He leído Promethea Nº 2.
Sinceramente, no sé ni por donde empezar, la verdad. En este segundo volumen, la edición de ECC Comics abarca hasta el número 23 de la serie, en lo que supone más o menos un buen punto de corte. Tenemos un arco argumental, por llamarlo de algún modo, en el que Alan Moore continúa la línea de la primera docena de episodios de la cabecera. A mí me ha gustado mucho. Es una obra densa, cargada de reflexiones, pensamientos, pero sobre todo quizá lo que mejor defina esta parte sea el conocimiento que intenta transmitir el autor. Sigo echando en falta textos sobre el trabajo del barbudo, especialmente sobre la importancia del simbolismo en las diferentes tramas o en la trama en general. Hay escenas que ofrecen varias capas de lecturas, a nivel narrativo, utilizando el metalenguaje o rompiendo la cuarta pared. El cómic es una auténtica genialidad en muchos aspectos, bastante atrevido, todo hay que decirlo, pero es de esas ideas que quizá solo alguien con el talento de Moore es capaz de hacer, ofreciendo un resultado tan bueno como este. Es verdad que requiere de un esfuerzo extra del lector, pero reitero mi pensamiento de que merece mucho la pena. Como decía, me falta ese aspecto en los extras, mientras por otro lado tenemos muchas ilustraciones y una abundante muestra del proceso creativo de J.H. Williams. El artista evoluciona mucho a lo largo de la serie. Moore le exige mucho, coreografía su narrativa, estoy seguro de ello, pero Williams está a la altura de las circunstancias. Consigue no solo ser una importante pieza de este puzzle que es Promethea, que es una obra muy visual con tanta simbología, pero también es muy exigente en cambios de estilo, algo que Williams logra de manera notable. No es un dibujo al uso habitual, sino que combina aguadas, bocetos y diferentes estilos artísticos que sirven para fusionar muy bien el guion con el dibujo, dando como resultado una obra increíble a todos los niveles.
A nivel argumental, Moore está soberbio en muchos aspectos. Promethea no es una lectura sencilla, y no nos podemos quedar en la parte más superficial, que en este caso sería la búsqueda del marido muerto de la anterior encarnación de Promethea. A pesar de la complejidad que encierra este bloque, es evidente que esa búsqueda nos es más que una alegoría para representar en todo su esplendor lo que supone un viaje iniciático. Ya en el anterior recopilatorio hablaba de lo importante que es la magia para Moore en esta obra, que desde un principio parecía intentar ofrecer desde su conocimiento y situación de mago confeso que es realmente la magia, más allá de lo que comúnmente se entiende sobre ella. De ese modo, nos introducimos también en la logia masónica, que presenta muchas similitudes, pero sobre todo en la cábala, quizá el elemento más preponderante de esta etapa, ya que con ella se intentará revelar muchas incógnitas a la simbología que pasa por estas páginas. Hay una frase que para mí define muy bien este bloque: "El hombre camina a través de un bosque de símbolos". Este es precisamente el camino que recorre nuestra Promethea, que al final no es otro que un viaje en busca de conocimiento a través del árbol de la vida. Un conocimiento que no solo adquiere el personaje, que vemos como madura en sus páginas finales, sino que también intenta que el lector sea partícipe de ello enriqueciéndose no solo a nivel material, sino también espiritual. Es por eso que esa búsqueda de conocimiento me ha recordado tanto al objetivo de los masones, que lejos de ser grupúsculos propicios para las teorías de conspiración son, ante todo, maestros del conocimiento, incluso siguen aprendiendo cuando llegan a la más alta graduación. Eso, de una forma muy simplificada, es un poco la esencia de la historia que predomina en este volumen.
