto, la bancarrota de Marvel a mediados de los 90. Y de aquellos polvos vinieron muchos de los lodos que hoy nos estamos comiendo. Se ha mentido mucho (y de manera muy interesada) sobre que lo que alejó a los lectores de Marvel fue una crisis de autores y conceptos durante toda esa década, cuando en realidad lo que hubo fue un año de Reinos de Taifas (cinco editores en jefe al mismo tiempo) tras la marcha de DeFalco y a continuación un hundimiento en toda regla a causa de un agujero financiero del tamaño de Australia y del que la compañía salió a flote a costa de generar masivamente nuevos lectores,
pero sin importar cómo se generaban esos nuevos lectores. Xej: Si había que traer al innombrable o a Jim Lee para que reinventasen el UM, se les traía a los dos, se les decía OK (por contrato) a cualquier concepto molón que ellos en su sabio desconocimiento sugiriesen y se reinventaba lo que hubiera que reinventar.
La compañía se salvó a través de una política editorial en la que tenía más cabida los nombres de los autores que el imprescindible el respeto a lo hecho antes por Lee, Kirby, Ditko, Thomas, etc, que había sido el leitmotiv de la compañía hasta entonces. Es cierto que el Heroes Return y el Marvel Knights hicieron más bien que mal, pero la filosofía de "los autores antes que los personajes" estaba ahí para quedarse. Ante el pánico que cundió a causa de la bancarrota creada (sin hacer cuentas, se despidieron a más de 70 personas de la noche a la mañana y seguro que me estoy quedando corto), lo que interesaba era llamar la atención sobre lo que se quería vender. Porque había que vender, como fuera, pero había que vender.
Marvel se salvó. Y los defensores de aquella teoría, tomaron buena nota de lo que había que hacer en tiempos de crisis para aumentar las ventas de los tebeos: No importa de dónde vengas porque hay más potenciales lectores ahí fuera que no saben de dónde vienes, que lectores actuales que sí lo sepan. Para mí, el éxito de la línea Ultimate es el ejemplo definitivo de lo que quiero decir.
En la crisis galopante en que nos movemos hoy, lo que importa es llamar la atención de ese público potencial que está ahí y hacerles que lean los tebeos que vendes. Hoy no son tanto los nombres de los autores, sino el cine, la televisión, el DVD, internet, quienes llegan a todos los hogares: Eso es lo que ese público conoce y eso es lo que le tienes que vender: Spiderman y Lobezno por todas partes, vengadores gubernamentales, conspiraciones, vampiros, zombis, infiltraciones de cylones en nuestro mundo, muertes en cada evento, telarañas orgánicas, Peter Parker soltero y sin compromiso, Hombres X con trajes de cuero negro... Con lo mono que le quedó su Colin Farrell, aún no entiendo porque Bendis no concibió durante su etapa una historia en que Kingpin se convirtiera en un hombre de raza negra.
En una palabra, hay que venderles MODA, no historia. La historia os interesa a cuatro, la moda a cuatrocientos. A ver cuándo os enteráis.
El Jemas no era un iluminado, nos guste o no fue un Visionario. Cup O´Joe ha sido su mejor alumno y Brevoort sabe de que va esta historia desde hace 15 años. Pueden caer Perelman, Harras, Jemas, Quesada, Alonso o quien sea, que Brevoort siempre estará allí, porque es el “hombre de confianza” de toda esta nueva filosofía que se implantó en los años oscuros y que salvó a Marvel de la quiebra. Bendis es un genio porque es el que más vende, así que ¿a quién le importa lo que escriba? Al igual que sucedía con el innombrable, lo que vende es su nombre, no su obra.
El What If en este caso es averiguar cómo estaríamos hoy si en su día hubiera sido Shooter en vez de Perelman quien hubiera comprado la Marvel.
Pero lo cierto es que eso nunca sucedió. En el mundo real Perelman ganó, Marvel quebró y hubo que salvarla. La lección se aprendió y los métodos que se emplearon para hacerlo crearon escuela.
La Edad Heroica está en los tebeos. En vuestras estanterías lo que hay es la Edad del Dólar.