Doctor Extraño: Omnigold 3: ¡A Través de un Orbe Oscuro! (1974-1977) Reseña en la web de Universo Marvel:https://www.universomarvel.com/resenas-doctor-extrano-omnigold-3-a-traves-de-un-orbe-oscuro-1974-1977/Tras el regreso del Doctor Extraño a la vida editorial en Marvel Premiere, el maestro de las artes místicas vuelve a gozar de título independiente desde el número 1. El presente tomo, tercero ya, recoge el inicio de esta nueva cabecera del Doctor.
Sigue el mismo equipo creativo que empezó su andadura en Marvel Premiere, formado por Steve Englehart y Frank Brunner. Todavía con el asunto de la Nueva Creación, la ida de olla que cerró el anterior volumen, coleando.
Un chiflado que se hace llamar Daga Plateada es el antagonista de la primera línea argumental. El tipo es un devoto de Dios todopoderoso, cuya misión en la vida no es otra que dar caza a blasfemos y lo que él entiende por demonios, en el caso que nos ocupa, el propio Doctor Extraño y Clea. De este modo, Englehart sigue valiéndose de influencias bíblicas como eje de sus guiones.
Sin embargo, el nuevo villano parece un simple pretexto para enviar al Doctor Extraño a vivir uno de sus alucinógenos viajes por mundos irreales. Porque el grueso de la saga consiste en eso, cuando nuestro protagonista penetra en la Esfera de Agamotto y queda atrapado en una dimensión digna del País de las Maravillas de Alicia. Escenario ideal para que Frank Brunner demuestre sus incuestionables dotes diseñando mundos y personajes imaginarios. Englehart incluso inserta una escena donde aparecen versiones irreales de algunos de los principales superhéroes de la casa.
Por cosas de los plazos de entrega, en medio de todo viene intercalada la reedición del número que suponía la primera aparición de Clea, de la lejana etapa de Stan Lee y Steve Ditko.
En medio de la montaña rusa de alucinaciones en el irreal mundo, los acontecimientos dan un giro inesperado. Resulta que detrás de todo está el Anciano, ahora convertido en una entidad cósmica, que pone a prueba a su sustituto en el cargo como Hechicero Supremo. La primera de una serie de pruebas que Extraño deberá pasar.
El Doctor demuestra no temer a la muerte y supera el obstáculo, pasando a una especie de renacer por el que nunca más envejecerá. El episodio trae consigo la "instalación" de una cruz Ankh en la frente del mago, símbolo de la vida eterna, que aparecerá cada vez que Stephen Extraño se enfrente a la muerte.
La cuestión es que todo este asunto le da bastante sentido todo el rollo filosófico y espiritual desplegado en el viaje por la irrealidad. Pero el arco no termina aquí.
Tratándose de un cómic guionizado por Steve Englehart, ya sabemos que las cosas pueden salirse de madre en cualquier momento. Si bien es cierto que en esta ocasión Frank Brunner viene acreditado como coguionista en el número final.
La frikada de turno la tenemos en el origen de Daga Plateada. En un flashback nos cuentan como el hombre era un cardenal del Vaticano deseoso de llegar a Papa. Pero cuando vio como coronaban a otro en su lugar, le echó la culpa al diablo y se lanzó a aprender magia negra para aniquilar a todo aquel que él considere que es un demonio. Por muy chiflado que esté el tipo la idea es de bombero.
Por no hablar de la escena en la que la imagen astral del Doctor Extraño entra por error en una figura de cera del propio Doctor, y encima decapitada. ¿En serio el Hechicero Supremo no es capaz de percibir si un cuerpo está vivo o es de cera?
Por fortuna, el trabajo gráfico de Frank Brunner resta importancia a los desvaríos argumentales.
Vuelve el gran Colan.Brunner abandona la colección en este punto. Pero fuera alarmas, puesto que su sustituto no es otro que Gene Colan, que ya nos maravilló en una etapa anterior del Doctor Extraño. En el primer tramo de su nueva etapa, las tintas se las van alternando Frank Chiaramonte, John Romita y Tom Palmer, hasta que este último se queda como fijo. Afortunadamente.
Dormammu y su hermana Umar encarnan la nueva amenaza a la que debe hacer frente Extraño. La recurrente invasión a la Tierra.
Otro extenso y épico arco ideado por Englehart que, visto en conjunto, puede pasar del aprobado. Sin embargo, creo que el guion peca de sobreactuado.
Reiterados giros argumentales, algunos dudosamente convincentes y redundancia en el uso de conjuros, objetos de poder y artimañas varias, que terminan siendo un poco mareantes.
