He leído
Batman Nº 116/3.
Retomo la lectura de la serie tras mi
comentario.
Número flojo el de este mes, aunque debo admitir que ha estado algo mejor que e anterior. En mi opinión, Tynion está intentando contra una historia compleja y sofisticada, en cuanto a crítica social, pero el resultado final es una serie de historias deslavazadas que no terminan de arrancar. También se siguen introduciendo personajes nuevos, en esta ocasión, Miracle Molly, donde se busca explotar la capacidad de diseño de Jorge Jimenez. En cierta forma está bien incorporar nuevas creaciones al entorno del murciélago, algunas con trasfondos interesantes, ni el guion ni el dibujo consiguen transmitir gran cosa. Sigo pensando que esta etapa es un quiero y no puedo constante, en la que los autores no consiguen dar forma a algo que resulte lo suficientemente interesante para atraparte en la lectura y la narrativa estática de Jimenez tampoco contribuye demasiado a ello.
Aunque Tynion tiene muchos frentes abiertos en el este arco argumental, en este episodio le dedica algo de espacio a Simon Saint y su proyecto de superpolicías tecnológicos, que cada vez huele más a Robocop. Tampoco se puede decir mucho de esta trama, que se está desarrollado a pinceladas y que parece estar desarrollando algún tipo de enemigo en potencia, por lo que habrá que esperar un poco a ver cual es su desenlace. La mayor parte de esta entrega se centra en la investigación encubierta de Batman en el colectivo D-Mente, que acaba siendo descubierto por Miracle Molly, pero que está tan segura de estar haciendo algo bueno por el futuro de la sociedad, que no tiene problemas en contarle todo lo que necesita y explicarle sus objetivos. Por una parte, me resulta interesante el concepto que intenta transmitir Tynion, de una sociedad que intenta adaptarse a los tiempos empleando la tecnología, además de la crítica social que subyace, en la que los que ostentan el poder abusan de él en detrimento de los más pobres. No es nada especialmente novedoso, ya que estamos ante una versión futurista del concepto de Robin Hood, no solo robando a los ricos para dárselo a los pobres, sino también intentando influir en la conciencia colectiva de la sociedad, donde cierto estado de locura es realmente la actitud más cuerda.
Sinceramente, como concepto no me parece mal, otra cuestión es que esté más o menos de acuerdo con él y su forma de tratarlo, y al menos se aprecia que la serie intenta ir más allá de las simples peleas y el postureo del dibujante. El problema, es que Tynion lo presenta de una forma algo densa y muy poco atractiva. La historia resulta un poco cargante en ocasiones, llegando al punto de transmitir cierto aburrimiento. Si las explicaciones se prolongan un par de viñetas más, creo que entran en términos de excesivo, incluso. Yo estoy de acuerdo en que si se va a tratar un concepto hay que ahondar en él, no quedarse en algo meramente superficial, pero no por ello debe de ser una lectura sosa y aburrida. Esto es lo que ocurre con este número, en el que un dibujante que apenas consigue trasmitir emociones con su narrativa, se une a un guionista muy poco inspirado que tampoco es capaz de transmitir demasiado con sus historias. Es una conjunción que no termina de funcionar y que da como resultado una saga que no termina de arrancar y que más que nada provoca indiferencia. Ojalá pudiese decir otra cosa, pero es evidente que si esto no remonta en breve, va a resultar una etapa fallida en muchos sentidos. Una pena, porque Tynion ha demostrado que puede hacerlo mucho mejor, pero aquí no está muy inspirado precisamente.
La grapa cierra con el complemento protagonizado por Ghostmaker en estilo amerimanga, que sigue en su línea de la anterior entrega. Relleno del malo con una historia para el olvido...