A ver, mientras asimilo las desapariciones con que me he encontrado al volver por aquí, lo primero que quiero decir es que quienes de verdad quieran ver bien comentadas las mejores etapas de Daredevil, lo que tienen que hacer es hacerse con los contenidos extras de los DVDs de Daredevil y Elektra. Ahí están publicados los documentales
The Man without Fear y
Elektra: Incarnations. Todo lo que queráis saber y más sobre los mejores momentos de Daredevil lo tenéis allí comentado de primera mano por Stan Lee, Romitas padre e hijo, Gene Colan, Frank Miller, Klaus Janson, Sienkiewicz, Quesada, Bendis, Kevin Smith y alguno más que se me olvida.
Como supongo que ahora no los tenéis a mano y no podéis hacer comparaciones, voy a echarle un morro impresionante al asunto y hablar sobre las etapas de Daredevil que más me gustan.
1º.-
La primera etapa de Frank Miller: No es ningún secreto que le dieron la serie a Miller como se la podían haber dado a cualquiera, ya que tras la marcha de McKenzie estaban a punto de cancelarla. Sin embargo, el que en ese momento estaba en el lugar adecuado era Frank Miller, un dibujante casi novato que cobraba muy poco y que estaba dispuesto a hacerse cargo de los guiones de la serie casi por la misma pasta que por dibujarlos. Shooter, que no era ningún gilipollas, debió pensar que ya que la serie era carne de cancelación, daba igual a quien se la diera. Y sin embargo, cuando vio los primeros números de Miller, se debió quedar tan de piedra como nos quedamos los demás.
Porque la verdad es que aquello era la polla. Elektra (homenajes/plagios a la Sand Saref de Spirit, aparte) era lo mejor que le había pasado nunca a Daredevil; los ninjas de la Mano eran una panda de cabrones que ya hubiera firmado el mismísimo Sampei Shirato para su Kamui; Bullseye era ahora un auténtico psicópata que se hacía más listo y más hijo de puta a cada número que pasaba (fijaros bien en el empalamiento final a Elektra porque simboliza una violación en toda regla). Stick resultaba una explicación más molona que todo aquel rollo de los materiales radioactivos que en el fondo tanto recordaba a lo que ya nos habían contado otras veces. Y sobre todo, o por encima de todo, el que más bacalao repartía ahora era un Kingpin que ya no era sólo un gangster más de los que aparecían en Spiderman; ahora era un rey que recuperaba su trono, un villano sin alma, porque lo último que le quedaba de su alma lo había perdido al creer perdida a Vanessa.
Aunque no fuera un éxito de ventas, cualquiera que se lo leyera, en el número en que lo hiciera, se enganchaba sin remisión a la serie. Aquel Daredevil ya no era ni remotamente parecido a Spiderman, si es que alguna vez lo había sido. Ahora era otra cosa diferente; de hecho, era diferente a cualquier tebeo que te pudieras estar leyendo entonces. Ni siquiera te planteabas si era mejor o peor que otros tebeos; simplemente, al leerlo, te dabas cuenta de que te estabas leyendo algo especial.
Por poner un ejemplo bastante inocente, una de mis primeras impresiones al ver el título de la historia del nº 8 de Forum (Gang War, Guerra de Bandas, el #172 USA), es que aquello era muy parecido a los títulos del Spirit que años antes había publicado Garbo, algo que nunca se me hubiera ocurrido asociar a los superhéroes de la Marvel. Luego ya, con el paso de los años, descubriría a John Law, Sand Saref, leería entrevistas a otros autores y al propio Miller, y me explicaría muchas cosas que por aquel entonces únicamente intuía de manera un poco confusa.
