Namor: tomo 4 (pendiente) (1972-1976) Reseña en la web de Panini:https://www.universomarvel.com/resenas-namor-tomo-4-pendiente-1972-1976/Esta reseña corresponde a lo que casi seguro deberá ser el futuro cuarto MLE de Namor, teniendo en cuenta que incluiría por entero los Marvel Masterworks 7 y 8.
Los números USA incluidos son: Sub-Mariner 50-72 y Marvel Spotlight 27.
El que sería el cuarto y último volumen recopilatorio de la colección clásica de Namor, se inicia con una renovación total en el apartado de autores.
El encargado de intentar dar un nuevo impulso a la serie no es otro que Bill Everett, el propio creador del atlante en el ya lejano año 1939. En el ocaso de su carrera, y de su vida, Everett vuelve a mover los hilos del personaje por el que siempre jamás será recordado.
Bill vuelve, además, como autor completo, si bien en algunos números cuenta con la ayuda de Mike Friedrich a los diálogos.
Sólo es empezar, que el autor le saca una prima-sobrina a Namor. Se trata de Namorita, una adolescente híbrida, como el propio Namor. Namorita es hija de Namora, prima del monarca, ya fallecida tiempo atrás.
El primer arco es de lo más disparatado y loco, ya desde la extraña alianza entre Byrrah y las Badoon.
Dejando de lado un no especialmente atinado trabajo argumental, la historia aprovecha para contarnos el origen de Namorita, y como su pasado está vinculado a Llyra y Byrrah.
En la parte gráfica, seguramente Everett hace su mejor trabajo desde la creación del Universo Marvel al principio de los 60. Se agradece el esfuerzo detallista del veterano artista, pero no puedo evitar sentir cierto grado de primitivismo en sus diseños. Y no necesariamente lo digo por el regreso de los “ojos de mosca”. Esos ojos grandes y negros con los que Everett representa tan característicamente a los atlantes puros.
Los diálogos también recuerdan a épocas pasadas. Se nota cierta tendencia al relato costumbrista con reminiscencias del cómic romántico de los 50. Especialmente por parte de Namorita, una adolescente con cosas de adolescente.
La primita de Namor pronto pasa a un segundo plano al quedar a cargo de Betty Dean, la vieja amiga de Namor en los 40. Ahora una señora mayor, que Everett decide recuperar.
La siguiente trama está ambientada en Japón y tiene a un Samurai como oponente y al mutante Fuego Solar en medio. Las escenas de acción están bien, pero la historia no.
A partir de aquí creo que la colección empieza su descenso a los infiernos.
Primero nos encontramos con un relato corto sobre una sirena escrito por Mike Friedrich y dibujado por el peculiar estilo de Alan Weiss, que a mí personalmente me parece bastante espantoso.
Y a continuación, un Bill Everett cuesta abajo y sin frenos nos horroriza con un monstruo llamado Torg. Supuestamente, el abominable hombre de las nieves. Según dice el propio monstruo.
Un nuevo relato relleno, realizado por Mike Friedrich y Dan Adkins, resulta más potable, pero va tan por libre que parece fuera de continuidad.
En lo que queda de la etapa Everett como solista la serie parece tocar fondo.
El pendiente que Namorita regala a su primo resulta ser una especie de pinganillo con el que comunicarse con él. También vemos a la propia Nita uniéndose al movimiento flower power. Y el acabose ya es la recuperación, a falta de mejores ideas, de un personaje de la era Timely que gozó de colección propia. Venus, diosa del amor, en contraposición a Ares, dios de la guerra, en una historia de lo más mala.
Del one-man-story de los últimos números pasamos al extremo opuesto. Steve Gerber entra como dialoguista, siendo todavía Bill Everett quien lleva las riendas argumentales. Mientras que el flojo Sam Kweskin, a su vez, se ocupa de los lápices, luciendo regular u horroroso dependiendo del entintador.
Definitivamente, la cosa va de nuevos personajes femeninos. El siguiente turno es para Tamara, una muchacha de piel roja procedente de otro mundo. En un principio sus intenciones son hostiles y vengativas en base a una historia delirante relativa a los atlantes, pero la chica acaba justo en el polo opuesto, convirtiéndose en una ciudadana de Atlantis.
Tamara pronto es el centro de atención al ser capturada por los hombres de la superficie. Atlantis acude al rescate en un pequeño arco que no pasa de correcto.
Gerber y el fin de una era.Justo aquí, Steve Gerber toma las riendas de la colección, ocupándose de los guiones y argumentos. Y creo que se nota un cambio a mejor.
