Hombre-Cosa: Marvel Limited Edition 2: Regeneración (1974-1978) Reseña en la web de Universo Marvel:https://www.universomarvel.com/resenas-hombre-cosa-marvel-limited-edition-2-regeneracion-1974-1978/El primer tomo que recopila la colección clásica del Hombre-Cosa, finalizaba con el primer tramo de su título propio, tras independizarse de Adventure into Fear. Coincidiendo más o menos, esa independencia, con el inicio de la mejor etapa de la trayectoria de Steve Gerber como guionista de la criatura de limo.
Gerber sigue impertérrito en el presente volumen, mientras que en el apartado gráfico Mike Ploog sigue siendo el titular durante varios números más, antes de ceder el testigo a John Buscema.
En este segundo tomo vienen insertados los Giant-Size, como ya estamos viendo en las reseñas de otros tomos correspondientes a los mismos años. El Hombre-Cosa fue una de las colecciones afortunadas en ser premiadas con cinco números de estos especiales de cadencia trimestral que aparecieron durante 1974-75. Y digo afortunadas porque, en el caso que nos ocupa, los Giant-Size Man-Thing contienen episodios tan recomendables como los de la serie madre.
Precisamente el tomo empieza con el primer Giant-Size. Y no puede empezar mejor.
Un grupo de defensores de las energías renovables instala en los Everglades una comunidad que funciona con energía solar. Pero se encuentra con la oposición de los Entrópicos, una secta religiosa contraria a cualquier recurso energético. Gerber contrapone el mensaje ecologista a las supersticiones, quizás señalando a estas últimas como un freno al progreso.
Y en medio de todo ello, el Hombre-Cosa y Glob, la otra criatura marveliana originada en un pantano, en realidad anterior al propio Hombre-Cosa. Glob, que venía de enfrentarse a Hulk en dos ocasiones, vive aquí su propia y dramática historia.
Magnífico episodio. También gracias al trabajo de Mike Ploog.
El arco que sigue diría que es incluso mejor. Sin duda una de mis historias preferidas del Hombre-Cosa de Steve Gerber, con un Mike Ploog estelar.
Una tierna narración sobre un anciano que vive en el pantano, autoexiliado de la civilización cuidando de su enferma mujer y en compañía de un fiel perro. El instinto del Hombre-Cosa convierte a la criatura en el ángel de la guarda del anciano. Un anciano que ve como inexplicablemente el pantano se le echa en contra. Un triste y bello cuento de terror, en el que la bruma roja que posee a árboles y animales se ajusta a muchas interpretaciones. Quizás sea una tierna metáfora de la demencia que afecta a la edad avanzada. Quizás una personificación de los miedos internos de una anciana aislada del mundo.
En este primer y largo tramo del volumen Gerber regresa a las historias de naturaleza independiente, sin un hilo conductor predominante. Relatos que indagan en las miserias de los invitados de turno, en los que el Hombre-Cosa, como si se tratara de un vampiro de las emociones, necesita observar al ser humano y succionar sus lamentos y locuras. De alguna forma, creo que el monstruo del pantano personifica el ojo del lector. Como si nos viéramos a nosotros mismos dibujados en cada escena como espectadores privilegiados.
El segundo Giant-Size, en este caso con la participación de John Buscema, mantiene el nivel de los primeros. Buscema se ve entintado aquí por Klaus Janson, dando como fruto un acabado algo diferente al acostumbrado a los lápices del gran John, pero igualmente notable.
Otro estupendo relato en el que el Hombre-Cosa pasa de amenaza a la que hay que destruir a atracción de feria para hacer caja. La referencia a la leyenda de King Kong es evidente.
Como ocurre en la película del gorila gigante, este es uno de los números donde el lector empatiza más con la criatura de la ciénaga y menos con los crueles humanos, cegados por sus míseros intereses.
El episodio que pone fin a la etapa de Mike Ploog como dibujante del Hombre-Cosa, es algo más modesto.
La historia pone el punto de mira en el horror de la guerra del Vietnam. Las consecuencias de la guerra aparecen reflejadas física y mentalmente en un comando llamado los Demonios de la Liberación.
