"12 Hombres sin piedad"
("12 angry men")
Estrenada en el año 1957 y dirigida por un Sidney Lumet que debutaba en la gran pantalla, está cinta de la MGM es lo que toda opera prima debería ser; una obra maestra intemporal, que golpee con fuerza al espectador, y de claras muestras de su intención desde su primer trabajo.
Cuesta comprender, que un realizador primerizo, con tan pocas tablas en su haber, pudiera parir semejante obra de arte.
Un director novel, que apenas contaba con 33 años de edad.
"Twelve angry men", para muchos, es el
summun de lo que la caracterización de personajes debería ser. En esta película de 95 minutos contados, en la que nada sobra y nada falta, Sidney Lumet se las ingenia para retratar con precisión, verosimilitud y una maestría que desmiente la sencillez con la que estos se expresan y respiran a 12 hombres que están tan vivos como tú o yo. 12 arqueotipos (el republicano furibundo, el vanidoso descerebrado, el irresponsable despreocupado, el razonador lógico, el humanista...) que resultan describir a la perfección de qué está hecho este mundo exactamente.
¿Debe el cine...debe cualquier arte ser reflejo de la sociedad en la que es creado, para trascender su forma, y dar un mensaje? Eso parecían pensar muchos otros artistas y realizadores implicados, que no dejaron la oportunidad de aprovechar el séptimo arte como ventana en la que exponer la sociedad, la injusticia, la guerra, la existencia, y el sentido del hombre como especie. Usaron el arte para transmitir, para conmover, para cambiar cosas. El arte, pensaban, no es solo entretenimiento.
En esta película, deudora del neorrealismo y autocrítica con lo establecido, es quizás, uno de los mejores y más fiables retratos de la sociedad americana de la época que se haya hecho nunca.
Lumet aborda el mundo entre cuatro paredes. No hay nada más allá de ellas.
Aquí están todos. Esta es la humanidad.
Cada sector está representado, cada personaje es más que un personaje, cada diálogo brillantemente trazado, no se recrea simplemente en el ingenio, si no que es una crítica descarnada contra el malestar del hombre moderno, sobre las reflexiones de la vida; el desdén hacia la tercera edad, la predominancia de los prejuicios, el poco valor que la vida extraña supone para nosotros, reducida a un concepto en lugar de a una persona.
Efectivamente, el mundo está constreñido en esas 4 paredes. Lumet da una sensación claustrofóbica a la sala de deliberaciones, con pocas conexiones con el exterior, con un ventilador que no funciona, y un calor infernal y bochornoso. Parece que el mundo se haya parado fuera. Todo queda postergado ante la inminencia de la muerte; los partidos de béisbol, las citas, las comidas... El mundo está esperando a que un puñado de hombres, se decidan a salvarlo o condenarlo.
Tarantino fue aclamado por contar un atraco sin atraco en 1992.
En 1957, Lumet nos cuenta, como rodar un juicio sin juicio.
Las actuaciones son...un tema aparte. Henry Fonda sale de la pantalla, se sienta a tu lado y te pregunta tu opinión directamente a ti. ¿Qué es lo que tú opinas acerca de esto? No es solo una interpretación cualquiera. El personaje está vivo, palpita, es conocedor y consciente de sí mismo a varios niveles. Los primeros planos nacieron para alumbrar esta película. Ningún detalle, ningún gesto puede pasar desapercibido. La lucha interior, la rabia o la reflexión de cada hombre, debe verse en sus ojos, en su rostro, cambiante a medidas que más y más votos grises se vuelven de un blanco puro. El blanco de la duda. Del que no castiga. El triunfo del hombre.
Esta es, sin duda, una de mis películas favoritas, una que no me canso de ver, tan necesaria ahora como cuando fue creada. Una película valiente, una película necesaria, una película transgresora... que además, mira por donde, resulta ser una auténtica obra de arte en mayúsculas.