Alan Moore… el guionista ingles tiene un nombre que le hace tanto bien como mal. El mismo genio del cómic que te enamora con obras como V de Vendetta, Watchmen, Un Pequeño Asesinato, Top Ten y un largo etcétera, te puede defraudar con otras, que siendo de otro guionista menos mítico, te podrían gustar.
La obra que intentaré comentar a continuación es una de esas que me han gustado, que me han enamorado. Una de esas obras dignas de Moore, de las que te esperas de él habiendo leído otras genialidades de las que menciono arriba. Una de esas obras maestras.
Hace algún año ya que leí por primera vez la Cosa del Pantano. Había leído cómics de Alan Moore que me habían encantado, y quería volver a hacerlo, y esta etapa parecía una buena opción. Empecé a leerlo como hay que hacerlo, por el principio, y llegué hasta las mismísimas puertas de la mítica American Gothic (en el 36, para ser exactos).
Ahora, tras más tiempo del que me hubiera gustado, vuelvo a tener la etapa entre manos, pero esta vez hasta el final.
Como era de esperar, comencé el camino, una vez más, desde el principio y no tenía intención de parar hasta llegar al final. Estaba leyendo, esta vez en serio…
LA COSA DEL PANTANO, de ALAN MOORE. (Intentaré ser breve)
El guionista de Northampton, tras sus magníficos V de Vendetta y Miracleman, abandonaba Inglaterra para entrar en el cómic americano, y lo hacía por la puerta grande, con DC.
La serie que se encargaría de llevar era de un hombre, llamado Alec Holland, convertido en monstruo tras un trágico accidente (provocado intencionadamente). Una vez llegado a manos de Moore, se convertiría en mucho más que eso.
El primer número guionizado por Alan es el 20 (Cabos Sueltos), donde se ve la muerte de Arcane y se atrapa al monstruo del Pantano. El número, algo acelerado, tiene como único objetivo poner al hasta entonces Alec Holland en manos del Hombre Florónico (otro personaje de DC), para que todos pudiéramos presenciar el primer gran momento de la etapa (y uno de los mayores, en mi opinión).
En el famoso número 21 (Lección de Anatomía), el Dr. Jason Woodrue, contratado por un anciano millonario, es el narrador y a la vez el encargado de realizar unos estudios sobre la recién capturada Cosa del Pantano. El número es presentado con una narración sublime, un dibujo de Stephen Bissette (uno de los más espectaculares dibujantes regulares de la serie) y John Totleben que le viene genial y unos recursos literarios dignos de un poema.
Posiblemente una de las cosas que más me ha fascinado de estos cómics sea la elegante prosa, plagada de metáforas, comparaciones, paralelismos… en algunos casos, el detallismo es tal que el dibujo pasa a ser algo secundario. Y a la vez, no se pierden las características típicas del cómic (como puede suceder en otras obras de Moore) como líneas cinéticas y onomatopeyas.
Este espectacular número 21 no se basa sólo en recursos literarios y un buen dibujo. Para que un cómic pase a la historia en un solo número hace falta algo más… algo como un cambio drástico en el personaje. Un cambio tan drástico como respetuoso con la continuidad. La historia de “Un científico llamado Alec Holland trabajaba para el gobierno en una fórmula biorestauradora, que se usaría para el desarrollo de las cosechas cuando el experimento fue saboteado. Hubo una gran explosión y Holland y su fórmula cayeron al pantano. Como resultado surgió La Cosa del Pantano” pasó a ser “Un científico llamado Alec Holland trabajaba para el gobierno en una fórmula biorestauradora, que se usaría para el desarrollo de las cosechas cuando el experimento fue saboteado. Hubo una gran explosión y Holland y su fórmula cayeron al pantano. Ahí, Alec Holland se descompuso y fue absorbido por las plantas del lugar. Éstas adoptaron su conciencia y una forma lo más parecida posible y surgió La Cosa del Pantano”.
Como explicación de ese suceso tenemos la teoría de Woodrue de que la conciencia puede pasarse a través del alimento y da pruebas muy interesantes, a las que su anciano jefe decide no prestar atención.
El monstruo renace, pues no se puede matar de un disparo en la cabeza a un vegetal y por casualidad se encuentra con las notas del Hombre Florónico. Los resultados son catastróficos, al menos para el responsable de aquella situación.
La cosa del pantano volviendo a casa, el hombre florónico pensando en qué hacer a continuación y más recursos literarios cierran este primer capítulo de una serie de obra de arte tras otra.
