He leído
El Puño de la Estrella del Norte Nº 18.
Y llegamos al final. Tengo que admitir que he disfrutado muchísimo de esta serie clásica, que ya conocía por el anime, pero que he vuelto a redescubrir gracias al manga original en una reedición que el mismo autor confirma que ha retocado, puliendo algunos defectos gráficos del original, se le ha añadido una historia inédita hasta el momento y se han realizado nuevas ilustraciones a color para las portadas. La verdad es que a mí la edición me ha encantado, con esas páginas a color o monocromáticas, acompañadas de las tradicionales en blanco y negro. Me ha parecido una edición muy cuidad cuyo resultado final a esta do a la altura de un clásico atemporal que es cierto que tiene sus defectos, pero también tiene muchas virtudes en cuanto a los personajes, la transmisión de emociones o el desarrollo de los personajes. Al final de este volumen se incluye un interesante artículo de Tetsuo Hara, en el que habla precisamente de su aportación a la edición de algunas curiosidades sobre la gestación de la obra y, sobre todo, de lo dura que es la vida de un mangaka. Yo creo que muchas veces los lectores no somos conscientes de lo duro que debe de ser parir un capítulo semanal y del desgaste físico que eso supone. La verdad es que ser dibujante de cómics es una profesión mucho más dura de lo que parece, y muy poco gratificante en ocasiones.
En esta entrega tenemos el final del arco argumental que diera comienzo en el número anterior, así como la última historia de la serie. A estas alturas, la acción es lo de menos, lo digo sinceramente. No es que no la haya, que la hay y de formas muy crudas, pero la esencia de estas páginas está en transmitir algo que se ha desarrollado a lo largo de toda la serie, y que no es otra cosa que la fuerza del amor. La trama está cargada de tragedia y dramatismo, con unos personajes a los que hemos ido conociendo a lo largo de las páginas de la colección, y que por lo tanto han establecido un vínculo con el lector. Esto provoca que nos sintamos más afectados si cabe por todo lo que sucede en unas páginas donde la frase hecha "todo por amor" se lleva extremos increíbles con dosis de dramatismo que no dejarán indiferente a nadie. De hecho, la historia de Baran, que conoceremos en estas páginas, serán desgarradoras. Un villano que se nos pintaba como una especie de dios divino, pero que en realidad nos ofrece un trasfondo trágico, ya que la fuente de su odio reside en el amor
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En un escenario de violencia extrema, Ken se enfrenta a Baran en una lucha que desvela su relación con Raoh. Esto nos conducirá a la sombra del conquistador, que parece que todavía puede aportar algo más a la serie. Además, tendrá un papel fundamental Ryô, que a ojos de Ken muestra la madurez para poder emprender su camino en solitario. Yo soy consciente que la historia no es perfecta, que tiene algunas fisuras, que si ahondamos en ellas nos encontraremos los defectos habituales de la serie, como es la improvisación de argumentos, el meter con calzador flashbacks del pasado que igual no encajan del todo bien, o que los personajes on más maleables de lo que en un principio se nos representan, cambiando de un lado a otro con sorprendente rapidez, quizá acelerando un poco el desenlace de la trama. No obstante, admito que una vez metido en este mundo de fantasía todo eso me acaba dando igual porque la historia tiene tanta fuerza, los personajes transmiten tantos sentimientos que son capaces de estremecerme durante la lectura. El final de Baran muestra uno de los momentos más lacrimógenos de la serie, y sirve de lección vital al propio Ryô. En mi opinión, esta serie es magnifica en cuanto a la transmisión de sentimientos, incluso de ciertos valores, a pesar de que todo ello proviene de un mundo donde impera la violencia y la sociedad está exenta de la mayoría de esos valores. Aunque no lo parezca, hay mucha más profundidad que una ensalada de tortas y un maremágnum de técnicas de lucha vistosas.
Encaramos la segunda parte de este volumen con una historia muy dramática, que a mí me ha sorprendido mucho en su desenlace. Básicamente, tenemos a Ken ya separado de su sobrino, con quien ha creado unos fuertes lazos afectivos, por lo que los autores parecen querer conducirnos a un típico final feliz, uniendo a nuestro protagonista con Lin, quien ya ha demostrado estar enamorada de él. Lo de la diferencia de edad ya lo he comentado en otras ocasiones, por lo que evito repetirme. La historia no tiene desperdicio a nivel de personajes, ya que intervienen Bat, Lin y Mamiya. Bat vivía una vida feliz con Lin, incluso estaban a punto de casarse, pero
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Por su parte, Ken se entera de todo esto al visitar la tumba de Yulia, al encontrarse allí con Mamiya. Digamos que aquí entra en escena la faceta paranormal, ya que se deja entrever que
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De ese modo, ambos personajes acaban
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Para llevar a cabo el sacrificio extremo por amor, Bat decide marcharse y dejarlos solos, además, busca a Bolge, alguien que sobrevivió a su encuentro con Ken y busca venganza.
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Sin embargo, finalmente, llega Ken
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Es curioso, porque estamos ante un final feliz de libro, pero también hay que reconocer que es un desenlace un poco atípico y al que no estaba del todo claro que se fuese a llegar viendo el desarrollo de la trama. Destacar también esas últimas páginas, simulando los créditos de una película de acción propia de los años noventa. Un detalle que me ha gustado mucho y que en cierta forma conecta con la esencia de la propia serie.
Bueno, pues esto ha sido todo. Como decía antes, he disfrutado mucho con esta serie, quizá en parte por mi conexión con ella en el pasado, pero también impulsado por el trasfondo y la profundidad con la que se tratan algunos temas. Obviamente, todo está tamizado con esa pátina de ficción y en ocasiones con algunos excesos. No es ni mucho menos una obra perfecta, ni una obra maestra, pero sí es un gran manga, una serie capaz de transmitir muchas emociones, con mucha visceralidad y que va más allá de la superficialidad de la violencia, incluyendo un mensaje de esperanza y alguna reflexión existencial. En mi opinión, las virtudes están por encima de los defectos. Hasta siempre, Ken, tú no estás muerto, sino que vivirás siempre en nuestros corazones.