Y yo continúo con mi historia, ya no queda nada para el final
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CAPITULO 5: UN NUEVO MIEMBRO
-Señor, ¿está usted bien?- Magneto abrió los ojos, y se giró. Sapo le miraba triste, temiendo por él. A su alrededor, varios mutantes, tumbados en el suelo, también le observaban.- Hemos oído que lloraba, ¿está usted bien?
-Claro, Sapo. Sólo recordaba.
-Oh, señor, recordar es bueno. ¿Le he hablado alguna vez de cuando vivía en...?
-Tengo sueño, Sapo, buenas noches.
Sapo se retiró, dejando a Magneto tumbado en el suelo, tapado con una fina manta. Así, el líder de la Hermandad volvió a cerrar los ojos, y a recordar...
Ya llevaba unos años trabajando para Arma X. Furia, Xavier y él habían reunido a un par de mutantes, que años más tarde murieron en combate. Aquellos tiempos eran felices, aunque cada noche, Erik recordaba a su familia perdida. Pero un día, Magneto descubrió algo que no entendió. Vio como Furia disparaba a quemarropa a una mujer mayor. Sin poder entenderlo, Erik saltó a por su compañero, al ver el asesinato:
-¿Qué has hecho, Nick?
-¿Erik? ¿Qué haces tú aquí? Se supone que estabas de misión, buscando a la chica telequinética.- Furia seguía con la pistola en la mano, y la sangre de la anciana corría por el suelo, dejando ríos escarlata a su paso.
-Charles se encargó de eso. ¡Por qué has asesinado a esta mujer!
-Era mutante...Podía ver el futuro, era un peligro para nuestro grupo, que debía ser...
-¿Cuánto tiempo lleváis haciendo esto, Nick? ¿Lo sabe Charles?- Magneto estaba furioso. Todos los objetos metálicos estaban levitando, incluido el anillo de la mutante, que hacía levantar todo el brazo y el índice, señalando a Furia.
-Sí que lo sabe. Pero tranquilo, debes entender que...- Nick Furia dejó de hablar, al ver entrar a Xavier por la puerta.
-Tranquilo, Erik. Déjame explicártelo.- Su voz irradiaba seguridad, algo que a Magneto le había hecho olvidar a su familia más de una vez.
-¿Los matastéis, Charles? ¿Matastéis a mi familia para que me uniera a vuestro grupo?- Erik estaba gritando, y apretaba tanto los puños que le empezaron a sangrar las manos. Ninguno de sus compañeros contestaron a su pregunta, bajando la vista. Suficiente para el mutante.- ¡NO! ¡NO! ¡Confié en vosotros! ¡Os consideraba mis hermanos!- Así, salió volando de la habitación, atravesando el techo, y aquel fue el último momento en que Magneto vio a sus amigos cara a cara.
Magneto oyó un ruido, que le sacó de sus recuerdos. Al girarse, vio a Pícara y a Médula mirar por la ventana. Dientes de Sable rugió, despertando a muchos. Un enorme chico ruso se levantó, y transformó su cuerpo en acero orgánico. Al otro lado de la ventana, un hombre se acercaba con paso decidido hacia el escondite de la Hermandad.
-Tranquilos, mis mutantes. Sed pacientes. Esperad a que se acerque y podamos ver su cara, puede que nos llevemos una sorpresa.- Magneto conocía la ferocidad de algunos de sus siervos, y quería impedir una masacre sin sentido. Una voz gritó desde el exterior.
-¡Magneto! ¡Sé que estás ahí, sal!- El joven Scott Summers llevaba una bolsa de viaje junto a él. No tenía puesto su uniforme de Arma X, sino ropa de calle. Magneto salió al exterior. Hacía frío, y llovía mucho.
-Que sorpresa tenerle aquí, sr. Summers. ¿Cómo ha descubierto nuestra humilde morada?
-Arma X tiene registrado este domicilio a nombre de Magnus, sin apellidos. No ha sido utilizado jamás, desde su compra. Es muy sospechoso. Te aconsejo que en el futuro busques mejores escondites, Erik.
-¿Qué quiere, Sr. Summers? Ambos sabemos que no ha venido en esta fría noche a darme consejos.
-Quiero unirme a tu Hermandad. Ningún compañero sabe que me he marchado. Ni siquiera Jean. ¿La razón? No confío en Xavier. Y menos en Nick Furia.
Próximo día, ¡la conclusión!