El número 22 (Empantanado) tenemos a Abby y Matt buscando a Alec Holland cuando se encuentran una figura que se le parece unida al suelo, más cercana a una planta que a una persona. El hombre Florónico (vestido de persona gracias a una piel sintética) les dice lo sucedido y la nueva situación de la Cosa del Pantano.
Después de la conversación se ven atisbos de lo que será buena parte de la serie: sueños y pesadillas. Las del protagonista, especialmente, son de lo más interesantes y a pesar de lo trágicas que son, el humor negro que contienen pueden sacarle más de una sonrisa al lector. Al final del número, El Hombre Florónico se come unos frutos que crecen de la bestia del pantano, probando la misma teoría que le contó a Sunderland. Woodrue podía comunicarse con las plantas y controlarlas, pero nunca sentirse como una. En esos momentos, lo que hasta ahora era Alec Holland parecía ser una planta con todas las de la ley, así que comiendo parte de él, a lo mejor podía comprenderlo.
Muy buenas primeras escenas del verde, que es el lugar de la conciencia vegetal. Muy conseguida la sensación de la cantidad de vida que hay en el planeta, y de nuevo, los recursos que usa Moore convierten la narración en una danza, que junto al psicodélico dibujo hacen las delicias de cualquier amante del arte en general y el cómic en particular.
En el número 23 (Otro Mundo Verde) empieza la saga del Hombre Florónico. Resulta que tras entrar brevemente el verde, decidió emprender una venganza contra los animales (y humanos) por todo el daño que estaban provocándole al planeta.
Comienza a atacar pequeñas poblaciones usando tanto plantas trepadoras enormes como la sutil fotosíntesis acelerada de las plantas, que hiperoxigenaba el aire de una habitación y el menor chispazo provocaba una explosión. No me digan que no es simplemente genial…
La Cosa del Pantano presiente el peligro y sale de su estado vegetal. Impresionante escena esa de la enorme bestia verde en frente de Abby. La pregunta de la chica “¿Alec” y el “No. Alec no” De nuevo gran trabajo del dibujante.
En el siguiente número se termina la saga,
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Y aquí otro gran momento que me hizo pensar que cualquiera de las frases de ese cómic podrían ser puestas en el subnick del msn o en la firma del foro. Cuando todo ha terminado, la cosa le cuenta a Abby lo sucedido:
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Y esto no es más que el comienzo. Muchos diálogos ecologistas veremos a lo largo de la serie, y eso se debe al lado ecologista y pacifista de Moore, supongo.
En el final del número tenemos a la Cosa del Pantano aceptando quien es en una viñeta a toda página magnífica, que hace que lo grotesco y monstruoso parezca bello y natural. Generalmente no suelo pensar en cuál es mi página favorita de cada cómic, pero puede ser porque no se hayan hecho tan bien como aquí, porque hay varias páginas que se me quedan grabadas en la mente y no me canso de verlas una y otra vez. Increíble talento el de Bissette en esta bestia danzando con el sol poniente de fondo.
Y en esta misma saga vemos a personajes típicos de DC (y sólo es el comienzo) como los miembros de la liga de la Justicia, observando lo que sucede y preguntándose quién vigila aquellas zonas que ellos no vigilan. Me gusta que Moore demuestre que lee cómics, que sabe de personajes y también me gusta esa crítica a los superhéroes, que tanto vigilar Metropolis, Gotham y Nueva York, pero ¿Quién vigila Louisiana?
Una nueva saga comienza con el 25 (el Sueño de la Razón). Y a mí esta me parece de las mejores. Si la serie había comenzado magistralmente, había perdido algo de potencia en la saga del Hombre Florónico. Pero ahora volvía a ser genial con una serie de números que te meten de lleno en lo que es la serie: cómics de terror.
Poe ya había probado que los monstruos detrás de la puerta no dan tanto miedo como un buen delirio. Y muchos dicen que el verdadero miedo es el miedo a lo desconocido. Personalmente creo que el verdadero terror lo consigue nuestro propio subconsciente en las pesadillas, dándonos lo que más tememos ¿Por qué no unir esas tres características del terror en una saga con personajes paranormales, espíritus, pesadillas y delirios?
Y así comienza la saga, con un personaje de lo más singular manteniendo conversaciones mundanas con gente normal, en las que termina diciéndoles cómo van a morir. Muy conseguida la sensación de tensión en estos números y de nuevo los dibujos de Bissette me dejan boquiabiertos.