Primero está la línea argumental en que un chiflado autoconvertido en un hombre anfibio, verde y con escamas, el Dr. Hidro, pretende hacer lo propio con toda la humanidad.
La consecuencia es una nueva raza de personas anfibias, obligadas a vivir en las profundidades marinas. Gerber juega aquí con la doble moral de los atlantes, cuando éstos consideran a los desamparados anfibios como seres inferiores a los que hay que enjaular. El propio Namor, conocedor de las prácticas de los nazis, se opone a semejante discriminación racial y deja libres a los anfibios.
Interesantes ideas que no se ven respaldadas gráficamente ya que entra Don Heck, en plena debacle de su carrera como ilustrador.
A continuación, entra en escena otro pueblo de las profundidades, Zefirland, quizás sobrante por reiterativo, aterrorizado por la tiranía de su gobernante. La dictadora, que tiene la capacidad de convertirse en una bestia, se alía con el atlante Orka con el fin de invadir Atlantis y el consecuente reinado en los océanos. El grueso de la saga no tiene mucho más contenido que épicas batallas submarinas, que se ven perjudicadas por el pobre lápiz de Heck.
Es al final de dicha saga donde la cosa se pone más interesante. De entrada parece volver el Namor testarudo y engreido, que quizás se echaba en falta frente a la personalidad más dócil mostrada por Everett. De nuevo los hombres de la superficie vuelven a las andadas vertiendo productos químicos que acaban contaminando a los atlantes. Y lo más destacable, Namor ve alterada su estructura celular al quedar afectado por los mismos productos.
En consecuencia, Tritón traslada al agonizante atlante al cuartel de los 4 Fantásticos, donde el genio de Reed Richards confecciona una cura para Namor en forma de traje. Es evidente que la historia no es más que una excusa para renovar la imagen de Namor, frente a las bajas ventas de su colección, pero la idea es buena.
Si bien la imagen de Namor para mí siempre será la de la figura portando sólo un bañador, el traje resultante siempre me ha parecido muy atractivo.
A partir de aquí, la línea argumental se centra en encontrar una cura para los atlantes, sumidos en un aparente sueño eterno por los efectos de los productos químicos.
Con menor fortuna, creo. Nos encontramos con un nefasto villano llamado Fuerza y una trama paralela en Zefirland que no aporta nada.
En el ocaso de la colección, Marv Wolfman y George Tuska nos presentan a Piraña, un nuevo terror de las profundidades con ridículo origen.
Y en el último número, el 72, Steve Skeates y Dan Adkins no están mal en una historia aleccionadora para Namor, que abre los ojos tras un grave episodio de impulsividad.
No hay tiempo para más. Hasta aquí llegó la serie clásica del Príncipe Submarino.
Tendría que pasar un año y medio para volver a disfrutar de una aventura de Namor. Fue en un solitario número dentro de la serie Marvel Spotlight, también incluido en este volumen.
Bill Mantlo y Jim Mooney se hacen cargo de lo que en realidad no es más que el colofón a una rama argumental que queda en el aire en la serie Super-Villain Team-Up, coprotagonizada por Namor. Mantlo decidió finalizar la trama fuera de Super-Villain y aquí se acaba la historia.
Namor se enfrenta al Hombre Simbiótico, creación de Simon Ryker, que también es el creador de Deathlok en un hipotético futuro próximo. Aceptable, sin más.
Relatos de Atlantis.Durante tan sólo cinco números, todos ellos incluidos en este volumen, la serie de Namor contó con unos breves complementos a modo de los Relatos de Asgard de la serie de Thor.
De igual forma, se trata de relatos continuados que dan muestra del pasado de Atlantis, anterior al reinado de Namor I.
Steve Gerber es el encargado de guionizar los cinco episodios mientras que un magnífico Howard Chaykin, una elección muy adecuada para estos menesteres, pone los lápices en los tres primeros y Jim Mooney lo hace en los dos últimos.
Las historias se enmarcan en la fantasía heroica, espada en mano, en una línea parecida a la de Conan, contando con feroces batallas entre reinos, eso sí, bajo el agua.
Para mi gusto, especialmente los tres primeros, son con diferencia lo mejor que se incluye en este volumen.
Lástima que estos Relatos de Atlantis se quedaran en muy poco y no tuvieran mayor continuidad.
Conclusión.Los Relatos de Atlantis por sí solos no son suficiente para salvar lo que es un volumen bastante flojo en conjunto.
La etapa Gerber es la única parte que ofrece ideas interesantes dentro de la propia serie de Namor, mientras que el resto está entre lo pasable y lo horrorizante.
La parte gráfica muy pobre en general, pese a los esfuerzos de Bill Everett, que logra presentarnos algo digno.