Pues al fin:
NamelessO, ¿hay alguien ahí arriba?
La penúltima gamberrada de Grant Morrison es un cómic sobre teología basado en mitología Maya y de la Polinesia. Una búsqueda de dios, que ya había emprendido alguna que otra vez antes (Animal Man, Flex Mentallo, El misterio), pero en clave puramente de terror. Una historia cebolla, dividida en capas, en la que se dan la mano multitud de géneros que se adentran en lo desconocido, en el horror de la revelación. Como de costumbre, el guionista escocés ofrece varias capas de lectura, que pueden y deben resultar exigentes con el lector, que tendrá que trabajar para sacar jugo a esta historia. El guionista, doy fe, lo ha hecho. Creo que hay pocos escritores que se documenten tanto como Morrison a la hora de adentrarse en un tema y adquirir un enfoque determinado.
Si tuviéramos que resumir, diríamos que este cómic trata, principalmente, de una historia clásica de viaje al espacio en el que todo se tuerce, con ecos de 2001, Horizonte Final o Sunshine. Un asteroide, Xibalba (el Inframundo de los Mayas) se dirige hacia la Tierra, con la consiguiente exterminio de la raza humana. En él, además de encontrar grabado el signo de la Cábala y la simbología alquimista, encontramos literalmente a dios.
(En Berserk, por ejemplo, es el estigma del condenado)
Pero esto sería quedarse en la superficie de la historia, que es mucho más profunda. Se juega con la idea de una dimensión negativa, del espectro bajo, en la que una batalla entre "ángeles" ocasionó el universo tal y como lo conocemos, resultando en la creación del primer prisionero original de esa gran roca que es el Inframundo; el ser al que llamamos Dios. Un precepto que encaja con las teorías de la magia del caos y las creencias de Morrison, quien no es ateo por raro que parezca, sino que cree en esas fuerzas primordiales y la figura del demiurgo, aunque nada tenga que ver con las religiones mayoritarias. Para él, dios sería un sádico, un ente maligno.
Esto también va de la mano con otra de las grandes referencias de esta historia, la mitología de H.P. Lovecraft y sus reinos de pesadilla. Sin embargo, como el propio autor asegura, no quiso entrar en exceso en este paralelismo, por lo que las referencias son algo más débiles. En cualquier caso, resulta imposible no acordarse de Cthulhu. E incluso, en cierta parte, de Locke and Key, aunque esto puede no ser intencionado y sí una mera casualidad. Sin embargo, creo que algo hay. No solo tenemos llaves mágicas o una casa encantada de estilo muy parecido a la de la historia de Joe Hill, sino también demonios que se anclan físicamente a la carne de las víctimas que controlan.
A nivel narrativo la historia es brillante. Es tremendamente explícita (tiene trazas del Ennis de Crossed, por ejemplo), y consigue transmitir terror y cierto malestar en cantidades considerables. Sobre todo por las dosis de locura que transmite, de contagio, de enfermedad. Que la historia, la forma de narrarla, sea una "locura" que mantiene en todo momento al lector desubicado, componiendo las piezas del puzzle, es otro de sus puntos fuertes, ya que potencia ese horror puro, el miedo a lo desconocido, a presenciar algo que no podemos explicar, que nuestro cerebro no es capaz de asimilar. Nuestra posición en la historia es muy parecida pues al Sin Nombre, el gran ocultista y protagonista de la historia, que va cayendo de un plano de realidad a otro, sin saber a veces qué es humano, qué es realidad, y cuánto puede seguir cayendo dentro del umbral de dolor y horror.
Muy, muy contento con la lectura. Los fans del terror no deberían perdérsela, y los fans de Morrison, tampoco. Estamos ante una obra ciertamente meritoria, y además, completamente autocontenida.
Eso sí, no es en absoluto para todo tipo de público.