En esa búsqueda del conocimiento, Moore utiliza muchos temas, a veces de forma central, pero en la mayoría de ocasiones en una combinación que también esconde un significado. La filosofía existencial, otra de las patas sobre las que se asienta esta obra, es muy importante para entender que todo está interconectado en este mundo en el que vivimos. De ese modo, podemos apreciar como las religiones se entremezclan con la mitología, sin importar el credo o el Dios, todo acaba reduciéndose al mismo concepto. Este es otro de los mensajes que nos llega en la parte final, con escenas de diferentes religiones, aunque me ha llamado la atención como las culturas griegas o las nórdicas entran más en una línea de ficción, por decirlo de alguna forma, mientras que la crucifixión de Jesús, al ser un momento real e histórico, o sobre eso se basa Moore aquí, destaca de alguna forma sobre el resto. Curiosamente, el autor también trata el tema de Dios desde dos versiones, la masculina y la femenina, aunque al final, cuando el círculo se cierra tenemos un todo indivisible. Todo esto conectaría también con lo visto al principio de la serie sobre el mundo real y el mundo imaginario, para recalcar una vez más que todo está conectado y que formamos parte de un mundo cohesionado a diferentes niveles, aunque no sea algo tangible, o no seamos capaces de verlo. Sin duda, una profunda reflexión existencial que aúna teología, mitología, filosofía, astronomía, esoterismo y todas las ramas que se nos puedan ocurrir, porque el autor realiza una ambiciosa combinación que resulta densa, pero que aunque no lo parezca se digiere con cierta facilidad. Me parece interesante incluso que Moore llegue a afirmar por boca de uno de sus personajes que el cómic es el medio más adecuado para este tipo de enseñanzas, principalmente por su carácter visual. Y es que, como decía antes, tanta simbología y aprendizaje necesita de una imagen y J.H. Williams consigue ser una elección perfecta para ello.
Además del aprendizaje, Moore suele añadir a su últimos trabajos un punto referencial, y aquí no iba a ser menos. La figura de Crowley está muy presente en este viaje iniciático, por razones evidentes y por su papel como una de las grandes figuras de la magia y el esoterismo. En los mundos de ficción tenemos hasta un cameo de Moore, así como infinitas referencias dentro de los propios simbolismos a la mitología o a la literatura como el conocido Barón Munchausen. Es interesante, a nivel de curiosidad o anécdota en ocasiones, pero creo que en esta obra en concreto todo está lo suficientemente explicado para no perderse en esos detalles. Obviamente, si se conocen ose quiere uno documentar no estás de más, pero este tipo de recursos de Moore no van mucho más allá del guiño al lector que sepa a quién menciona o utiliza, al menos en un alto porcentaje de los casos, lo que no debería de agobiar demasiado a quién se acerque a la serie. Creo que es más abrumador otro tipo de conceptos que utiliza el guionista, sobre todo ese nivel de reflexión sobre todo en general, empleando disciplinas tan desconocidas habitualmente como complejas. Sin embargo, sin restar complejidad al trabajo del barbudo, creo que también pretende en cierto modo ser un transmisor de enseñanzas aquí, para que el lector comparta ese camino de conocimiento de la propia protagonista, por lo que esa densidad de contenidos se puede asimilar una gran parte con tiempo y cierta relectura. Porque está claro que Promethea es para leerla varias veces y poder así empaparse de todo lo que se intenta transmitir, que no es poco precisamente. Un cómic diferente, muy arriesgado, pero sobre todo aleccionador. Es una de las ocasiones en las que el aficionado se debe lamentar por vivir agobiado con una enorme pila de lecturas, porque no le permite el tiempo suficiente para disfrutar de este tipo de joyas, y volver a ella cada cierto tiempo, para poder así cerrar el círculo que tanto se menciona a lo largo de esta línea argumental.
Por último, mencionar que aparte de tanta profundidad, reflexión y aprendizaje, también tenemos una historia de superhéroes por ahí, con una Promethea suplente, una ciudad con un alcalde con personalidad múltiple y un grupo de superhéroes científicos, así como una trama envuelta de misterio que está relacionada con los oscuros enemigos de la heroína protagonista. Este tipos de tramas son muy buenas también. No hay duda alguna. Moore vuelve a utilizar el género para demostrar que con él se pueden hacer todo tipo de historias, utilizar cualquier temática, y en definitiva dignificar al medio, que no tiene porqué estancarse como lo ha hecho durante décadas en muchos aspectos. Pero, sinceramente, eso no es más que una parte infinitesimal de lo que realmente supone Promethea, que es mucho más interesante a distintos niveles, no solo ya como cómic, sino como historia en sí misma y, principalmente, con aquello que pretende transmitir. Y es que, como bien reza el título de este hilo, si no existiese Promethea tendríamos que inventarla, aunque yo prefiero que haya sido Alan Moore el que diera el primer paso. Este tipo de trabajos solo los pueden realizar los grandes.