Ibaita, el ejemplo que pones del recorrido del sultán que a tí te resulta aburrido para mí es uno de los pasajes más bonitos de toda la serie. Ese es uno de los méritos, que es tan importante el envoltorio como el fin último, y se adorna y se toma el tiempo necesario para llegar donde quiere. Éste en concreto es una gran fábula que debe todo a las Mil y Una Noches.
Seré yo, pero este estilo pausado y preciosista de narrar de Gaiman me encanta. Recuerdo el espisodio de Vidas Breves en que Sueño y Delirio parten en busca de Destrucción: cómo cada giro en el laberinto les lleva a un lugar distinto, casi sin darse cuenta.
La magia y el lirismo de cada página me siguen emocionando cada vez que lo releo. Dioses actuando como dioses de una puñetera vez. Poderosos, sí, pero caprichosos, falibles y celosos.
Para mí en absoluto es un goteo de momentos perfectos aquí y allá: para mí están por todas partes, y en todos los capítulos.
Una maravilla.