Por su parte, Richard Rory, quizás el único amigo del monstruo de la ciénaga, se reincorpora al elenco de secundarios.
A partir de aquí se suceden diferentes artistas gráficos, en una alternancia liderada por John Buscema, que realiza tres números, así como Alfredo Alcalá y Tony de Zúñiga.
Buscema se encarga de dibujar otro numerazo cargado de simbolismo.
Una vez más, como ocurre con el arco de los ancianos aislados en el pantano, nos encontramos ante los miedos y tormentos de la mente hechos realidad.
Brian Lazarus es un hombre para el que cada nuevo día supone un calvario de angustia y lamento. Un personaje atormentado, con tendencia a autolastimarse, que ve como sus "monstruos" internos toman vida.
La moraleja final incide en la humanidad que puede llegar a despertar un monstruo sin cerebro como el Hombre-Cosa, en contraste con muchos humanos.
Otro de los puntos a favor de esta etapa está en la variedad de géneros que toca Steve Gerber, que dificultan la monotonía. De momento manteniendo la práctica independencia entre historias, por mucho que algunos secundarios repitan papel, la colección entra en la aventura fantástica, en un surrealista y seductor arco sobre un barco pirata fantasma y su demacrada tripulación, que sufre el castigo de la vida eterna.
Y a continuación, la tercera entrega de los Giant-Size nos mete de lleno en la fantasía heroica y la espada y brujería. Un número en el que Gerber recupera transitoriamente al ecléctico grupo formado por el mago Dakimh, la hechicera Jennifer Kale, el bárbaro Korrek y el propio Hombre-Cosa. Una aventura algo más convencional, que no creo que esté entre lo mejor del volumen, en la que el cuarteto une fuerzas para liberar al reino de Korrek.
En este tramo, Alfredo Alcalá ha entrado fugazmente para dibujar un par de episodios. El artista filipino sabe aportar ambientes más tétricos, pero su dominio de la figura humana es bastante mejorable.
Lejos de perder intensidad, la serie vuelve a su nivel de máxima satisfacción en tres episodios más que se cuentan por sí solos.
En un relato dibujado principalmente por Tony de Zúñiga, Gerber se sirve de una poetisa hippie para lanzar un mensaje antibelicista. Pero el interés se centra en la fijación por una extraña vela esculpida con la forma del Hombre-Cosa, y las alucinógenas propiedades de sus olores. Posiblemente una alegoría de las drogas, tan arraigadas a la subcultura de los años setenta.
A continuación, John Buscema concluye su participación en la colección con una de las piezas más brillantes de un Gerber desbocado.
El guionista nos presenta a dos personajes salidos de su factoría, a cuál más obsesivo.
Eugene Spangler es una endiosada estrella del pop que decide aislarse en una abandonada mansión, entre la mugre y la podredumbre. Su fin es componer su obra definitiva sobre todo lo que desprecia, incluidos sus devotos fans. Una estampa de las divinizadas y engreídas estrellas del rock de los 70 y a su culto. Aquí convertido en un desecho de la sociedad hasta extremos que incluyen el maltrato de género.
Pero el vanidoso roquero es un juego de niños al lado del Vikingo Loco. Otro perturbado a la caza de herejes de los que tanto gustan a Gerber. Un personaje de la misma naturaleza que el Exterminador de Tontos, a quien ya vimos en el primer tomo. En su caso, el abuelo Vikingo asocia la jubilación a la falta masculinidad, en lo que apunta a ensayo sobre la homofobia.
Uno de los números más completos de Gerber, especialmente incisivo en la mostrar la degradación y los rincones más oscuros de la mente.
Por su parte, el cuarto Giant-Size entra de lleno en cuestiones de denuncia social, concretamente en el bullying. Una emotiva historia dibujada a partes por Ed Hannigan y Ron Wilson, en la que nuestro fangoso protagonista crea un vínculo con la víctima a modo de cuento de terror. Gerber se atreve a insertar aquí cinco páginas de texto en forma de misiva.
La denuncia aquí es meridiana, sin necesidad de interpretaciones subjetivas. Lo que no impide que estemos ante otra historia de lo más recomendable.
