Os imagináis la saga del Imperio Secreto (que a Englehart ya le llevó alrededor de medio año) narrado por Bendis?
No, es imposible que la saga del Imperio Secreto se contase tal cual hoy en día, por la razón de siempre: no es políticamente correcta. La resolución de la historia ataca a los estamentos superiores del gobierno de los Estados Unidos y convierte al presidente de la nación en el líder en la sombra de una organización terrorista que le hace el doble juego a su país. Y todo ello desde la serie del personaje que portaba los símbolos americanos como estandarte.
Para añadirle más carga simbólica, ya que no se menciona directamente en ningún momento la identidad concreta del Número Uno ni se le muestra el rostro, la escena donde es desenmascarado para inmediatamente suicidarse se enmarca precisamente en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Estamos de nuevo ante un nuevo caso de autocensura, ya que el propio Englehart nunca estuvo seguro de que Marvel le dejase terminar la historia de ese modo si mostraba claramente la identidad del Número Uno, como ha declarado posteriormente.
Es lo que pasa cuando pones a jugar con el Héroe Americano por excelencia a un guionista cuyas ideas políticas parece que se orientaban hacia la izquierda. Precisamente el legado que Englehart dejó en el personaje no se reduce sólo a este Watergate superheroico, sino que anteriormente había estado desmontando las historias de los años 50 donde el Capi llevaba su propia caza de brujas a golpe de commie-smasher, limpiando así el nombre de Steve Rogers al tiempo que resolvía el gran problema de continuidad que Stan Lee había creado con la incorporación del Capitán América al Universo Marvel.