Sinopsis: Tras acudir al castillo del Mandarín investigando la misteriosa desaparición de varios de sus misiles creados para el ejército de Estados Unidos, Iron Man se halla atrapado ante el villano por unos cables de acero. Consciente de que el Mandarín piensa que Tony Stark y él no solo son distintas personas, sino que el playboy millonario se encuentra todavía libre por el castillo, Iron Man logra convencerle para que vaya en su búsqueda, dejándole solo. Con sus baterías ya recargadas, el vengador logra romper los cables de acero y liberarse.
Siguiendo silenciosamente a su enemigo, Iron Man llega a la cámara donde éste guarda los misiles que ha estado robando, descubriendo además que lo ha hecho mediante un rayo tractor. En ese momento, en Estados Unidos se comienza a realizar un nuevo lanzamiento, ocasión que aprovecha el Mandarín para activar su máquina e interceptar un nuevo misil. Iron Man actúa entonces y derriba a su enemigo, comenzando a destruir el rayo tractor. El Mandarín, ya incorporado, le advierte que con el rayo activado, éste sigue actuando mediante unos transmisores automáticos. Decidido a detener el trayecto del misil, Iron Man vuela hasta él y con un golpe lo desvía, quedando atrapado él mismo en el rayo, lo que le lleva de nuevo al castillo. Cuando llega a la fortificación, arranca un trozo de mampostería y lo lanza contra el generador del rayo, provocando una sobrecarga, seguida de una explosión.
El Mandarín, surgiendo de entre el humo y los escombros, clama que ya no le importan los misiles, sólo la destrucción de su enemigo. Usando uno de sus anillos, con poder desintegrador, provoca que Iron Man huya, cayendo entonces por una trampilla que se activa en el suelo.
Mientras tanto, en Long Island, en la fábrica de Tony Stark, un agobiado Happy Hogan sigue realizando las funciones de su jefe, paras las cuales demuestra no estar preparado, todo ello para regocijo de Pepper Potts, que se burla de él como es habitual.
En el castillo del Mandarín, Iron Man logra recargar sus baterías de nuevo al caer por el tubo de la trampilla, del cual acaba saliendo para evitar el foso de ácido que hay al final. Una vez fuera, hace frente a varios ataques del mandarín, como un enorme bloque de piedra disparado mediante un resorte, la imagen gigante del villano oriental creada por una serie de espejos estratégicamente colocados y múltiples imágenes idénticas del Mandarín, entre las cuales se halla el auténtico. Iron Man logra golpearle mediante el sonar de su armadura, que activa mientras cierra los ojos.
En ese momento, Iron Man decide volver a la cámara de los misiles a toda velocidad. El Mandarín le sigue, pero una vez alcanza la estancia, observa cómo el vengador ya ha empleado el rayo para devolver los misiles a suelo estadounidense y ha saboteado el panel de control. Mientras su enemigo jura venganza, Iron Man regresa a Estados Unidos, donde entrega los misiles en su identidad de Tony Stark.
En una reunión en el Pentágono, asegura que ya no existirá ningún problema con los misiles, al mismo tiempo que piensa en diseñar un contra rayo en caso de que el Mandarín vuelva a construir su dispositivo.
Finalmente y ya en Long Island, Tony se reúne con Happy y Pepper. El primero les lleva a casa en coche, pero un inesperado pinchazo provoca que tenga que parar a cambiar la rueda, mientras Tony y su secretaría observan la luna románticamente.
Edición española:
Biblioteca Marvel: Iron Man #2Datos importantes:
-En este número desaparece la franja de remaches que recorría verticalmente la parte frontal del casco de Iron Man tras el rediseño de la armadura en la entrega anterior. Al continuar la historia directamente entre un número y otro, no existe ninguna explicación para este hecho.
-En esta historia se da a conocer el poder de otro de los anillos del Mandarín, el quinto hasta la fecha. Cuenta con un rayo desintegrador.
Reseña:
Bienvenidos a un nuevo "relato de suspense". Aunque en este caso no tenemos ningún misterio sherlockiano entre manos ni nada parecido. El suspense lo he creado yo mismo al sembrar la incertidumbre al respecto de cuando aparecería de una vez esta reseña.