Tiene cosas muy buenas, como por ejemplo la idea de la diosa Madre Naturaleza como símbolo de la destrucción que Dormammu quiere llevar a cabo. Entendido como un argumento de defensa del ecologismo. También el padre de Clea me parece un personaje bien buscado.
Pero otras cosas me chirrían. El yonqui servidor de Dormammu lo veo un poco metido con calzador, quizás en un intento de denuncia de la drogadicción. Y no me parece creíble la excusa que pone Dormammu para saltarse su juramento de no conquista de la Tierra.
Eso sí, el dibujo es una gozada y me da la sensación de que sostiene el conjunto en una proporción bastante alta.
La siguiente línea argumental sube la apuesta en cuando a grandilocuencia.
Eternidad aparece para advertir que el mundo va a llegar a su fin. La causa, según el ente cósmico, es la comunicación entre seres humanos. Ya no hay lugar para la ignorancia cuando los humanos tenemos la necesidad del conocimiento sobre todos y sobre todo, actitud que no hace más que encerrarnos en nosotros mismos y suprimir el espíritu de colaboración. ¡Toma ya! Filosofada made in Englehart con la que ignoro hacia donde quiere ir a parar. Cualquiera diría que es un visionario vaticinando la futura era de Internet.
La premisa da para un nuevo y surrealista viaje de Extraño por otro mundo irreal. Francamente, demasiado largo y agotador, donde lo más fácil es acabar perdido dentro de la masa cerebral del guionista.
El Barón Mordo aparece para ligar el fracaso de la especie humana a la locura, precipitándose la trama a su clímax, con la destrucción del planeta Tierra. Momento propicio para que Gene Colan y Tom Palmer desplieguen todo su potencial, lo que nos lleva a la conclusión de que es mejor evitar dar demasiadas vueltas a los delirios de Englehart y centrar nuestro esfuerzo a deleitarnos con el apartado gráfico.
Una vez desintegrada la Tierra, el Doctor Extraño se encuentra vagando por el infinito espacio. De ahí logra recalar en la dimensión de los sueños, donde se encuentra con otro de sus archienemigos: Pesadilla.
Resulta que Eternidad cometió el error de entrar en el reino de Pesadilla. Allí tuvo un sueño que consistía en destruir la Tierra, pero al ignorar que estaba soñando, el todopoderoso ente llevó a cabo el exterminio en el mundo real. Algo así, sería.
Pero en esas que todo formaba parte de otra estratagema del Anciano para poner de nuevo a prueba al actual Hechicero Supremo, todavía bajo contrato de prácticas. La asignatura de la que se examinaba esta vez Extraño consistía en no abandonar jamás la esperanza de vida. Eternidad acepta los argumentos del Anciano y repara el desaguisado. En lo que dura un suspiro, rehace la Tierra desde su creación hasta la situación en que había quedado justo antes de su total destrucción.
Resumiendo, un suceso de dimensiones descomunales construido entre la metafísica y el creacionismo. Estamos hablando de que la Tierra se ha volatilizado y renacido sin que ninguno de sus habitantes se haya enterado, a excepción del Doctor Extraño. Englehart no se anda con chiquitas. Lo mejor, de nuevo, Gene Colan.
Entre tanto mareo contemplativo sobre conceptos de alcance universal, bien nos merecemos un descanso hacia esquemas algo más terrenales. Y creo que el arco que cubre este paréntesis no puede ser mejor: un crossover con la Tumba de Drácula, colección con la que el Doctor Extraño comparte equipo gráfico. No así guionista, que en el caso de Drácula dicha labor cae en la figura de Marv Wolfman.
Me parece un extraordinario arco y uno de los mejores crossovers que recuerdo de la era clásica de Marvel. Un auténtico tour de force de dos números, destacando una batalla de alto voltaje entre Drácula y Extraño.
De vuelta a la normalidad bajo la batuta de Englehart, Stephen Extraño es ahora arrastrado a los infiernos por Satán. Y vuelta a repetir esquema: una vez más, el superhéroe viaja a un mundo donde nada parece real. Y una vez más nos volvemos a encontrar ante otro escenario de lo más apropiado para Gene Colan. Un Colan que viene arrasando por lo menos desde la entrada de Palmer como entintador.
Adiós a Steve Englehart, demos la bienvenida a Marv Wolfman.La saga que cierra la etapa guionizada por Steve Englehart por lo menos nos ofrece algo diferente.
El Doctor Extraño le enseña a Clea el arte de viajar en el tiempo como parte de su aprendizaje. Y lo hace retrocediendo en el tiempo, pasando por diferentes momentos clave de la fundación de los Estados Unidos de América.
La pareja se encuentra con personalidades como Francis Bacon y Benjamin Franklin, al tiempo que también deben enfrentarse al hechicero Stygyro.
