He leído
Las Crónicas de Conan Nº 28.
Retomo la lectura de la serie tras mi
anterior comentario.
Poco a poco, sin demasiada prisa y con los ecos del regreso de Conan a Marvel, Planeta continúa la recopilación del final de la serie, que llega a uno de sus puntos más bajos en lo que a calidad se refiere. Se nota que la cabecera está perdida y sin rumbo, ofreciendo un constante baile de autores que intentan proseguir una colección que perdió su verdadero lustre hace mucho tiempo. Como curiosidad cabe destacar la presencia de Alfredo Alcalá como entintador de muchos de los números de este recopilatorio, siendo quizá uno de los aspectos más positivos de este volumen, caracterizado en la inclusión de una serie de episodios autoconclusivos que muestran a un Conan dedicado al robo y como mercenario. Historias entretenidas, un poco anodinas, eso sí, en los que predomina la acción y utilizan los elementos del género con la mayor simpleza posible. No queda rastro de la obra de Howard aquí, ni de la riqueza de sus creaciones ni de su entorno. La mayoría son números que siguen un esquema muy similar, donde le protagonista podría ser cualquier otro personaje que no fuese Conan perfectamente. Una forma como otra cualquiera de entender la espada y brujería, que da más muestra de cansancio que de otra cosa.
La primera parte del tomo es la que más cuesta arriba se me ha hecho. Principalmente porque todas las historias suenan a lo mismo. Conan quiere robar algún objeto de gran valor, y para conseguirlo se encuentra con una incesante aparición de enemigos que intentan evitarlo, ya sean humanos, monstruos o criaturas posibles o imposibles. Esta es la hoja de ruta que traza el guionista Charles Santino durante su breve etapa en la colección, acompañado del dibujante Val Semeiks, que aparece acreditado como coargumentista, sin que ello sea algo especialmente destacable, ni mucho menos. Santino dura cuatro o cinco números en la cabecera, pero es que tampoco parece que tenga demasiadas ideas par estar mucho más tiempo. Además, todo suena a reciclaje puro y duro, como la rueda del primer episodio de este tomo, que recuerda poderosamente a una historia muy similar publicada en The Savage Sword, pero pero con mucho mejor resultado. La lucha por la libertad en contra de la esclavitud es un tema que está muy de fondo y bastante desdibujado, por lo demás, asistimos a una pelea constante de Conan contra enemigos hasta que todo está destruido. Después continuamos en busca de una daga perteneciente a un culto, con similares características a la aventura anterior, siendo un calco de la tercera historia, donde la daga se sustituye por un tesoro. Me llama la atención de la aparición de un gigantesco pájaro, de nuevo mostrando conceptos vistos en otras historias del cimmerio, también de la revista en blanco y negro. A continuación viajamos a una isla en la que Conan sigue su incesante pelea contra bárbaros similares a él, perdiéndose de nuevo bajo la pátina de la acción sin descanso uno de aspectos más interesantes del personaje y lo que supone su batalla contra enemigos de orígenes bárbaros como los suyos, así como su victoria. Todo está narrado de una forma pomposa, sin diálogos, solo con cuadros de texto, pero sin un ápice de la profundidad que sería de esperar y que da la sensación que Santino no comprende demasiado bien. El guionista se despide con la enésima búsqueda de un tesoro, ahora en un entorno montañoso y nevado, donde de nuevo la acción y el ritmo frenético son el principal exponente narrativo de la historia. Sin duda, un producto de entretenimiento simple y bastante anodino.
Tras la marcha de Santino, la serie mejora un poco, aunque hay que reconocer que tampoco es que tuviese el listón muy alto. Larry Hama se encarga de un episodio dibujado por Gary Kwaspiz, que a la postre creo que e el mejor de todo este recopilatorio. Utilizando como herramienta narrativa el verso, sin diálogos, este equipo creativo que trabajara en la revista en blanco y negro protagonizada por el cimmerio, repite aquí la fórmula del episodio autoconclusivo, pero con algo más de trasfondo, en lo que se perfila como un homenaje al cómitre del barco que capitanea nuestro protagonista durante una incursión en su época como pirata. La verdad es que transmite muy bien las emociones y es una idea interesante, aunque el tema de la rima a mí no me termina de convencer. Después llega Don Perlin como autor completo, con un dibujo bastante pobre y que nos muestra una de las pocas veces que se puede ver a Conan con barba de varios días. Curiosa representación la que elige Perlin para esta aventura. El guion tampoco es particularmente original, o al menos a mí no me lo parece, ya que reúne a una serie de víctimas del cimmerio que confabulan para vengarse de él. Este grupo de villanos algo desarrapados intentará torturarlo y colocarle una máscara de hierro para que muera con ella puesta. A mí me ha recordado en ciertos momentos a una especie de
western, incluyendo una granja donde se desarrolla el desenlace, aunque va mutando un poco y parce querer enviar el mensaje de cuan desdichados son todos los que se cruzan en el camino de Conan, sobre todo si quieren matarlo. Entretenida, pero sin grandes alardes.
Y concluimos con otro trabajo de un equipo creativo que brilló con luz propia en
The Savage Sword. El guionista Michael Fleisher y el dibujante Gary Kwaspiz realizan una historia en la que Conan es contratado para recuperar la reliquia de un culto que parece una simbiosis entre la cultura maya y la hindú, cuya misión se verá retrasada por unos bandidos que intentan reclamar la recompensa por el objeto sagrado. Una historia simple, pero muy efectiva, que tiene el sello de dos autores que funcionan muy bien a la hora de elaborar este tipo de aventuras autoconclusivas del cimmerio, mejor incluso cuando el número de páginas es más limitado como sucede en esta serie. Un relato que nos deja un regusto a otros similares de la revista y que cierra este volumen de una manera mucho más honrosa de la que empezó. La verdad es que esto no es más que un pequeño aviso de lo que está por llegar, con un final de la colección bastante irregular y que no hace para nada justicia a las grandes etapas que albergó la cabecera. De todas formas, tras este largo camino, esperamos llegar al final pronto y que el calvario no se alargue demasiado. Que Crom se apiade de nosotros...