He leído
Marvel Gold Iron Man: El demonio en una botella.
Buenísimo de nuevo. La mayoría de las tramas me han parecido un peldaño por debajo, aun siendo notables, del tomo anterior, que era más centrado; pero el coup de grace llega con sus números finales (especialmente el último, que da nombre al volumen). La estructura narrativa, en la que se combinan números cerrados con pequeños arcos hilados todos ellos por una trama de fondo, funciona perfectamente, y los nuevos personajes son excelentes incorporaciones al elenco de secundarios del latas (si bien he echado de menos, especialmente en la conclusión, a sus viejos amigos Pepper y Happy).
Iron Man definitivamente se halla aquí a otro nivel sobre sus villanos clásicos (Latigazo, Ventisca, Fundidor...). Llegan a enfrentarse 10 o 12 al mismo tiempo contra él y se los baja a todos de un modo perfectamente creíble, con recursos y potencial a espuertas... y sin olvidarse por ello de Tony Stark, que adquiere en este tomo sus primeras nociones de combate cuerpo a cuerpo gracias a la instrucción de un compañero Vengador (aunque se sobredimensiona un poco su mejora).
Pero Michelinie no se conforma con mostrarnos el máximo potencial de Iron Man, sino que también ahonda en cuán bajo puede llegar a caer. La transición al alcoholismo es un poco forzada, si bien se aborda desde el primer número del tomo, donde ya bebe mucho más de la cuenta y varios de los sucesos que tienen lugar en el transcurso del volumen justifican la depresión de Tony. El problema está en que
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Eso no obstante, el número final es una historiaza como la copa de un pino. Michelinie, grandísimo, nos muestra la verdadera esencia del héroe acabado. No es un Batman que ha llegado al límite después de salvar la ciudad doce veces la misma noche y ya no puede seguir; no es un Capitán América que pierde la fe en su bandera por decimosexta ocasión pero que continúa haciendo el bien con un disfraz más ridículo; no es un Castigador más bestia y gore que de costumbre.
Es sencillamente un hombre derruido, una parodia de sí mismo, un cretino, un cobarde, una persona que roza lo despreciable por momentos y que toca fondo por obra y gracia de su propia autodestrucción, sostenida mediante excusas y justificaciones baratas. Un héroe incapaz de salvarse a sí mismo y que necesita más que nunca que alguien, una mano amiga y no un superhéroe, sea quien lo salve a él.
Brutal Michelinie. No ha hecho un Born Again, eso desde luego, pero ha sacado al personaje del fango y lo ha llevado a primera división. No me extraña en absoluto que sea el guionista más recomendado del héroe
Me quedo con la frase final, toda una declaración de intenciones que supone un broche de oro a la historia que concluye.
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