Encomiable trabajo de documentación histórica por parte de Englehart en una historia fascinante. Aunque no se escapa de incorporar su punto friki, encarnado en el romance que viven Clea y el propio Franklin.
Por desgracia, Englehart abandona la colección dejando colgada la trama. De hecho, todo el equipo artístico se marcha en bloque, también Gene Colan y Tom Palmer.
Marv Wolfman es quien toma el testigo para completar la saga del viaje al pasado. Alfredo Alcalá le acompaña en un trabajo gráfico mediocre.
Ignoro cuál era la intención de Englehart, pero Wolfman transforma el periplo en el tercer examen para nuestro Hechicero Supremo en pruebas. El Anciano pide a Extraño que le acompañe como espíritu universal abandonando su forma humana, a lo que el Doctor se niega. El fantasmal Anciano lo considera inaceptable y le arrebata definitivamente el incremento de sus poderes. Se terminó el Hechicero Supremo.
La reacción del Anciano no tiene mucho sentido, puesto que su anterior estado como hombre prueba que no es necesario ser un ente cósmico para alcanzar el grado de Hechicero Supremo.
La cuestión es que Wolfman se quita de encima la saga empezada por Englehart a la primera ocasión. Quizás de forma un tanto precipitada.
Ya en tiempo presente y con Extraño de vuelta a la categoría de hechicero sin adjetivo, Wolfman abre nueva línea argumental. Y lo hace junto a nuevo acompañante, el dibujante Rudy Nebres.
Durante el enfrentamiento del maestro de las artes místicas con Xander, villano de nueva factura, Clea pierda su memoria y pasa a convertirse en una bomba de relojería deambulando por la ciudad.
Ciertamente, el papel de la pareja sentimental de Stephen hasta ahora no ha pasado de mochila que va arrastrando el protagonista, teniendo que ser rescatada regularmente del villano de turno. Por lo menos aquí obtiene un rol más siniestro.
Pero el giro que más trasciende a la continuidad del título lo explica el propio Xander. Los Creadores, una especie de tribunal de otra dimensión llamada el Cuadraverso, fueron quienes estaban detrás de la supuesta destrucción del planeta. Al parecer, todo ello no fue más que una ilusión cuyo fin era el de confundir al Anciano y así despojar a Extraño de su condición de Hechicero Supremo.
Una vuelta de tuerca de más, que no hace más que enredar todavía más la historia. Sin embargo, entiendo y hasta me parece necesaria una decisión como esta, que viene a quitarle al Universo Marvel un peso de la dimensión de “un antes y un después”, como es la destrucción y reconstrucción totales de la Tierra.
Lo mejor, de nuevo, el apartado gráfico. Rudy Nebres demuestra una indiscutible capacidad con el lápiz, destacando el realismo de las siluetas y una poderosa narrativa.
Antes del desenlace del arco de Clea, en el número que cierra este tomo, tenemos insertado el primer anual correspondiente al Doctor Extraño.
Marv Wolfman sigue al guion, aunque en este caso comparte la labor con Craig Russell, que ilustra el número al completo. Extraño viaja engañado al Mundo Fase, otra dimensión en la que se encuentra con la Emperatriz Lectra y su hermana Phaydra. Una notable historia sobre codicia, amor y autodestrucción, donde lo mejor está en el despliegue imaginativo de Russell.
Wolfman y de nuevo un magnífico Nebres, ponen punto final al volumen y a la locura de Clea. Totalmente fuera de control, la amnésica hechicera se ha convertido en una amenaza para la población. Un poco exagerada la violenta reacción, por mucho que haya perdido la memoria. Arco aceptable sin más.
Conclusión.El apartado gráfico por sí solo ya haría de este tomo una adquisición indispensable. Lo que hacen Frank Brunner y sobre todo Gene Colan es para enmarcar. Incluso Rudy Nebres y Craig Russell no se quedan muy lejos. Quitando un solitario número dibujado por Alfredo Alcalá, ni un solo pero al apartado gráfico.
La parte escrita personalmente me suscita muchas más dudas. Steve Englehart te da una de cal y una de arena, largándose quizás cuando estaba en el mejor momento.
Por una parte, no se puede negar que detrás de los guiones hay mucho trabajo y resuelve algunas tramas de forma satisfactoria y entendible. Pero también abusa de las largas escenas en mundos o dimensiones irreales. Y a menudo se mete en jardines filosóficos, metafísicos o espirituales, que acabarían aburriendo si no fuera porque son el marco ideal para el despliegue creativo de los artistas gráficos. Por no hablar de sus infaltables ideas fuera de toda lógica.
En lo que respecta a Marv Wolfman, se dedica a ir cerrando puertas que Englehart ha dejado abiertas. Y poco más puede hacer en los pocos números que le toca escribir.