Calamar, más allá de la trascendencia y la aceptación popular, lo que me impresiona de la etapa de Morrison es la audacia con la que abordó al personaje: que para ir más allá de Miller/O'Neil/Englehart y utilizar elementos de la época de Batman que todo Dios ha decidido obviar hay que tener los cojones como el caballo de Espartero. El Doctor Hurt, el Batman de Zur-en-arr ese, los tres fantasmas de Batman, el Club de Héroes, todo eso eran memeces de un tiempo en el que si querías publicar tebeos de superhéroes sólo podías sacar memeces. Actualizar esos conceptos es asumir el riesgo de darte la hostia padre, y al tío no sólo le sale bien la jugada, sino que la saca adelante con matrícula.
Me parece una etapa absolutamente fascinante. Pero es que al mismo tiempo me parece un reflejo de la fascinación del autor por el personaje.