Hoy, con la perspectiva que te dan los años, pienso que el éxito de Miller fue el mismo que el de Eisner: escribir tebeos respetando la inteligencia de sus lectores, fueran éstos adultos, adolescentes o niños. O lo que es lo mismo, al igual que Spirit para Eisner, Daredevil no era para Miller un héroe infalible que pudiera situarse por encima del bien y del mal; en el fondo, Daredevil no deja de ser un pobre capullo con sus comidas de coco como las pueda tener cualquiera, con sus hormonas a cien cada vez que Elektra se le ponía por delante, y con las mismas ganas de partirle la cara a Bullseye o a Fisk que hubiéramos tenido cualquiera. Daredevil casi estaba en este sentido un peldaño por debajo del resto de superhéroes de la Marvel de la época. Podía recibir de continuo enormes palizas tanto físicas como morales, perdía sus sentidos a lo loco, y sobre todo, sus acciones luego tenían una trascendencia para él que no te esperabas de ninguna manera (Vanessa, Randolph Cherryh, Bullseye, Elektra), aunque eso sí, todo ello contado con la acción y el tono épico que siempre debía caracterizar a cualquier tebeo Marvel.
Sin embargo, quedarse sólo en las influencias de Eisner es no hacer justicia al Daredevil de Miller, porque si algo demostró Miller al hacer este tebeo es que era un tío que hacía honor al mestizaje cultural que le servía de bagaje: el Daredevil de Miller, y aún más su maestro Stick, recuerdan enormemente a todas aquellas películas hongkonesas de artes marciales de los setenta en las que el protagonista, o su maestro, o algún protagonista es ciego, lo que no afecta en absoluto a su pericia en las artes marciales o al resto de sus sentidos.
Pero al mismo tiempo, si de algo es deudor el Daredevil de Miller, es al manga y a la cultura japonesa. Guerreros ninjas aparte, a pesar de poseer los rasgos de Audrey Hepburn, con Elektra, Miller trae a la Marvel el prototipo de mujeres guerreras que el manga había ido introduciendo poco a poco en sus páginas a partir de los años cincuenta, unas mujeres que buscaban en la lucha su propia catarsis personal y su propio modo de afirmación frente a los hombres. De hecho, su propio viaje iniciático a unas lejanas montañas que tiene que escalar en busca de sabiduría y pericia, su posterior ingreso en la Mano buscando nuevos conocimientos, y finalmente su renuncia a los caminos equivocados y su ascensión final a esas montañas inalcanzables, evoca al de muchos mangas de temática similar. Además, como en muchos mangas de chicas guerreras, Elektra es una guerrera feroz e independiente que tiene su propio conflicto interno, en este caso el debate entre sus raíces occidentales, que se vuelven a poner de manifiesto al reencontrarse con Matt, y su nueva y adquirida herencia oriental, que le obliga a cumplir aquello que ha asumido.
Por cierto, que vaya diseño que se marcó Miller al crear a Elektra, además con el mismo tono de rojo que el del uniforme de Daredevil; al verla, no hace falta que nadie te diga que es la chica de Daredevil. Es tan obvio que salta a la vista.
Y todo ello llevado a cabo gráficamente por el mejor dibujante posible para la historia que se estaba contando, el propio Miller: perspectivas cuasicinematográficas no sólo en las portadas sino en el interior del tebeo (curioso por cierto que hoy Miller reniegue de este modo de narración que él mismo tanto hizo por afirmar), monólogos que reforzaban la estudiada narrativa de las viñetas y que involucraban al lector en la historia que te estaba contando, y sobre todo, un ritmo trepidante en cada tebeo, aunque fuese para contar la historia de una asesina moribunda arrastrándose hasta la casa de su amado intentando despedirse de él.
El #181 USA, el de la muerte de Elektra, me parece el mejor tebeo de esta época, un ejemplo del porqué todas las viñetas resultan trascendentes en el Daredevil de Miller.
