He leído
Clásicos del Humor: Mortadelo y Filemón Nº 3.
Tercer y último recopilatorio de la colección, que sigue la línea de los anteriores con una buena selección de historias, destacando algunas por hacerse eco de los eventos de la época.
Comenzamos con una historia de 8 páginas titulada
"El abuelo", que nos sirve para conocer mejor el pasado de nuestros protagonistas, cuya relación parecía estar predestinada. ¡No era nadie el abuelo de Mortadelo!
Este formato de 8 páginas es del que mayor recuerdo guardo de las lecturas de mi infancia, propio de las revistas de Pulgarcito, pero que acabaría siendo recuperado en la carismática Colección Olé.
Después tenemos
"Los inventos del doctor Bacterio", que nos sirve para que Ibáñez explote al máximo las capacidades creativas del personaje, colocando a nuestros protagonistas como los conejillos de indias perfectos. A pesar de la obvia esquematización de la trama, el autor comienza a dar señales de unos argumentos más lineales, algo que se hace patente en las siguientes historias incluidas en el tomo. Por cierto, la isla de pascua parece ser un lugar recurrente al que Mortadelo huye cuando el Super lo reclama.
"Gatolandia 76", también titulada
"En la olimpiada" es la historia que abre uno de los recursos que se repetirían en años posteriores. Los agentes de la TIA deben evitar un posible sabotaje en el evento deportivo, infiltrándose en el equipo nacional. Prácticamente repite esquemas con
"Mundial 78", aunque este está más centrado en satirizar al deporte rey en un viaje a Argentina durante el mundial de ese año. En ambos casos, tenemos una historia divertida, preñada de gags que te hacen reír bastante, a pesar de que curiosamente, las misiones tiene un final muy similar, algo que se repite con la última historia del tomo: "
La estatua de la Libertad". En esta aventura, contarán con la ayuda excepcional de Ofelia, que presume de conocer bien el idioma de Shakespeare y que las guiará por la ciudad con su peculiar estilo. No sé cuantas veces la habré leído en mi infancia, pero aún me sigue pareciendo una buena historia y resulta curioso ver como el autor introduce pequeños cameos de personajes famosos a lo largo de la trama.
A diferencia de los tomos anteriores, este incluía muchas historias que había leído o de las que tenía un recuerdo, por lo que a veces los chistes no han impactado igual. No obstante, me ha parecido una lectura sumamente divertida, que me ha servido para reencontrarme con dos de los personajes favoritos de mi infancia, con los que pasé muchas horas y que a pesar del tiempo transcurrido, el humor de Ibáñez sigue funcionando. Quizá estemos ante uno de los mejores clásicos de la historieta española, y que no puedo dejar de recomendar a todo el mundo.