Dejando la parte paranormal, Abby decide trabajar en un centro para autistas, y aquí tenemos los delirios y las pesadillas, pues los niños de ese centro tienen algo en común: temen al rey mono. El sueño de la razón produce sueños, y surgen de unas malditas palabras de la Quija.
En este momento (el de la Quija) Moore me hace creer más en la magia que en toda Promethea junta. Por un momento sentí la curiosidad de llevar a cabo el experimento, y por un instante temí las consecuencias. Teniendo en cuenta que nunca he creído en el espiritismo, es todo un mérito.
En los dos siguientes números sucede todo el nudo y desenlace de la saga, con un ambiente de tensión que va in crescendo, usando cambios de escena, viñetas que dan la sensación de velocidad, monólogos en primera persona…
Todo ello explota en un combate a tres bandas entre La Cosa del Pantano, El Rey Mono (una bestia surgida de otra dimensión que se alimenta del miedo y se convierte en aquello que más temes) y Etrigan (un demonio rimador del infierno, que se presenta en esta serie por primera vez y para quedarse).
Y al final, una sensación de tranquilidad. Una falsa sensación, pues esta saga lo único que ha hecho es abrir la que vendrá a continuación, muchísimo más terrorífica.
Pero antes de comenzar esa saga que para mí es de culto entre el cómic de terror, nos paramos y relajamos en un emotivo número firmado por Alan Moore, Shawn McManus y Tatjana Wood en el que la cosa del pantano quiere enterrar su pasado.
Un número buenísimo que te rompe el corazón y te pone todos los pelos de punta de lo magistral que es. Una lección de cómo hacer un cómic emotivo sin recurrir a los tópicos (al menos no todos) y usando como base el pasado de un personaje combinado con la poesía en prosa de Moore.
Y ahora sí, empezamos con Amor y Muerte, en el número 29.
El tebeo empieza con Abby intentando quitarse un olor del que no sabemos nada más de que es horrible. Lo intenta de todas maneras, desesperadamente, pero no consigue quitárselo. Sus monólogos en primera persona, obsesivos, paranoicos, me recuerdan a los de Poe, en los que un personaje torturado intenta explicar lo que pasa, pero de lo confundido y alterado que está, no consigue hacerlo del todo bien.
Abby parece aterrorizada por algo, y tiene que ver con su marido, pero no sabemos por qué. Ni sabemos a qué viene ese olor, ni quiénes son los miembros de la “Recorporations” en la que trabaja su marido, ni sabemos lo que significa “Recorporations”.
A medida que Abby investiga, la tensión crece y parece que todo va a explotar de un momento a otro. Y lo hace en una doble página fantástica. Y no podía esperar a coger el siguiente prestigio y seguir leyendo. Sentía que no podía dormir si no lo hacía.
Y eso es un ejemplo del terror que Moore nos muestra a lo largo de la primera mitad de su etapa. Un terror que a pesar de que muchos llaman Slatterpunk, a mí no me lo parece. El Slatterpunk tiene como base el “gore” (una exageración de la violencia y la sangre) para dar miedo, y los personajes encargados de ello son humanos con problemas humanos y métodos inhumanos. El terror de Moore se basa en personajes de lo más extraños (desde bestias surgidas de las pesadillas hasta demonios), pero su comportamiento está más cercano al humano. En cuanto al gore… la verdad es que sangre no se ve mucho por estos cómics, y la mayoría de los desafíos son más psicológicos que físicos. Cosa que me encanta.
Moore no intenta traumatizar al lector con un cuerpo despellejado. Moore inquieta al lector con unos sucesos que no se pueden explicar si no se sigue leyendo hasta llegar al final.
El número 30 (Una Aureola de Moscas) es apoteósico. Empieza con un rápido vistazo a todo el planeta, donde criaturas de todas las clases están a punto de realizar alguna hazaña. Todas esas hazañas tienen en común una cosa: lo que hoy en día conocemos como el mal.
En este ejemplar nos explican todo lo que no quedó claro en el anterior y todo apunta a que habrá otra gran batalla. Y tenemos de nuevo varias imágenes que hay que encuadrar y colgar en la pared:
-En la página 14, tenemos una viñeta a toda página de La Cosa del Pantano. Esta vez es una imagen de lo más visual, basada en el contraste del árido invierno, y el rebosante de vida Alec. Me quito el sombrero una vez más.