Por cuestiones personales, me gusta distinguir tres etapas en este primer Daredevil de Miller. La primera serían los tebeos que hizo en colaboración con Roger McKenzie. Al igual que a Spector, a mí me mola esta etapa donde Miller va cogiéndole el punto al personaje. Lo único que no tengo claro de ella es si era Miller quien llevaba las riendas de lo que le escribía McKenzie, o si lo que al final hizo Miller fue aprovechar el camino que le dejó abierto McKenzie. Por la manera en que se trabajaba en la Marvel, me inclino más por la primera opción, pero a lo mejor con ello estoy siendo injusto con McKenzie.
La segunda etapa, ya con Miller como autor completo, la sitúo desde la presentación de Elektra y el regreso de Kingpin de Japón hasta la muerte de Elektra a manos de Bullseye.
A mí esta parte central son los números que más me gustan de este primer Daredevil de Miller. Me encanta la fuerza con que Elektra entra de nuevo en la vida de Matt para salvarle de Kirigi y la Mano, estableciéndose una compleja relación de amor entre ellos que Miller nunca decidiría llevar hasta sus últimas consecuencias, aunque Matt no estuviese dispuesto a aceptar ese final. Me encanta la aparición de Stick en la vida de Daredevil y lo putas que siempre las acaba pasando Turk. Me encanta Ben Urich, al que Miller convierte en el periodista que siempre me ha parecido más humano e interesante del Bugle (bueno, ya no). Pero sobre todo me encanta lo que Miller hace con Kingpin. Es la leche escuchar contar a Miller cómo siguió el consejo de Byrne a la hora de escribir y dibujar a Kingpin, al que convirtió en uno de los mejores villanos de Marvel, por no decir el mejor: un individuo realmente peligroso incluso sin necesidad de contacto físico, frío, calculador, físicamente intimidador, el pefecto manipulador, con una inteligencia y una visión de conjunto que le permite tenerlo todo bajo control, capaz de tener a sus órdenes a la Mano, a Bullseye o a la propia Elektra, o de manejar como un títere al candidato Randolph Cherryh, un peón más en el gran juego al que juega Kingpin.
Y cuanto más grande es Kingpin, más grande es Daredevil. Porque para eso sirven los villanos en las grandes historias, para dar la auténtica medida de los héroes.
La tercera etapa sería la que va desde la muerte de Elektra hasta su resurrección. Juego de Niños (la mejor interpretación del Castigador hasta que llegaron Steven Grant y Mike Zeck para dar su versión definitiva del personaje, que Miller les sirvió en bandeja), el regreso de la Viuda Negra y la aparición de la Casta y la batalla definitiva con la Mano que acaba con la resurrección de Elektra, me parecen historias cojonudas que sirvieron como colofón a la primera etapa de Miller en Daredevil. Aunque si tuviera que destacar una sola historia de todas ellas, me quedo con "Ruleta", el epílogo final de Miller a todo lo que había contado, una preciosa reflexión sobre la violencia y los superhéroes en la que al final la pistola carece de balas, con un magnífico entintado de Terry Austin que siempre me ha hecho preguntarme cómo habría quedado esta etapa si él hubiera sido su entintador en lugar de Klaus Janson, que eso sí, era un gran colorista.
Supongo que al final he hecho lo de siempre: no saber cuándo parar y no saber distinguir el grano de la paja; pero es que me es muy difícil no enrrollarme con el Daredevil de Frank Miller. Y lo que es peor, no sé cómo voy a hacer para ser concreto con el Born Again y no decir todo lo que me gustaría soltar sobre esta segunda etapa de Miller en Daredevil. Lo intentaré hacer lo mejor que pueda, y ser lo más esquemático posible, para no volver a agobiar a los que hayan aguantado hasta aquí y poder así comentar además algo sobre del Daredevil de Nocenti y Romita, aunque no sé aún cómo lo voy a hacer para que estas dos etapas a la vez me queden en menos espacio de lo que ya me ha llevado esta.
De todas formas, si habéis aguantado hasta aquí, Gracias.