Vamos con el #4
¡Qué oscuro es este número!
King sorprende con un giro un tanto inesperado volviendo a exprimir una mente enferma de la que se aprovecha otra mente aún más enferma. El culto a
Rorschach ha comenzado.
El amor del hombre bueno dispuesto al sacrificio por la persona no correspondida. Sin femme fatales ni hombres duros curtidos en mil callejones. Sólo el fortachón del circo y el deseo inalcanzable que se convierte en algo más importante si cabe.
El comienzo del número es limpio, indulgente con el lector. Luego, sin darte cuenta, todo se vuelve muy turbio, como una locura asumida. Todo contado desde la serenidad que da la enajenación de una mente incapaz de discernir el bien del mal.
Vamos descubriendo cómo funcionaba la mente de
Laura Cummings, está convencida de que
Dr. Manhattan destruyó los cuerpos de
Rorschach, Buho Nocturno y demás, para que sus "almas" pudiesen estar en otros cuerpos y así seguir luchando contra los calamares sin ser descubiertos.
Tom King vuelve a demostrar sus dotes narrativas con largos monólogos acabados en frases impactantes pero de forma muy natural, como quien coge otra pintura para cambiar de color en una plantilla de colorear. Todo tiene sentido, no es malo, es lo normal,
"así que lo empujé",
"sé quién eres" o
"yo era Rorschach", asumiendo con la frase que ya no lo es.
O ese discurso del malo enmascarado de turno, pillado in fraganti y que habla de su plan como una cotorra: Nadie podrá llegar a tiempo, nunca confesará dónde están las bombas, nadie podrá impedir que mueran muchos inocentes. Habla y habla sin parar, sin darse cuenta que nuestro "
Rorschach" no busca respuestas, sólo... bueno, "verá, eso fue cosa mía". Aterrador.
"Fue una buena etapa de mi vida. la disfruté mucho". Puto colgao.
Y
Fornés a lo suyo. A hacerlo todo fluido, creíble y muy sencillo de entender. Un nivel gráfico de diez.