-En la página 12, el Joker ha dejado de sonreír.
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Empezamos el número 31 (El Baile de Azufre) y la oleada de maldad sigue creciendo. Imágenes por todas partes de despiadadas tareas. Un número que combina suspense, acción y romance de una manera inédita hasta el momento.
Qué gran paralelismo en el cómic, que a pesar de no ser tan simétrico como “Terrible Simetría” empieza y termina igual, con una frase y una imagen que son dignas de recibir un premio.
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La última página, de nuevo una sola viñeta del pantano en el amanecer, con la llegada de la primavera y el hielo derritiéndose, la salida del sol tras una trágica noche… y la certeza de que un comienzo nuevo no siempre significa un comienzo mejor.
Esos acontecimientos dan lugar al interesantísimo Annual 2. En este annual se ve claramente la obsesión de Moore con otras dimensiones, pues aunque está tratando el infierno, no lo describe como un infierno normal, y lo divide en varios planos (cada uno con sus características propias) muy al estilo Promethea.
También tenemos varios “guías” que conducen a Alec a lo largo del camino, de nuevo de una manera muy parecida a los que conducen a Sophie por el árbol de la vida.
En el annual se tratan viejos personajes de DC como Deadman (en cuyo aspecto y personalidad se ha basado el DD de Tierra X), el Errante, el Espectro, y vemos de nuevo al demonio rimador Etrigan y otros personajes (entre ellos uno visto unos números atrás en la serie).
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El número 32 es un homenaje Pogo. Es bastante interesante ver que en los 80 no se cometían errores que ahora sí. Entre ellos, el que todos los extraterrestres hablen Inglés. A lo largo de la saga de la Cosa del Pantano a manos de Moore veremos toda clase de criaturas con toda clase de idiomas.
Después de este número de “descanso” llegan Los Sueños de Abby. Un número auto conclusivo que trata el tema, así en general, de las historias. Todo lo que ocurre en el mundo forman parte de las historias, y todos son personajes y protagonistas de ellas. Para presentar este número ¿Qué mejor que los dos primeros protagonistas de la primera historia? Caín y Abel le enseñan a Abby la diferencia entre misterio y secreto, aunque la incomprensión de ella hace que ambos hermanos acaben enzarzados en una disputa.
La historia contada trata de la Cosa del Pantano, aunque de una manera algo diferente a cómo la conocemos.
El cómic en su totalidad está muy bien escrito (y la historia es buenísima, con un paralelismo muy bien conseguido con la que conocemos) y entre otras, sirve de inspiración a Gaiman para crear otra obra que pasa a la historia: Sandman.
El número 34 es otro para quitarse el sombrero, tanto para Moore, que nos enseña el verde, y esta vez de manera detallada, como para Bissette, que lo representa de manera inigualable. Totleben y Tatjana Wood rematan muy bien el trabajo.
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Los siguientes 35 y 36 son los últimos números de la Cosa del Pantano pre American Gothic y Moore, sacando a la luz su lado ecologista, nos muestra la crudeza y el peligro de la energía nuclear, y el daño que causan sus residuos al mundo vegetal y animal. Y es que en aquella época el peligro nuclear era algo muy palpable y “de moda” y aquí simplemente se trata de nuevo, pero esta vez de manera original.
Para ello, cruza varias historias al más puro estilo Pulp Fiction que conducen a un trágico final.
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Los fragmentos de noticias de periódico sobre radiación y residuos nucleares acompañan muy bien la historia, dándole ese toque de realismo que hace la historia creíble a pesar de tener tantos elementos ficticios.
Y hasta aquí la primera mitad de la etapa de Moore (división hecha por mí, que no tiene por qué ser estrictamente la de todo el mundo). Unos 17 números y un annual que se colocan en el podio como una de las mejores sagas de cómics de terror. Y es verdad que aún quedan muchos cómics por delante, pero para mí estos son cómics de terror que tienen misterio, acción y amor de elementos acompañantes. En la otra mitad el terror sigue estando, pero excepto en la saga de American Gothic en sí y alguna ocasión contada, pasa a ser algo secundario.
También destacar que en estos números hemos tenido un terror que se aleja de lo clásico (vampiros, zombies, casas encantadas, maldiciones…) y se centra más en los psicológico y lo abstracto pero rodeado de mucha magia (otra de las características de Moore).
PD: en otro momento comento el resto de la etapa, que esto cansa