Ofrezco mis disculpas y nos metemos en harina enseguida con una nueva entrega del Iron Man más clásico.
Pero antes de nada tenemos que reparar en la portada. Arriba hemos comprobado que se trata de una imponente imagen del Mandarín, más amenazador que nunca y a punto de aplastar a nuestro héroe. No la destaco porque sea algo literal y, contra todo pronóstico, en este número vayamos a ver al villano hinchándose a partículas Pym.
No, lo hago porque fue otro de los casos de censura que el siempre controvertido Comics Code llevó a cabo durante la década. Él mismo que eliminará la escoba voladora del Duende Verde,
debutante este mes, por otro artilugio que recuerde menos a la brujería, aquí se pone el hábito de esteticien y corta las uñas del Mandarín para hacerle menos terrorífico y monstruoso. Si esas uñas podían causar traumas en los pobres niños que compraran estos tebeos... no me quiero ni imaginar si estuvieran llenas de roña
Centrándonos ya en la historia que nos ocupa, me voy a tomar la libertad de colocar ahora una serie de viñetas que encontramos en la página 3 y que resumen a la perfección lo acontecido en
el episodio anterior.
Tony Stark era llamado al Pentágono porque una extraña fuerza estaba afectando a los misiles que construía para su país. Convencido de que no se trataba de un error de diseño sino de un ataque directo, el bueno de Tony sumó dos y dos y guiado por la zona donde caían todos sus misiles concluyó que todo no era sino un ardid de uno de sus más poderosos enemigos: el Mandarín. Ni corto ni perezoso, se metió en la boca del lobo con su identidad de playboy, puesto que aparecer como Iron Man no le habría servido para investigar lo que pasaba con los misiles. Dejándose capturar, Stark pudo actuar desde dentro de la fortaleza de su enemigo, lo que acabó desencadenando una cruenta batalla que pareció terminar en el momento en que, ya con sus transistores prácticamente agotados, unos cables de acero inmovilizaron al héroe.
Volvemos, ahora sí, al principio del número, donde debo comentar dos detalles referentes al casco de Stark.
Y es que en la primera página tenemos uno de esos comentarios que le dejan a uno descolocado para el resto del tebeo. El Mandarín afirma ver una sonrisa en el rostro de Iron Man, cosa prácticamente imposible tal y como nos dibuja Heck la armadura.
El otro detalle es que, en apenas un número y sin solución de continuidad, esos remaches tan feos que adornaban el casco del vengador tras el nuevo rediseño y de los que me quejé en la anterior reseña, han desaparecido. Podemos dar gracias a que Heck (o quien fuera) tomara esa decisión... pero hacerlo a mitad de saga, siendo imposible para el protagonista haberse cambiado el casco, queda muy chapucero.
Sea como sea, la tensa situación con la que se inicia el número es solucionada con rapidez. Iron Man tira de ingenio y le recuerda al Mandarín que, supuestamente, Stark sigue libre por su castillo y puede estar saboteando su sistema de derribo de misiles americanos. Y el villano hace lo que haría cualquiera cuando tiene a su enemigo más peligroso a merced: Dejar los cables en modo "Retención" e irse a buscar a Stark. Ay, los 60...
Sea como sea y con sus transistores recargados durante la cháchara, Iron Man se libera con facilidad en cuestión de segundos.
Nuestro héroe entonces comienza a jugar al gato y al ratón con su enemigo, a quien sigue por el castillo sin ser descubierto gracias a que sus jets, cuando están a bajo rendimiento, son insonoros.
A pesar de que el Mandarín está todo el rato con la mosca detrás de la oreja sintiendo que le siguen, finalmente llega a la sala en la que descubrimos que almacena misiles de Stark como el que colecciona sellos. Y es que ese es el fin último que están teniendo todos sus ataques: Quedarse con las armas de sus propios enemigos para reutilizarlas él. Por fin un villano megalomaníaco que demuestra que se puede ser ahorrador al mismo tiempo.
Comprobando que Stark no se encuentra ni por asomo por esos lares, decide volver con Iron Man... justo en el momento en que un nuevo misil va a ser lanzado en terreno estadounidense.
