Una relectura a
Blankets nunca está de más.

Es de esos libros que están tan tranquilitos en su estantería que cuando los coges se sobresaltan. Los abres por una página al azar, lees una viñeta, otra y cuando te das cuentas has rebobinado hasta la primera página y comenzado a leer desde el principio.
No me llama el tema religioso, menos aún si es el fanatismo cristiano de la América Profunda; pienso que el fundamentalismo en cualquier ámbito de la vida es peligroso y contraproducente. También estoy muy lejos del amor idealizado de juventud, aunque me sigua fascinando la intensidad con que se vive, pero a pesar de no ser de mis temas preferidos, al menos en mi cabeza sigue siendo una obra IMPRESCINDIBLE.
Está tan brillantemente narrado y es tan jodidamente sincero que no cabe otra que rendirse a
Craig Thompsom.
El (la) gran protagonista de la historia es la palabra que da título al álbum,
Blankets, en sus distintas acepciones, las mantas, ya sea la de la infancia con su hermano, la de
Raina o la cíclica manta de nieve que llega con el invierno. Esta última es sin duda mi preferida por el aroma a poesía que conlleva.
"Qué satisfacción produce dejar una marca en una superficie en blanco. El dibujar un mapa de mis movimientos sin que importe que no sea para siempre", escribe con el doble sentido de dibujar en un folio y pisar un manto de nieve virgen.
La forma en que narra sus vivencias es de un intimismo arrollador, con una infancia triste por momentos y estremecedora en otros, con cuadros religiosos que le observan desde la pared y en los que busca su aprobación, así como pecados de su conciencia, la masturbación es el más visible, fruto de ese fundamentalismo religioso que se alimenta de una realidad reducida y estricta que claramente nos explicó Platón en su "Mito De La Caverna" y que el mismo
Craig Thompsom utilizará en la obra para explicarse.
Mi capítulo favorito sin duda sigue siendo
"Estática" donde la narrativa es perfecta, las palabras son perfectas y los tempos son perfectos. Todas las páginas tienen algo, ya sean las sombras de los árboles que de tan alargadas parecen querer huir y llegar a algún sitio, la sudadera del mono, la coordinación psicomotriz de Laura, el ángel en la nieve y el “perdóneme si he aplastado sus alas”, el fin de “Campanilla” a manos de los adultos, y por último, la sensación de elevarse a través de las estrellas mientras los copos de nieve forman un patrón.
Maravilloso.