El baile de dibujantes llega a su fin con la entrada de Jim Mooney, que se queda hasta el cierre de la colección completando un buen trabajo.
Gerber opta a partir de aquí por crear un hilo conductor más continuista que hasta este momento.
Una fiebre de conservadurismo rancio se apodera de Citrusville, la ciudad ficticia situada cerca de los Everglades. Un grupo creciente de ciudadanos se une en defensa los valores de la América más católica y fascistoide, a los que pronto pasa a liderar el propio Vikingo Loco.
Por su parte, el Hombre-Cosa toma protagonismo convertido en un monstruo de espuma química, en lo que parece otra proclama ecologista.
Creo que aquí hay cierto acomodo de Gerber a esquemas más convencionales y obvios. Echo en falta más mala baba y creo que al Vikingo, como personaje, le sobra su participación en este arco.
El Giant-Size 5, último de la serie, difiere de los anteriores. Siguiendo la línea de algunos números de la Tumba de Drácula, el tebeo está dividido en tres relatos cortos independientes entre sí, en un intento de rememorar los relatos de terror y misterio de los 50.
Cada una de las historias cuenta con un equipo diferente. Mientras Steve Gerber, Len Wein y Marv Wolfman se encargan de los guiones, Tom Sutton, John Buscema y Ed Hannigan hacen lo propio para los lápices.
Los temas a tratar son, en este orden, el ocultismo, una disputa familiar que viene a decir que el odio es más poderoso que el amor y finalmente la venganza irracional. Personalmente, me parece el Giant-Size menos destacable de los cinco.
El ciclo argumental que cierra la colección del Hombre-Cosa es el más extenso del tomo.
Gerber trae de vuelta a Thog, el Engendro Infernal, como gran villano detrás de toda la trama. Thog es uno de los muchos demonios que florecieron en el Universo Marvel durante los setenta, al que ya pudimos ver en el primer volumen de esta serie.
La nueva incorporación en la nómina de malosos es un peculiar personaje que carece de sentido del tacto, llamado el Carroñero. Por obra y gracia de Thog, el Carroñero tiene el poder de succionar las emociones y la esencia de otros cuerpos, cual vampiro, para tener la capacidad de sentir. En todo caso, un ser atormentado que se odia a sí mismo por lo que es.
No termina aquí la obsesión de Gerber con los elementos capaces de absorber emociones y angustias. Se nos presenta también un objeto llamado la Caja de las Pesadillas, capaz de succionar y almacenar el sentir de cualquier humano.
Un arco de lo más loco que desemboca en una alucinada de las gordas. Gerber cierra el círculo en un surrealista episodio de despedida, en el que se dibuja a sí mismo como parte de la trama. Una historia que no sólo pone desenlace a la trama de Thog, sino que sirve también de repaso a la trayectoria del guionista en la presente colección.
Buen colofón para el título, aunque no es mi segmento preferido del volumen.
Un volumen que no termina aquí. Tras un episodio de Marvel Team-Up, con el Hombre-Cosa como estrella invitada, nos encontramos con un último relato. Se trata de una historia de complemento del magazine The Rampaging Hulk, escrita por el propio Gerber y dibujada por Jim Starlin. Una correcta narración en la que se sigue explorando en la atracción del monstruo de la ciénaga por los tormentos y pesares humanos. En esta ocasión, el centro de las miradas recae en una joven cuyas múltiples personalidades toman cuerpo.
Conclusión.Creo que, en conjunto, este segundo tomo supera al primero. Más que nada porque, en el primero, la colección no alcanza su nivel óptimo hasta bien avanzada la entrada de Steve Gerber. Mientras que, en este segundo volumen, empezamos en plena efervescencia del mandato de Gerber, manteniendo el listón durante los dos primeros tercios del volumen. El último tercio para mi gusto bajaría, pero permaneciendo en unos mínimos más que aceptables.
A nivel gráfico, todo lo que cae a manos de Mike Ploog y John Buscema es de notable para arriba. El resto, como mínimo es digno.
Altamente recomendable.