El Mandarín pone en marcha entonces el rayo tractor que ha estado empleando para interceptar los misiles, y Iron Man, aprendiendo al fin cual es el modus operandi de su enemigo, sale de las sombras y derriba al villano y empieza a desmantelar la máquina a golpe limpio.
Pero no todo podía ser tan fácil. Y es que el Mandarín está demostrando ser un villano que parece ser, aunque sea un poquito, más espabilado que la media de malosos marvelianos. Por mucho que el vengador destruya su máquina, una vez se ha activado el rayo éste continúa su labor gracias a unos transmisores automáticos.
Nuestro héroes se lanza entonces decidido al encuentro con el misil, para desviar su trayectoria con un certero golpe con velocidad y ángulo adecuados. Su método surte efecto y el misil se aleja del castillo del Mandarín... lo cual me hace preguntarme qué será de él. La fortificación se ha mostrado siempre en un valle bastante abandonado, pero a saber dónde cae...
Sea como sea, al interponerse en el camino del rayo, Iron Man queda atrapado en él y es llevado de vuelta al castillo. No nos íbamos a quedar sin un nuevo encontronazo a golpes entre ambos enemigos, ¿no?
En su involuntaria nueva entrada al castillo, a través de una ventana, el vengador arranca un trozo de mampostería con sus propias manos y lo lanza contra el generador del rayo, destruyéndolo en el acto con una explosión debido a la sobrecarga resultante.
Llegamos entonces a la página 7, que quizá sea la más importante de este número.
Por una parte, conocemos por fin otro de los anillos del Mandarín. En su debut presencimaos el de ondas de alta frecuencia y otro paralizador. En la entrega anterior, uno con poder explosivo y otro que emite energía oscura. Aquí descubrimos que un quinto cuenta con un rayo desintegrador bastante potente. Me gusta esta presentación por entregas que nos va mostrando Lee.
Por otro lado, en una viñeta en que el villano sale de entre el humo y los escombros de su rayo, asistimos por fin al nacimiento de una enemistad eterna.
"¡Has ido demasiado lejos! ¡Ya no me importan los misiles, ni conquistar el mundo! ¡Ni nada! Sólo tengo un pensamiento en mente, una ambición ardiente... ¡Y es verte completamente destruido ante mis ojos!".Señoras, señores... el Mandarín ya no es el enemigo más peligroso al que se ha enfrentado el vengador dorado hasta ahora, pero con una agenda propia. Ahora es algo más. El prometido Doctor Muerte de la cabecera ha llegado. El archienemigo de Iron Man acaba de nacer.
Tras esta impactante escena, y mientras nuestro héroe esquiva el poder del nuevo anillo y cae por una trampilla del castillo, la acción se traslada a Long Island. Concretamente a la fábrica de armas de Stark. En el número anterior, y en un arrebato de celos debido a las atenciones de Happy Hogan hacia Pepper, Tony dejó al cargo de la empresa a su chófer.
Una temeridad que puede costarle caro. Porque gracias a las directrices de Happy, quien está hasta el gorro de firmar formularios, el departamento de desarrollo no para de diseñar abominaciones tecnológicas como la que vemos en la imagen.
Concluido el breve interludio con tintes humorísticos, regresamos al castillo del Mandarín, donde enseguida se da paso a la acción, algo en lo que ya es sabido que no me detengo mucho, salvo para destacar detalles importantes o curiosos.
En este caso, la palma se la lleva un momento digno de Wile E. Coyote, el sufrido personaje de los Looney Tunes (que en estos años estaban en una forma envidiable). Tras recargarse a lo largo del tobogán al que conducía la trampilla, y evitando el foso de ácido del fondo, Iron Man vuelve a caminar libremente por el castillo. Pero el Mandarín tiene uno y mil trucos, y uno de ellos es un enorme bloque de piedra que cae a toda velocidad por medio de un resorte.
La verdad es que a Iron Man no le afecta del todo gracias a su armadura, pero para un invasor cualquiera de la fortificación es una auténtica animlada. La cuestión es que, como podemos observar, nuestro héroe deja en el techo un agujero con su forma... algo muy "cartooniano".
