He leído Casos violentos.
Se trata de una novela gráfica de unas 44 páginas escritas por Neil Gaiman y dibujada por Dave McKean, publicada originalmente en 1986 por Titan Books, que sería apadrinada con un prólogo de Alan Moore, además de recibir el premio Eagle a la mejor novela gráfica. la historia es prácticamente una experimentación narrativa, en la que los autores buscan una maduración del medio siguiendo los pasos de obras influyentes de la época como Watchmen o Maus. La magnífica prosa de Gaiman se une a un McKean inspirado en Bill Sienkiewicz para contarnos una historia humana que resulta difícil encuadrar en un género concreto. A través de los recuerdos del protagonista, en ocasiones algo confusos, se nos introduce en un mundo de violencia a los ojos de un niño que desde la inocencia intenta explicar aquello que le rodea. El maltrato infantil, la ley seca, la figura de Al Capone y su esteópata, que bajo el recuerdo presenta ciertas similitudes con Albert Einstein o uno de los protagonistas de la famosa película de Humphrey Bogart, El halcón Maltés, así como otros aspectos de índole más superflua como las fiestas de cumpleaños son los elementos que rodean a esta obra que oscila entre el drama humano, el género negro y la fragilidad de la memoria.
Creo que como experimentación narrativa es bastante interesante, ya que los autores buscan conectar una serie de hechos a priori inconexos con la violencia desde diferentes perspectivas, pero bajo la óptica de un niño y un adolescente. Por ejemplo, el desencadenante de la historia, la visita al osteópata de Al Capone, bien podría considerarse una escena de maltrato infantil, o un simple accidente. De ese modo, se profundiza en la relación entre un padre y un hijo, fundamentada más en la violencia que en el amor, reflejo también de un matrimonio poco sólido, pero que una mente infantil no llega el todo a entrever. Asimismo, se exponen una serie de actos violentos que rodean a la vida del niño y que el adorna con su fantasía y sus recuerdos naturalizando lo que sucede en su entorno. Sin duda, una historia compleja que seguramente gane en las relecturas, que busca explotar las herramientas que ofrece un medio como él cómic, alejándose de los superhéroes y la simplicidad narrativa para ir un paso más allá en la maduración del mismo, presentándose casi como un prólogo de trabajos posteriores de Gaiman como podría ser Sandman.
Mi experiencia lectora ha sido bastante satisfactoria, aunque debo reconocer que hasta el final del relato no acaba de entender a donde nos pretendía dirigir Gaiman. El título y la portada nos hace pensar en una historia de corte noir, algo que apoya en cierta manera la ambientación de McKean, incluyendo de fondo carteles de películas clásicas, algunas con referencias en los textos, y la aparición de ciertos personajes. Escenas como la del castigo de los colaboradores de Capone, o que el propio gángster sea otra pieza más de la historia también tiene su peso. No obstante, todo gira en torno a la memoria de un hombre que recuerda retazos de su vida bajo los ojos del niño que fue. Esto provoca que el guionista cambie de registro en diferentes ocasiones, de manera que a pesar de ser recuerdos de un hombre adulto, la mayoría de los acontecimientos sean narrados con la perspectiva de un niño que aún no ha perdido la inocencia. Bajo esta circunstancia, tenemos un relato francamente bien escrito, con un Gaiman especialmente inspirado cuya frase final es el remate perfecto. Y es que la clave de un relato corto, y este lo es sin duda, está en ese tramo final donde más allá de un desenlace a la historia tenga un broche final adecuado. Gaiman lo consigue muy bien, de manera que con una simple frase redondee uno de sus mejores trabajos.
Al igual que el guion es un dechado de experimentación, la narrativa gráfica no se queda atrás, con un McKean apoyado en el rompedor y complejo arte de Sienkiewicz hasta encontrar sus propias referencias. No solo consigue una buena ambientación, sino que aporta cierta oscuridad al relato y nos conduce perfectamente por la confusa memoria de un niño que ahora ya es un hombre. De ese modo, se consigue una interesante simbiosis entre guion y dibujo que da como resultado una obra redonda y una lectura tan interesante como rompedora a finales de los ochenta. La edición de ECC se completa con una serie de portadas de los diferentes recopilatorios de la historia, así como el prólogo de Alan Moore, el epílogo de Gaiman y el prólogo de la última edición americana, que narra un poco el origen de esta historia y la que a la postre sería la primera colaboración entre Gaiman y McKean. Una lectura muy recomendable que pone de manifiesto que frágil puede ser nuestra memoria o que los sombreros han dejado de estar de moda. En definitiva, la violencia en todas sus expresiones de la mano de dos grandes como Neil Gaiman y Dave McKean.