Y si algo nos ha quedado claro en sus apariciones hasta ahora, es que el Mandarín es un tipo polivalente y que se debe haber dejado un auténtico dineral en chapuzas hechas en su castillo, evitando en la mayoría de lo posible el combate directo.
Iron Man se enfrenta a la imagen gigante del villano, generada por una serie de espejos estratégicamente colocados, y cuyos cristales suponen un arma más al romperse en pedazos.
Y a continuación llega el viejo truco del enemigo múltiple. Lo cierto es que ahora mismo no recuerdo si es un recurso novedoso o ya lo hemos visto con anterioridad en las puiblicaciones de Marvel. Pero el funcionamiento es simple: el héroe no sabe quién es el verdadero y quién la copia, y mientras da palos de ciego el villano se pone las botas a repartir tortas... o golpes de kárate, como nos tiene acostumbrados el Mandarín en este caso.
La solución llega cuando Iron Man cierra los ojos y se deja llevar hasta el original mediante su sonar incorporado. La armadura de Stark a veces parece una navaja suiza.
Pero, más centrado en solucionar el tema de los misiles por el que ha acudido que por detener a su enemigo, Iron Man aprovecha el momento para irse volando (literalmente) a la cámara de almacenamiento de los misiles.
La cosa es que quedan dos páginas de historia y el conflicto debe terminar de alguna manera, pero la resolución es, como mínimo, discutible. Primero porque al Mandarín, que ha demostrado poder moverse por su castillo como pez en el agua, le cuesta esta vez muchísimo llegar a la cámara. Y en segundo lugar, porque a Iron Man le da tiempo a volver a redirigir todos los misiles hacia Estados Unidos usando el propio rayo tractor, dejando incluso una notita burlona para el villano a la par que el panel de control destrozado.
Todo esto no sería del todo extraño si, páginas atrás, no se hubiese hecho tanto hincapié en que el vengador había destruido el generador y reventado a golpes la maquinaria. De verdad, a mí que me lo expliquen.
Con el Mandarín más enfadado y vengativo que nunca, y Iron Man regresando a casa a bordo de uno de los propios misiles, la historia toca a su fin.
Tony Stark se persona en el Pentágono y afirma que no habrá nunca más problemas con los misiles, mientras un globo de pensamiento nos indica que construirá un contra rayo en caso de que al Mandarín se le vuelva a ocurrir realizar el mismo plan. Algo que, conociéndole, yo no me plantearía, pero nunca está de más ser precavido.
Finalmente, en su regreso a Long Island, Tony se reencuentra con sus fieles Pepper y Happy. Una alegre de ver a su amado sano y salvo, y el otro aliviado al librarse de las responsabilidades que se le habían asignado.
De vuelta a casa, el pobre Hogan tiene que soportar ver a jefe y empleada acaramelados, primero en el coche y después en el campo observando la luna mientras él tiene que arreglar un pinchazo.
Que no os engañen. En esta serie, el consabido héroe trágico con pies de barro al que le pasa de todo y marca de la casa, no es el que pone en la cabecera. Sino el pobre cambiaruedas de la gorra.
Valoración: Segunda parte de una historia que prometía un épico desenlace lleno de acción, pero que finalmente ha quedado en nada. Si bien la primera entrega no era un dechado de virtudes, sí se construía una tensión a lo largo del número, con una trama simple pero efectiva, que parecía presagiar algo mejor para este número.
Pero en este caso el guión hace aguas por momentos, con resoluciones pírricas o que no hay por dónde cogerlas.
Hay mucha acción, pero en la mayoría de casos es de relleno o extraña, estrafalaria... el Mandarín parecía mucho más amenazante en su debut. Conocemos otro de sus anillos y poco más.
No obstante, el villano sale muy favorecido de la historia, siendo uno de sus puntos fuertes. A partir de ahora se acabó el personaje como lo conocíamos hasta ahora, y la total destrucción de Iron Man pasará a centrar su atención.
Otro punto a favor es la casi ausencia de Pepper y Hogan, dos vértices de un triángulo amoroso que siempre deja buenos momentos cómicos pero del que no está de más descansar un poco de vez en cuando.
En cuanto al apartado artístico, alguien debió decirle a Don Heck que entintarse a sí mismo no era una buena idea. Por lo demás, a su nivel cumplidor de siempre.